Kelly Lee Owens nos enseña a desprendernos de la mente y ser sólo cuerpo por un rato
Por Regina De Miguel
Escuchar Dreamstate, el álbum más reciente de Kelly Lee Owens, en vísperas de Mutek (la navidad para las personas que nos gusta la música electrónica y la ñoñería digital) se sintió de alguna manera poético.
Después de dos semanas de eventos, instalaciones, paneles, conferencias y largas jornadas de fiesta en el marco del festival, finalmente el domingo escribí esto en las notas de mi teléfono:
Qué sagrada y sanadora es la pista de baile
Cuánto amor, cariño y cuidados vi ayer entre la gente
¿Cómo vas? ¿Quieres agua? Te amo, güey ¿Necesitas algo?
Y es que existe algo muy hermoso en el ritual carnavalesco que reúne a decenas, cientos o miles de personas bailando en colectivo a un mismo beat. Sin duda se genera una especie de mantra sanador en la repetición del sonido y el movimiento del cuerpo, no por nada las danzas colectivas han existido como práctica ceremonial desde el inicio de las culturas.
“Durante unos pocos beats, o miles, dejar de ser. No estar aquí, ni en ninguna parte. Un cuerpo trans abandonando sus ansiedades, abrazando su propio extrañamiento, perdiéndose en estos beats alienígenas. Esa sería una buena rave”, escribe Mckenzie Wark en su libro Raving.
El cuarto disco de la cantante y productora de música electrónica galesa Kelly Lee Owens retrata muy bien ese sentimiento que describo anteriormente de desprenderse de la mente y ser sólo cuerpo por un rato.
Dreamstate es un material enfocado en la pista de baile y es probablemente su disco más pop y digerible hasta el momento. A diferencia de discos anteriores, como su homónimo Kelly Lee Owens (2017) o Inner Song (2020), de naturaleza más introspectiva y tonos más ácidos, este es un disco brillante (tanto en ingenio como en luminosidad), optimista y eufórico.
No podría estar más de acuerdo con esta analogía que aparece en una reseña de Lee Wakefield para la revista CLASH: “el disco sustituye la sensación de un sótano lúgubre, por la euforia de un festival de música en el verano”. Lejos de sentirse agresivo, frío o industrial, Dreamstate se siente cálido, resplandeciente y ensoñador.
Lo que predomina en el disco es el sonido onírico del dance/trance noventero y old school; sin embargo, encontramos canciones con pasajes más ambientales como “Ballad (In The End)” o “Trust and Desire”, algunas con espíritu más techno como “Sunshine” y otras con ese toque ácido que ha seguido a Kelly Lee Owens a lo largo de su carrera, como la misma “Dreamstate”. Todo esto acompañado de letras (no muy profundas ni reflexivas) que evocan libertad y hedonismo, cuyo ejemplo perfecto es “Higher”:
A lo largo de sus 44 minutos de duración, el curso de Dreamstate no tiene muchos giros, incluso puede llegar a ser hasta cierto punto monótono (estamos hablando de trance, entonces no sorprende que sea tan repetitivo); sin embargo, la producción suena impecable. Dentro de los créditos de composición y composición podemos encontrar algunos de los nombres más respetados en la escena de la música electrónica a nivel mundial, como Tom Rowlands de The Chemical Brothers, Bicep y George Daniel de The 1975.
Alejándonos un poco del contenido del disco, algo a destacar es que Kelly Lee Owens es la primera firma de DH2, un nuevo subsello enfocado en música electrónica, perteneciente al aclamado Dirty Hit Records, (sello de George Daniel con talentos como Lava La Rue, Beabadoobee, Rina Sawayama y Wolf Alice).
Podríamos percibir Dreamstate como el intento de Kelly Lee Owens de llegar a un público más grande (quizá uno menos clavado) y entrar a las ligas del mainstream (al menos de la música electrónica). Sobre todo después de haber girado por el mundo siendo el acto abridor de Depeche Mode el año pasado.
Este posible salto al lado pop podría ser equiparable a lo que pasó con Peggy Gou hace algunos años, quien pasó de tocar en pequeños clubes y ser parte de un circuito under a tener una de las canciones más virales en Tiktok este 2024 y encabezar algunos de los festivales internacionales más grandes del mundo. Pero reitero, esto es mera especulación.
Sin importar si Dreamstate es mainstream o pop, para mi lo valioso de este álbum es que evoca esa naturaleza catártica, espiritual e instintiva que unx experimenta al bailar al unísono con cientos de personas y a ese estado de consciencia colectiva al que se puede llegar raveando. Al final de cuentas el rave sólo es una versión moderna de muchos rituales de baile que han existido a lo largo de la historia.
Me emociona mucho saber que en 2025 podremos experimentar el show de Kelly Lee Owens en el festival Axe Ceremonia y bailar con miles de personas al ritmo de Dreamstate.