“El contrabando existirá mientras haya una línea divisoria, fácil de atravesar, en cuyo lado derecho los efectos de primera necesidad tengan mayor precio que en el otro lado”.
La revista de Monterrey, marzo de 1985.
La historia musical de la frontera norte de la república es muy basta, esto gracias a la estrecha relación entre EE.UU. y México, pero sobre todo por el fenómeno del contrabando, una actividad que data de finales del siglo XIX y que en un principio tenía un flujo contrario al que conocemos en la actualidad. A principios de los años veinte, debido a la ley seca, comenzó el tráfico ilegal de sur a norte, este fenómeno se retrata en corridos que hablan del contrabando de alcohol hacía la Unión Americana, como el de “Los Tequileros”. Es así como da inicio una cultura méxico-americana en la que las sustancias ilícitas juegan un papel importante, sobre todo la marihuana.
https://www.youtube.com/watch?v=D00Dq4bRM0w
Curiosamente, los primeros corridos de narcotráfico fueron grabados en Texas en la década de los treinta y en ellos se hablaba del contrabando de morfina. De acuerdo a investigadores del tema, como Juan Carlos Ramírez-Pimienta, el primer corrido explícito sobre narcotráfico fue “Por morfina y cocaína” compuesto por Manuel Cuéllar Valdez e interpretado a dueto por el autor y Juan González. Está grabación narra el trayecto de un par de contrabandistas que, en efecto, traficaban morfina y cocaína, pero también llevaban marihuana, hasta que finalmente fueron llevados a una prisión de Kansas. A pesar de que la marihuana y los corridos son constantemente relacionados, las raíces del cantar a los narcos o sobre ellos tiene más apego a otras drogas.
https://www.youtube.com/watch?v=6GN2sdKo-qc
En la compilación The Roots of the Narcocorrido editada por la disquera Arhoolie Records en 2004, aparecen junto a los ejemplos citados anteriormente: “La Marihuana” interpretada por el Trío Garnica - Ascencio que data de finales de los años veinte y “El Prófugo” por los pioneros del género Juan Gaytan y Frank Cantú que se presume fue grabado en la década de 1950. Este par de canciones cuyas letras mencionan uso y tráfico de marihuana fueron un parteaguas en el cancionero fronterizo de primera mitad del siglo XX; la primera canción fue retomada años más tarde por el trovador Óscar Chávez, mientras que Gaytan y Cantú, representan junto a Manuel C. Valdez, el vínculo estrecho entre el narcotráfico y la cultura chicana.
https://www.youtube.com/watch?v=MzPEV6vzDEI
Del dueto conformado por Juan Gaytan y Frank Cantú hay poca información. Gracias al cuadernillo del disco San Antonio's Conjuntos in the 1950s de la misma disquera Arhoolie, se sabe que eran parte de un circuito de cantautores de San Antonio, Texas, junto a Manuel Valdez y las hermanas Mendoza: Lydia, María y Juanita. De acuerdo al estudioso del corrido Juan Carlos Ramírez - Pimienta en Zacate que huele a petate publicado por El Universal en 2013, Gaytan y Cantú tuvieron al menos un par más de canciones relacionadas con la marihuana: “¿A poco picas?” grabada en 1938 acompañados por Los Trovadores Alegres y “El papelero” de Cantú junto a Agapito Zuñiga y el conjunto Topo Chico. Está última tiene una letra más explícita en la que aborda también a la heroína y al alcohol.
Letra de “¿A poco picas?”
¿A poco picas?, ¿a poco picas?
¿A poco picas porque fumas mariguana?
Pues no me importa que seas maloso,
mientras la fumas yo vacilo con tu hermana.
Órale cuate, ¿pos qué te cargas?
¿Por qué te escamas siendo que aquí está la mata?
Pásate un frajo, que sea de grifa,
que ya mi güisa ya me trajo la tecata.
Letra de “El papelero”
También me gusta la leña, mamá,
y el pisto de vez en cuando.
Luego, con un papelito, mamá,
parece que voy volando.
https://www.youtube.com/watch?v=1sHsh8Stp_A
En este aspecto es fundamental recalcar que no necesariamente esto quiere decir que la migración hacia Estados Unidos ayudó a incrementar el contrabando rumbo al país de las barras y las estrellas, tal y como el presidente Trump suele pregonar. Al vivir en la zona fronteriza, la convivencia con los traficantes de ambos lados de la cerca es más común, por eso los intérpretes y compositores retomaron este fenómeno para cantar sobre la realidad vivida en una época en la que eran más los prejuicios sobre las drogas que la información sobre sus efectos.
