Por Jano Vargas (@Janox_V) Imagino que debe tener sus bemoles una infancia siendo el fruto de un artista tan influyente e intempestivo como Bob Dylan. Escuchar una de sus obras y viajar a las escenas de tu más tierna edad debe de ser una sensación muy extraña, una terapia familiar de choque. “Cuando escucho Blood On The Tracks, es sobre mis padres.” Es lo que cuenta Jakob Dylan, su hijo menor, sobre este disco el cual marco una historia aparte en la memoria de los fans de su padre.
Un libro rojo aparece justo en esta tormenta personal de Bob para acompañarlo en sus chispas de sufrimiento. Fue en las páginas de este tomo donde vertió la sangre que le corría, iracunda y acongojada, para construir una enredada ruta de cuentos románticos con un fallido desenlace. Aplaudido en general por la crítica dada la agitación que produjo a los oyentes algo a lo que no los tenía acostumbrados, reafirmando lo que ya había exhibido en su disco anterior; Blood on the Tracks dejo en el pasado al Dylan activista y folk, tan necesario en la década anterior, y consagraba al artista completo que se abría hacia la experimentación sin tantos obstáculos. Y vaya que intentaría cosas nuevas.
Después de su intermitente retiro público desde del accidente en moto de 1966, el cual le sirvo para liberarse por completo de la presión que el estigma político del que fue protagonista al principio de su carrera, Bob aprovechò para dar rienda suelta a su creatividad más intima apoyándose en sus compadres, The Band; coqueteando en el proceso con el country (Nashville Skyline), sus tributos (Self Portrait) y componer para teatro y cine (New Morning y Pat Garrett & Billy the Kid).
La vida laxa y domestica que había llevado desde entonces se ve expuesta en las letras de Planet Waves, disco que lo llevaría de nuevo a una gira después de ocho años y sacudiría irremediablemente la calma chicha que había disfrutado poco tiempo. En aquel momento sorteaba curvas peligrosas en su vida conyugal que fueron más que evidentes al terminar su tour de regreso a los escenarios. Esta situación tomó demasiada atención de Dylan, ya que para ese punto especifico de su vida había dejado atrás sus excesos para dedicarse a su familia, no había otra prioridad en su cabeza.
Pero no se equivoquen; la temática puede resultar una dosis excesiva de despecho, sin embargo, está aderezada con el vaivén acústico y el toque eléctrico necesario para no cortarse las venas. Pareciera estar diseñado en el camino y para dejarse llevar en un paseo de descubrimiento por las diferentes facetas del declive de las relaciones interpersonales, con la elegante metáfora socarrona a la que Bob nos tenía acostumbrados; desde el esperanzador amanecer hasta la desesperación de la madrugada en abandono.
https://www.youtube.com/watch?v=YwSZvHqf9qM
“Early one morning the sun was shining/I was laying in bed/Wondering if she'd changed at all/If her hair was still red.”
Desde que el Álbum despierta y se persigna con “Tangled up in Blue”. En el sencillo de esta producción se va saboreando el exquisito nivel de la lírica que no deja de empujar hacia adelante a lo largo del disco; desde el delicado reclamo en “You're a Big Girl Now” o “Meet Me in the Morning”, a la rabia al final de cuentas compartida de “Idiot Wind”, hasta la compasión resignada en “If You See Her, Say Hello” y “Buckets of Rain”.
Fue un arduo esfuerzo sacar las letras de su libro rojo, tenía la intención de que la grabación tuviera un toque sencillo y franco; luego de algunas críticas a las primitivas maquetas por ser largas y sonar iguales decidió que fuera completamente acústico. Desde Nueva York, en diez días y acompañado de tres músicos tenia listas las grabaciones para su nuevo vinil, en tanto, decidió serle fiel al toque espontaneo que buscaba y regrabar la mitad del álbum cerca de su primer hogar y con músicos locales, en Minneapolis. Era enero de 1975, y con Blood on the Tracks regresaba a Columbia recién culminado su corto contrato con Asylum Records.
https://www.youtube.com/watch?v=TKMUz2o0NNw
Aunque Dylan ha negado siempre la metaficción que liga estas canciones con su vida privada, al levantarse la aguja del lado B la mayoría lo concluye como un disco honesto; la consagración de su madures como artista, encontrando el equilibrio en sus letras, volviendo a la composición simple. Por el contrario, el mismo Bob ha declarado "Mucha gente me dice que disfrutan de ese álbum. Es difícil para mí relacionarme con eso. Quiero decir... la gente disfrutando de ese tipo de dolor, ¿sabes?". Demasiadas opiniones para un solo álbum cuyos protagonistas hemos sido todos los que alguna vez nos hemos encontrado desangrando en una canción sollozando por lo perdido. Y aun el mismo Dylan nos da un refugio en esas tormentas siempre que entendamos el compartir la vida como un simple giro del destino:
“Beauty walks a razor's edge/someday I'll make it mine”.