Por: Salvador Nito
El Auditorio Nacional se vistió de gala para culminar la gira de la Orquesta Mariinsky por nuestro país. Días previos hicieron una escala en el Palacio de Bellas Artes y de forma simultánea hicieron lo propio en el Centro Nacional de las Artes, con dos galas que incluyeron a la pianista Myra Huang, el coreógrafo Vladimir Varnava y el cantante Dimitry Grigoriev.
Bajo la batuta del reconocido director Valery Gergiev, la orquesta presumió la riqueza de la cultura sonora de su país al presentar un programa que rinde homenaje a los grandes compositores rusos. Gergiev durante los ultimos años se ha visto en vuelto en la controversia causada por sus inclinaciones políticas hacia el presidente Vladimir Putin. El también director de la Orquesta de Munich a recibido varios premios y honores entre ellos ha sido acreedor al título honorario de artista del mundo por la UNESCO, demostrando su pasión y destreza en esta presentación.
Fotografía: Andrea Robles
En su primer visita a México la agrupación musical, considerada por la revista Gramophone como una de las mejores 20 del mundo, junto con la Orquesta Filarmónica de Berlín y la Orquesta Sinfónica de Londres (la cual Gergiev también dirigió), penetró en lo más profundo de los corazones de la audiencia.
El concierto comenzó con una seductora pieza, las Danzas Polovtsianas de Aleksandr Borodín que con sutileza parecían desvanecer el auditorio para trasladar a la audiencia a las míticas y lejanas tierras rusas.
El público fue llevado a los tiempos de los zares, donde la magnitud y grandeza de sus vidas se reflejaba en el arte, la arquitectura y también en la música. Desde San Petersburgo el espíritu del compositor Piotr Ilych Chaikovski, quien alguna vez fue director de la misma Orquesta Mariinsky, se hizo presente en el escenario, como si su recuerdo y talento fuese encapsulado y reencarnara en cada uno de los músicos herederos de una leyenda.
Fotografía: Andrea Robles
Proveniente de las manos del joven pianista Sergei Redkin, el Concierto para piano y orquesta núm. 1 en si bemol menor, Op. 23 calentó a un auditorio en medio del invierno ruso.
Una hora de emociones, necesitaba dar respiro a los asistentes; quince minutos después los acordes de El pájaro de fuego, composición de Igor Stravinski, encendieron el escenario derritiendo los corazones de un público entusiasmado, que para este punto se había entregado por completo a los exquisitos sonidos que inundaban la sala.
El espíritu de Chaikovski regresó con su famosa Obertura 1812, Op. 49, para de forma adecuada, concluir un inolvidable concierto con una serie de explosiones musicales que llevaron al clímax a los presentes.
Por si fuera poco, Gergiev y la Orquesta Mariinsky regalaron una pieza más para culminar la noche. Romeo y Julieta, Op. 64 Acto I: Danza de los caballeros de Sergei Prokófiev resonó como el adiós de la legendaria orquesta.
Entre aplausos, la Orquesta Mariinsky se despidió de nuestro país en lo que fue una gira inolvidable para continuar en Chile el 11 de marzo.