El arte desde la trinchera. Con un trazo expresionista, un voluntario alemán retrató los horrores de la Primera Guerra Mundial. Sus dibujos a lápiz y sus gouaches son instantáneas desde el frente de batalla. Lo cruento y lo mórbido del conflicto es puesto de manifiesto gráficamente por este joven entusiasta del sistema filosófico de Friedrich Nietzsche.
Otto Dix alternaba el uso de los lápices o pinceles con el de la ametralladora. Su mirada cubofuturista estaba lista para pintar o disparar (según fuera el caso). Vivió la guerra como una cotidianidad, como una lucha por la supervivencia misma. Ganó renombre como un gran exponente de la Nueva Objetividad Alemana tras el fin del conflicto. La Segunda Guerra Mundial la vivió desde la marginalidad, pues el régimen nacionalsocialista lo calificó como un artista “degenerado”.
El Museo Nacional de Arte presenta desde el miércoles 12 de octubre la exposición Otto Dix, violencia y pasión. Una retrospectiva muy completa a la obra de uno de los artistas más trascendentales del siglo XX.
Esta muestra fortalece la relación multicultural entre Alemania y México a propósito del Año Dual (2016-2017). La planeación y concreción requirió cooperación interinstitucional. Participaron, entre otras, la Embajada de la República Federal de Alemania en México, el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (Marco), el Goethe-Institut Mexiko y diversas instituciones germanas de carácter privado.
Bajo la premisa "Otto Dix te muestra lo que no querías ver", la exposición es un recorrido por todas la etapas creativas del artista alemán. Más de 160 piezas (entre pinturas, acuarelas, grabados y dibujos) divididas en siete núcleos temáticos: 1.- Voluntad del arte, 2.- El fin del mundo, 3.- Muerte y resurrección, 4.- El rostro del tiempo, 5.- Eros en la Metrópolis, 6.- Visión de la realidad, y 7.- La guerra y la paz.
“Su arte tiene una brutalidad que nos impacta, pero a la vez nos despierta. (...) Su trabajo fue constantemente examinado y juzgado desde diferentes perspectivas. Fue elogiado, incomprendido, condenado y destruido”.
Ulrike Lorenz, (Curadora de exposición y Directora de la Galería de Arte de Mannheim).
Otto Dix (1891-1969) fue un cronista visual de su tiempo. Su inquietud por la experiencia directa lo incentivó a suspender sus estudios de arte en la Escuela Real de Artes y Oficios de Dresde para enrolarse en el ejército. Fue asignado a un regimiento de artillería y alcanzó el grado de suboficial en una unidad de ametralladoras. Por más de tres años permaneció en la línea de batalla, primero en Francia y posteriormente en Rusia. En diciembre de 1918 fue dado de baja debido a que tres meses antes había sido herido en el cuello.
Admirador de Van Gogh. Sus más de 500 dibujos a lápiz, gis y tinta, así como sus cerca de 100 gouaches son documentos excepcionales de la Primera Guerra Mundial. Sus primeras pinturas están inspiradas en el temprano Renacimiento Italiano y en las entonces nuevas corrientes como el expresionismo y el futurismo.
"Yo aprendí lo que era el miedo estando joven. Obviamente cuando uno se moviliza y tenía que avanzar lentamente hacia el frente, se topaba con una balacera infernal continua. Pero mientras más se avanzaba, menos miedo se sentía. Ya adelante, totalmente al frente, el miedo desaparecía. Yo debía experimentar todos estos fenómenos a como diera lugar. También tenía presenciar cómo alguien de repente se desploma junto a mí y... ¡adiós! Realmente debía vivir todo eso con detalle. Yo lo quise así. Tampoco soy un pacifista en lo más mínimo. O tal vez he sido un hombre muy curioso. Tenía que verlo todo por mí mismo".
Otto Dix.
