El reposo del alma: la filosofía del suicidio
En su libro Reflexiones sobre el suicidio, Madame de Staël, escritora y filósofa francesa, menciona que no necesitamos nada tanto como “el reposo del alma”, sin olvidar que el dolor es inherente a la vida, incluso para obtener la felicidad. Es decir, no podríamos concebir la felicidad sin el dolor. Y es en la felicidad y en el dolor en donde encontramos un componente básico de nuestra existencia humana: el deseo.
La capacidad de desear ha ocupado siempre un primer plano en las reflexiones filosóficas aristotélicas, en los poemas de Homero y en las tragedias shakespereanas. El deseo es nuestra motivación, nos permite continuar en el empeño de vivir cuando el hastío de la existencia o la desesperación se adueñan de nosotros. Dicho brevemente: el deseo define nuestra existencia como una sed sin posibilidad de saciarse.
El ímpetu por nuestros deseos nos lleva a superar los obstáculos que se nos presentan, claro está, pero ¿podrían nuestras esperanzas también ser el motivo que nos empuje a no querer vivir? Albert Camus escribió: "El único problema filosófico verdaderamente serio es el Suicidio. Juzgar si la vida es o no digna de vivir es la respuesta fundamental a la suma de preguntas filosóficas”.
Cuando llegamos a esta vida carnal, terrestre, entramos en un reino de felicidades pero también a un cautiverio de desdichas. Con esto, Baltasar Gracián nos dice que si supiéramos a lo que venimos, lo pensaríamos dos veces: “Ninguno quisiera entrar en un tan engañoso mundo y que poco aceptaran la vida después si tuvieran estas noticias antes.” La pregunta que surge es ¿hay que vivir? ¿Hemos de vivir por obligación, por ley natural?
Jean Améry, escritor y ensayista austriaco, nos habla de una distinción interesante: el suicidio y la muerte voluntaria. La última es un acto libre: somos nosotros mismos quienes decidimos sobre nuestro deceso. En alemán, Améry sustituye el vocablo “Selbstmord”, autoasesinato, por “Freitod”, muerte libre o voluntaria. Y se pregunta, ¿a quién pertenece nuestra vida?
En este plano existencial, existen los que esperan la muerte —lo que conocemos como muerte natural—, y aquellos que la buscan de manera intencional. El suicida vivió en el momento en que decidió saltar a su muerte, nos dice Améry. El suicida toma la iniciativa en un acto que su derecho propio, algo que requiere mucha valentía. La contraparte la proporciona Goethe: “El suicidio sólo debe mirarse como una debilidad del hombre, porque indudablemente es más fácil morir que soportar sin tregua una vida llena de amarguras.”
En El mundo como Voluntad y Representación, Schopenhauer nos dice:
“No podemos indicar ninguna desdicha que fuera lo bastante grande para inducir al suicidio a cualquier carácter con mucha probabilidad, mientras que otras lo han causado a pesar de ser comparativamente muy pequeñas”.
Es decir, el acto del salto definitivo, aunque aparezca lleno de impulsos psicológicos, es inaccesible a un examen o análisis, porque rompe con la lógica de la vida y por ende, de la psicología, que no puede hacer frente a ciertos procesos no tangibles que ocurren en nuestra psique. Entonces, ¿cómo comprender al suicida fuera de su circunstancia? ¿Soportar o acabar con los sufrimientos? ¿Cuál es el fin de la vida?
La muerte propia, el autoasesinato, para Schopenhauer está lejos de ser una negación de la voluntad, es más un fenómeno de la más fuerte afirmación de ésta. Lo que el suicida desea más que cualquier otra cosa es la propia vida. La persona que decide cometer suicidio tiene cierto “exceso” de voluntad de vivir, porque algo de esta vida misma que no puede tener es lo que lo lleva a no querer vivir.
Phillip Mainländer, filósofo y poeta alemán escribió que “el universo entero no es sino el cadáver resultante del suicidio de Dios.” Para él, es evidente que “Dios ha muerto”, pero no porque los hombres mismos lo hayan matado, sino porque eligió libremente morir, aniquilarse, al tener conciencia de que el Ser es insoportable, y por esto el No-Ser o la Nada, resultan preferibles. Hay dos casos: o el suicida se enfrenta a la victoria o a la rendición con respecto a la voluntad de vivir, o el suicidio es la única salida válida y legítima para hacernos cargo de algo como la vida.
La solución frente al imperio de la voluntad de vivir es el ascetismo. Un asceta es aquel que practica un estilo de vida austero y que renuncia a placeres materiales con el fin de adquirir hábitos que conduzcan a la perfección moral y espiritual. Entonces, sólo así, podrás luchar contra el suicidio. Es la misma voluntad de vivir que te lleva a amar al mundo y al no poder tener lo que buscas, al no poder obtener eso que tanto deseas, eliges salir de esta existencia. Con la mayor voluntad que existe, quitarte la propia vida.
* Con información de Carlos González Serrano.
El pasado martes 5 de marzo, Leo Moreno, responsable de Contenidos Musicales en Ibero 90.9 abordó el tema en nuestro programa Animal Musical, escúchalo completo a continuación:
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