Por Daniel Sánchez (@daniel_san_) Dos polos totalmente opuestos, aproximadamente tres necios centenares de mexicanos en Rusia y un desquiciado e incomprendido Juan Carlos Osorio resumen perfectamente lo que, hasta el momento, ha sido la participación de la selección mexicana en la Copa Confederaciones.
Cuatro puntos de seis posibles le han dado cierta tranquilidad al seleccionado pensando en el pase a semifinales, pero hay un problema que no tiene nada que ver con Osorio, de hecho va más allá de lo deportivo. El tan citado grito homofóbico, que se ha ido convirtiendo poco a poco en un incómodo y desgastante invitado para la Federación Mexicana de Futbol, está acabando con la poca paciencia de la FIFA y las sanciones que hasta ahora eran 'pequeñas' multas. A raíz de la necedad y de hacer caso omiso a las campañas que la misma federación se ha cansado de abordar en partidos amistosos y de eliminatoria mundialista, una posible eliminación del torneo o la pérdida de puntos en el hexagonal final podrían ser el siguiente paso para erradicar el grito.
Esta advertencia de la FIFA es tan cierta como la doble moral que hay detrás de cada respuesta del aficionado fuera de los estadios al ser cuestionados sobre el tan mencionado grito. Y si bien es cierto que salvo un par de excepciones en Rusia, los mexicanos presentes cambiaron el grito por aplausos, una solución total al problema se sigue viendo lejana.
Pero, ¿por qué hasta ahora la FIFA puso contra las cuerdas a la Femexfut? Hay que ver el contexto ruso, un Estado donde la homofobia es constante, a menos de 365 días de recibir un Mundial no pueden seguir aceptando comportamientos discriminatorios, por ello lo que para muchos no es más que un grito de apoyo, sirvió de conejillo de indias y lo seguirá siendo hasta que se detenga. Hay que entender que no importa lo que signifique en México, ni la intención con la que se grite, la palabra Puto, esa que se dice todos los días, puede dejar a más de 120 millones de mexicanos sin una Copa del Mundo.