Desilusionado por la guerra, vuelve a concentrarse en el arte. En la sociedad alemana de la posguerra se vivía miseria y se respiraba desazón. Este hijo de un herrero socialdemócrata y de una costurera adquirió una actitud dadaísta: integraba pedazos de objetos a sus composiciones, con lo cual dio un giro hacia lo simbólico. En 1920 se interesó en la técnica del grabado ya que el formato le permitía trabajar en serie -y vender por volumen-. Se atrevió a mostrar la contradicción del espíritu humano sin restricciones morales. Sus representaciones de lisiados, prostitutas envejecidas y escenas circenses decadentes le granjearon reconocimiento inmediato.
Sus trazados firmes y enérgicos nunca pretendieron una representación naturalista de tipo “fotográfico”, más aún, la contradicen (por no decir que la niegan). Aún así, lograba capturar lo que algunos llaman la “esencia” de las cosas. De cualquier manera, sus composiciones están cargadas de un intenso valor expresivo. Los distintos autorretratos hechos a lo largo de su existencia evidencian esa percepción frenética volcada sobre sí misma. (Mención aparte merecen aquellas pinturas en las que aparecen sus hijos, allí se toma ciertas licencias).
El periodo de entreguerras resultó relativamente provechoso para Otto Dix. Para bien y para mal, entre luces y sombras, su trabajo por fin alcanzó un gran reconocimiento público.
Tras la imposición del Tratado de Versalles, la llamada República de Weimar fue lo suficientemente consistente con su espíritu conciliador como para soportar la crítica social explícita de este verista. Alemania vibraba con el surgimiento de una nueva época cultural y Otto fue considerado un "acontecimiento artístico" por su perturbadora fuerza expresiva.
En la primavera de 1927 es nombrado profesor en la Academia de Bellas Artes de Dresde. A partir de ese mismo año, se mueve también en círculos internacionales y participa en grandes exposiciones en los Estados Unidos y en Europa. En 1927 y 1931 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York; en 1928 y 1930 en las ediciones 16 y 17 de la Bienal de Venecia, y al mismo tiempo también en Chicago, París, Detroit, Ámsterdam, Viena y Oslo. En 1929 el salón de arte Wolfsberg, en Zúrich, hace posible su primera exposición individual en el extranjero.
Sin embargo, con el ascenso de los nazis al poder en 1933, las condiciones vitales y laborales de Dix cambian radicalmente. Es destituido de su catedra y se le conmina a renunciar "voluntariamente" a la Academia Prusiana de Artes. En septiembre es catalogado por el régimen como un artista "degenerado" ya que su obra mermaba el espíritu combativo de las tropas. A partir de 1934 se le prohíbe terminantemente exponer. En total le fueron confiscadas 260 piezas de varios museos alemanes, algunas fueron subastadas y otras tantas fueron destruidas.
Perdida, pues, la base de su subsistencia, él y su familia se mudan al pequeño pueblo pesquero de Hemmenhofen. Sin trabajo fijo, cesados los encargos y con el asedio de la Policía Secreta del Estado (Gestapo), sus motivos pictóricos cambian radicalmente. Los paisajes incentivan sus reflexiones y se vuelca emular el estilo alegórico de los antiguos maestros.
Poco antes de finalizar la guerra, Dix es reclutado en 1945 para el Volkssturm (último frente popular) y un mes después cae prisionero de los franceses. En 1947 vuelve por primera ves a Desde y se conmociona con la magnitud de la destrucción. Desde entonces y hasta su muerte en 1969, el artista se mueve transita en una Alemania dividida, entre los frentes del modernismo abstracto de la posguerra en el Oeste y el realismo socialista en el Este, entre la exclusión en la República Federal de Alemania y la coacción en la República Democrática Alemana.
"La expresión intensa lo es todo para mí. Mi deseo es aproximarme lo más posible a nuestro presente, ser tremendamente actual sin someterme a dogmas artísticos. El color y la forma por sí solos no pueden sustituir la falta de experiencia ni la emoción faltante. A través de mis cuadros intento acceder al sentido de nuestro tiempo... Pintar es un intento de crear orden. El arte para mí es conjuro".
Otto Dix.
La exposición Otto Dix, violencia y pasión se puede visitar en el Museo Nacional de Arte hasta el 15 de enero de 2017. El MUNAL (Tacuba #8, Centro Histórico) abre de martes a domingo en un horario de 10:00 a 18:00 horas.