En medio del estupor, la indignación y el horror que han generado en los medios europeos las recientes revelaciones hechas en nuestro país sobre el caso de los jóvenes normalistas de Ayotzinapa continúa en Tesalónica la edición número 55 de su Festival de Cine. Entre todo lo reportado por acá sobre el penoso asunto, y en una coincidencia con lo que se puede leer y ver en las redes sociales en México, los editoriales hacen especial hincapié en una frase que ha llamado la atención a propios y extraños y se repite una y otra vez: "Ya me cansé".
Afortunadamente el cine no se cansa y de eso dan cuenta las dos películas más importantes de esta jornada, y tal vez de todo el Festival, que se revelan como reflejos de una realidad que se niegan a ignorar.
La primera es la espectacular cinta de Estonia In the crosswind de Martti Helde que denuncia las deportaciones masivas hacia Siberia organizadas por Stalin hace más de medio siglo. La segunda es la película mexicana La Tirisia de Jorge Pérez Solano que muestra el abandono institucional y la descomposición del tejido social de una comunidad en un paraje desértico en Puebla.
En ambas el poder político y el uso de la fuerza militar se combinan de un modo perverso que reprime o ignora agrediendo sistemáticamente, ya sea por obra o por omisión. En ambas los protagonistas, con las mujeres llevando la voz cantante, sufren en carne propia el abandono o la humillación y, paradójicamente, parecen ser las únicas que están dispuestas a moverse y sugieren aunque sea un mínimo espacio para la esperanza.
El cine como memoria y denuncia. Como reflexión y pregunta.
El cine como comentario social e invitación a la acción.
Así, frente a una realidad terrible que sigue superando por mucho a la ficción y desde dos latitudes muy lejanas, el cine sigue demostrando que es mucho más que mero entretenimiento.
El cine no se cansa. Por favor. Que no se canse nunca.
Abrazos desde Grecia.
El More