¿Abrazar el caos o afrontarlo con los guantes puestos? Esto se cuestiona Honeyglaze en el Extracto

¿Abrazar el caos o afrontarlo con los guantes puestos? Esto se cuestiona Honeyglaze en el Extracto

Por Daniel Pontones

¿Quién no tiene un caos dentro de su cabeza? Si alguien con excepción a esta regla está leyendo, felicidades. Pero para los demás mortales, resulta de lo más común tener un cúmulo de pensamientos, emociones, y experiencias a las que no sabemos cómo poner en orden. A veces, se necesita de un medio para poder exteriorizar todo aquello que nos causa un conflicto interno.

La música sirve para eso, tanto el artista como el escucha se reflejan en una obra de diferentes maneras. La forma de relacionarse y conectar con la música, para ambas partes, es casi infinita.

Con esto en mente, la solución parece obvia, el ejercicio de escuchar o crear música sí funciona como una manera de darle orden a todo lo que sucede dentro de nuestras mentes, ¿no? Pues no siempre es así. 

O por lo menos, esto es lo que nos muestra Honeyglaze con su más reciente álbum Real Deal. El trío londinense conformado por la vocalista y guitarrista Anouska Sokolow, el bajista Tim Curtis y el baterista Yuri Shibuichi dió un golpe sobre la mesa con su álbum debut homónimo hace apenas dos años.

Hoy, a través de Fat Possum Records y trabajando con la figura de Claudius Mittendorfer en la producción, lograron transformar su estilo en algo no sólamente más maduro, sino mucho más crudo, vulnerable y agresivamente honesto.

Honeyglaze.

Honeyglaze.

Es un error empezar a definir este álbum con etiquetas como post-rock, prog-rock o peor aún, indie rock. Inspirándose en bandas como American Football, The Zombies y Warpaint, decidieron crear una experiencia sonora que, liderada por la lírica y vocales de Sokolow, transgrede en quien escucha. A través de 11 canciones causa confusión, tristeza, reflexión, catarsis y un alivio que, normalmente, es interrumpido por la siguiente canción.

Las primeras guitarras de “Hide”, con esa potencia y rapidez que se transforma en un diálogo sosegado entre instrumentos, deja en claro desde el principio el paisaje sonoro del disco: un constante movimiento entre la agresividad y la tranquilidad. Hay momentos de introspección absoluta, canciones para destruir algo (aunque sea mentalmente) y arreglos instrumentales para calmarse y simplemente contemplar. No es una montaña rusa, es el constante movimiento de una mente caótica. 

Instrumentalmente, el álbum no puede ser más sencillo: guitarra, bajo, batería, voces y uso de sintes en algunas canciones. Con una alineación de rock muy clásica, alcanzan un sonido enorme, logran mucho con poco. Esto se debe, principalmente, al papel central que juega la lírica y las vocales. 

El alma y brújula de este material es Anouska Sokolow. Todo este viaje lleno de emociones tan complejas y diferentes entre sí es dirigido por una voz pasional y contundente. A veces recita, a veces canta, pero siempre con una entrega sentimental absoluta. Desde los gritos en donde parece que está usando cada uno de sus músculos para que le salga la voz hasta los quiebres que suenan como un nudo en la garganta. La entrega en cada una de las canciones es inmensa.

Pero es la letra lo que le da la sustancia a las voces. En cada uno de los temas es desafiante y brutalmente honesta por decir lo menos. Desde frases que se sienten como un golpe en el estómago hasta declaraciones de rabia absoluta, Sokolow nos pinta un panorama desordenado, caótico, inseguro pero con toda la certeza de querer expresarlo. Es puntual, directa pero insegura al mismo tiempo, oscilando entre lo reflexivo y lo impulsivo. 

Por otro lado, el trabajo de Tim Curtis y Yuri Shibuichi tampoco se queda atrás. Las líneas de bajo de Curtis dan color a los matices más melancólicos del disco y estallan en los momentos de mayor catarsis.

Las canciones, al tener una estructura tan libre, hacen que las líneas de bajo brillen en canciones como “I Feel It All” o “TMJ”. Mientras, la batería de Shibuichi es tan dinámica como lo exige un disco así de cambiante. Es estruendoso cuando se necesita y hace que las canciones caminen en sus momentos más tensos. 

Real Deal es un álbum que, más allá de disfrutarse, se experimenta de una manera reflexiva y sensorial. Es un ir y venir entre la confrontación y la reflexión de una mente que parece no encontrar su lugar en un entorno que parece caerse a pedazos. Entonces, ¿cómo se pone orden a todo este caos? ¿hay que abrazarlo o ponerse los guantes de box y pelearse con él? Más que respuestas, las once canciones nos dejan con más preguntas en torno a ello. Preguntas de las que ni siquiera Honeyglaze conoce la respuesta. 

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