‘Alice on the run’: huir sin encontrar refugio
Locura, incongruencia e incertidumbre son los elementos que nos rodean en esta obra. Es la Alicia que conocemos, la que cae en la madriguera del conejo para adentrarse en un viaje y encontrarse a ella misma. Esta historia es parecida, sólo que nuestra protagonista no se encuentra en este viaje por accidente, sino que se ve forzada a desplazarse. Suena familiar ¿No es así? Muy ad hoc a la era de las grandes migraciones donde la gente que aspira buscar un lugar donde sentirse acogido, recibe agresiones de por medio. Situada en un escenario movible, la compañía alemana Theatre Titanick nos muestra una probada de los infortunios a los que se enfrentan esas personas que no eligen huir, pero al mismo tiempo no tienen un cordial recibimiento en el lugar de llegada.
En un principio todos estamos a oscuras. Hallados en el patio Los Pastitos, el público rodea el escenario que está próximo a desaparecer. La casa de Alice, ubicada en el centro, se ve destruida por unos guardias que desconoce y es entonces cuando lo pierde todo. Pierde a su amigo el conejo, su preciado tablero de ajedrez y la seguridad de contar con un techo que la resguarde. No le queda más remedio que naufragar en su tina de baño y remar. La audiencia forma parte de la escenografía, simula un mar, mientras Alice realiza un recorrido aleatorio sobre un andamio con ruedas.
Alice on the run plantea un sentimiento de desprotección y abandono, la joven explora todas las islas posibles hasta encontrar alguna en la que pueda establecerse. Si acceden a que se quede, no es por amabilidad, sino porque sirve como un peón más en el tablero. Islas en donde no les queda mayor remedio que hacerla llenar un eterno papeleo para permitirle su estancia, pero no significa que dejen de observarla como invasora. Es donde se le ofrece comida barata para satisfacer su hambruna y beneficiarse del consumismo; con la ironía de ofrecer después entrenamiento en el gimnasio para desintoxicarla de lo que le habían vendido en un principio. Lugares en los que se ve involucrada en conflictos que son ajenos a su persona, pero de cualquier forma la utilizan como máquina de guerra. Sumando a esto la desaparición del conejo blanco, su familia perdida.
Observamos la representación de un gobierno que no defiende a los civiles, quienes olvidados se adaptan a las circunstancias por mera supervivencia. Al conejo lo reencuentra en la isla donde la Reina roja y la Reina blanca (quienes viven en eterno conflicto) comienzan un desafío de ajedrez, pero mandan a esos personajes que les resultan insignificantes al campo de guerra en su representación. Deslumbran los fuegos artificiales que simulan bombas, hasta el punto de acabar con todo lo que encuentran a su paso; incluyendo a los demás súbditos de las reinas y por desgracia, al conejo blanco.
La obra empieza y termina con una protagonista sola, con la ilusión de encontrar un hogar y reencontrarse con su único amigo. En el cuento clásico de Alicia en el país de las maravillas se involucran elementos fantásticos, irrealidades que nos desquician y conceptos sin sentido. La ventaja de la historia original es que la niña que realiza esta odisea, tiene el alivio de despertar del sueño y volver a su cotidianidad. Al final de esta obra Alice se enfrenta a un territorio devastado por la guerra, a una existencia sin arraigos, a la necesidad de seguir un recorrido sin rumbo y a nuevos elementos que conforman la realidad que la persigue. No parece casualidad que sea una obra de Alemania quien abrió la puerta a migrantes pero que ahora decide que el cerrojo puede tensarse de vez en cuando.