Blink 182 se ha disuelto, y con la banda, una forma de ser se ha quebrantado y se lleva entre las piernas una bola gigante de recuerdos imberbes y comportamientos irresponsables.
https://www.youtube.com/watch?v=sT0g16_LQaQ
Al inicio de esta semana, se publicaron una serie de noticias, tuits y chismes en torno a Blink 182; peleas, sustituciones y declaraciones que jamás podrán ser retractadas. Estos encabezados realmente no tienen valor para la gente a quien realmente le interesa la parte más vital y profunda de la banda.
Lo que más duele es que Blink 182 se baja del pedestal para probar suerte como muchos grupos, con un integrante de repuesto que siempre servirá para recordarnos que hay dos Blinks: los tres amigos en patineta que crearon un culto y una forma de ser más allá de la música, y por otro lado, la banda que no se sube al escenario si no es por unos cuantos millones de dólares.
1992 es el año oficial de la formación de Blink-182. En pocos años se convirtieron en el estandarte de lo adolescente, lo estúpido y lo irrelevante. Basta volver a darle play al Buddha (Filter, 1994) o al Enema Of The State (MCA, 1999) para desear salir en la tabla y buscar la pared indicada para pintar alguna figura fálica mal hecha, ser visto por la policía y pintarle dedo, arrojarle tu ICEE y escapar por callejones hasta llegar a casa con mamá.
Blink era la banda de fácil acceso que en sus mejores años era utilizada para conquistar a una niña fresa que usaba el uniforme roto y te hacía dedicarle un gol en la reta del descanso. No por querer ser uno más de Blink 182, ni siquiera por su música. Ellos eran esos tres amigos que nos enseñaban a ser idiotas; tanto que, a la fecha, se nota entre la gente que alguna vez fue fan esa actitud infantil y despreocupada que nos contagiaban.
https://www.youtube.com/watch?v=4tgPhdGPaZM
Nada de pop punk ni happy punk, Blink eran los amos y señores del punk rock californiano, un género en defensa de los acordes melosos y diarreas mentales transformadas en letras con coros extremadamente pegajosos.
Mark, Travis y Tom se volvió una caricatura, como Ed, Edd y Eddy, Los Tres García o Los Tres Caballeros. Así, siempre juntos, siempre siendo niños idiotas corriendo desnudos. ¿Qué sería entonces de las Chicas Superpoderosas sin Burbuja? ¿Qué es Blink (La caricatura) sin Tom DeLonge?
Es la pérdida de esencia de una fórmula que ha funcionado desde el principio de los tiempos, como la santísima trinidad o algo así. Es ver morir una parte de lo que nos queda de adolescentes y no poder hacer nada mientras vemos cómo se comete el homicidio de forma extremadamente rápida y violenta.
Por otro lado, en la música, Blink-182 existe, de la misma forma en la que existe Box Car Racer, Angels & Airwaves, +44 o The Transplants, están en miles de formatos al alcance de un click. La salida de Tom explica no sólo el sonido que últimamente tenía la banda, sino también la extinción de aquella bandera de la irreverencia. Probablemente el negocio y el miedo al fracaso le ganó a los amigos y a tocar por amor al punk rock.
Sin embargo Blink, como una banda, puede volver a ser mucho. No importa si entra a la alineación Sid Vicious o el Papa, importa que tal vez musicalmente no había sinceridad en el proyecto, las formas de creación y lo “true” dejó de producirse en la química de los tres. Algunas bandas lo han hecho y lo han logrado. La leyenda ha perecido, pero Blink parece estar de pie y, aunque lastimados, podrían encontrar en Matt Skiba de Alkaline Trio un nuevo capítulo en una historia que parece haber terminado trágicamente.
https://www.youtube.com/watch?v=HvcOuExmeJg