Al estar hablando de algún clásico, los gustos resultan intrascendentes. El clásico es clásico por romper la barrera del tiempo y ser completamente ajeno a las disposiciones de uno.
Hay pocos clásicos tan desafiantes como este disco:
Madonna marcó el inicio de una diva, de aquella que se convertiría en la magnate musical más grande de todos los tiempos. Cuando uno escucha este disco, es evidente ver cómo afectó en el estilo de la época, pues todo pop consecutivo resultaba una emulación del sonido aquí emitido. Ramificar la influencia que esta producción ha tenido es un trabajo arduo, y esto es se eslcarece al escuchar la primera canción: "Lucky Star".
En "Lucky Star" se distingue un sonido electrónico que tiene herencia de los mismos innovadores: Kraftwerk, New Order, Orchestral Manoeuvres in the Dark, entre otros. Todos estos pioneros tienen una influencia sónica en el estilo que los productores "Jellybean" Benitez, Mark Kamins y Reggie Lucas le imprimieron a este álbum debut. Beats en contratiempo y una precisión armónica demasiado bailable, son lo que se escucha al fondo de "Lucky Star". Aunque estos términos parezcan lugares comunes hoy, hace 30 años esta fórmula liderada por una chica de carga sexual preponderante sacudió la manera de escuchar y ver este tipo de música.
"Borderline" y "Burning Up", envueltas en una chaqueta de plástico color rosa pastel, continúan esta tendencia bailable y sumamente alegre. Aunque los temas líricos de Madonna en realidad son recurrentes y masticables —la mayoría hablan del amor, el desamor y el hedonismo en general—, el elemento musical se renueva con cada escucha. Este es un principio clave de Madonna: puede tener una estética que remite completamente a los 80 pero canciones como "Borderline", "Everybody" parecen haberse hecho en la década pasada: ya sea la progresión rítmica, el inocente romance descrito o los suaves meneos de cabeza que provoca —usualmente junto con pequeñas sonrisas— no incomodan ni se sienten anacrónicos, sino todavía invitan al baile y goce vigente.
Madonna es un producto de su época, de ese plano particular que incluye peinados burbujeantes, un sentido de la moda con colores saturados, y ropa ajustada como leotardos o spandex —pieza como "I Know It" o "Physical Attraction" sólo provocan estas imágenes. Todas sus canciones tienen una noción hedonista y festiva, como de discoteca incansable llena de bailes y movimientos que oscilan entre lo chistoso y lo sensual. Por estos elementos, quizá Madonna es uno de los discos menos personales de la cantante, pues todos los cortes provocan movimientos rítmicos y una llamada más a la experiencia comunal y a la celebración desmedida.
Debido a este talante agitado y presencia pop, Madonna no fue bien recibido por todos. Como cualquier expresión que rompe paradigmas, Madonna se ostenta como un disco único, pero varios críticos detestaron su propuesta sentimental y voz chirriante como factores repelentes. No obstante, como se dijo al principio, el tiempo siempre tiene la razón, y si la crítica visceral hizo algo, es darle el empujón que la artista necesitaba para trascender, para continuar realizando discos que obliteraran aquella muralla antipersonal edificada con su debut y generar una verdadera conexión con el escucha en álbumes posteriores.
Por último, varios críticos arremetieron contra el tono agudo en las canciones de Madonna. Más de un periodista dijo que sonaba "como si la cantante hubiera inhalado helio", otros fueron más lejos y dijeron que se escuchaba "como si Minnie Mouse tomara una bocanada de helio". Madonna no se inmutó y, con su clásico porte que mezcla lo trashy con lo elegante, respondió con esta foto:
Una diva destinada a convertirse en un clásico.
¡Felices 30 años a Madonna! Lo único que se puede esperar es que el disco envejezca tan bien como la cantante que lo interpreta.