Como bien ilustra el artículo publicado por la BBC Mundo en 2012, “Los narcocorridos ‘nacieron en Estados Unidos’”, esto afirmado luego de una entrevista con Ramírez-Pimienta, autor del libro Cantar a los narcos: voces y versos del narcotráfico. Caso contrario al de los tejanos, en el Pacífico se formó un círculo cultural más juvenil en el transcurso de la década de los 40. Nacido en Tucson, Arizona y criado en California, Lalo Guerrero fue parte de una generación de méxico-americanos que fueron influenciados por el estilo de vida de la Costa Oeste y que moldearon a grandes rasgos lo que hoy conocemos como cultura chicana.
Para entender un poco la importancia de este personaje, Lalo Guerrero es para los chicanos lo que Chava Flores es para los chilangos. “El chicano original”, como lo nombra un documental estrenado en 2006 que retrata su vida y obra, siempre tuvo un sentido del humor ácido que usó para burlarse de las rígidas normas morales de Estados Unidos a través de los pochismos, esa deformación (¿renovación?) del lenguaje en una mezcla de los mexicanismos con los norteñismos. Lalo Guerrero siempre fue desafiante y de esa rebeldía surgió “Marihuana Boogie”.
Enfundados en un zoot suit implacable, sin una sola arruga, los pachucos salían a rumbear a ritmo de un “género” surgido de la mezcla del swing, jazz y ritmos latinos como el cha cha. Los chucos eran la fiel representación de la vida loca, pero luego de que EE.UU tomó la consigna de que la marihuana era la “yerba loca”, comenzaron a deportar mexicanos a principios de los años treinta. Tiempo después los diarios de Los Ángeles comenzaron a satanizar la vestimenta de los pachucos, ahí comenzó la cacería. Anthony Macias, escritor del libro Mexican American Mojo: Popular Music, Dance, and Urban Culture in Los Angeles, 1935–1968, cuenta que la relación de los mexicanos con la marihuana era tal que los músicos afroamericanos de jazz llamaban “cigarrillos mexicanos” a los porros.
También en esta publicación de 2008 se cuenta la historia de la creación del himno a la yerba de Lalo Guerrero. Editada en 1949 al lado de Los 5 lobos, “el chicano original” hizo esta canción dedicada a los pachucos, ya que ellos fumaban mucha grifa. Él nunca fumó, pero se identificaba con ellos. A partir de esto usó a su favor el lenguaje para hacer “Marihuana Boogie” que no obstante su nombre explícito, muchas de las líneas de la canciones utilizan el doble sentido para hacer referencia a la yerba.
https://www.youtube.com/watch?v=URBKVkaOoY0
“Vamos pues a tronarnos las… manos” deja ver la invitación a fumar marihuana, (aunque, de acuerdo con Anthony Macías, el tronar tenía una connotación sexual para los pachucos) mientras que en el siguiente verso habla sobre una relación sentimental con “Juana”, juego de palabras que decenas de artistas utilizaron tiempo después para versar sobre el consumo de la mota “Mi jaina se llama Juana, pero ya todos los vatos le dicen Marihuana”. Está canción no es una apología al consumo, mucho menos al delito, como en últimos años se ha comentado respecto a los narcocorridos. “Marihuana Boogie” es un síntoma de la rebeldía e inconformidad de un artista que brindó identidad a una comunidad oprimida por las injusticias sociales vividas en un país en donde te consideran ilegal.
California es un territorio que históricamente fue cimentado por mexicanos y chicanos. En 2016 se legalizó el uso de la marihuana de forma recreativa, con esto se convirtió en el mercado más importante en EE. UU. y se estima que se perciban 1,000 millones de dólares en impuestos por la comercialización mota. Esta batalla ganada para los californianos tiene parte de su mérito en los chicanos, quienes desde mediados del siglo XX comenzaron a proponer una cultura cannabica. Antes de Snoop Dogg existió Lalo Guerrero, los pachucos ya eran perseguidos por fumar grifa antes del surgimiento de las grandes pandillas en el sur de Los Ángeles. El aspecto racial fue una constante en la persecución y satanización de una planta, que fue una forma más de oprimir a las minorías. Tal vez de ahí la similitud de los chicanos con la planta, que no importa el paso de los años, ambos siguen siendo objeto de juicios sin razón y discriminación.