Por Pablo García Camarero - @SimitrioG Santiago Auserón (ex de Radio Futura), en la piel de Juan Perro y en una "configuración" de trío, se presentó en la Ciudad de México como parte de un tour hispanoamericano. Era, en realidad, la preparación para su nuevo disco: El viaje. Bebimos con él y lo conocimos en la distancia corta.
Santiago Auserón removía con la cuchara, desganado, un gazpacho poco prometedor. Se sentía una hora extraña: pongamos que las 11 de la noche, todo sereno y el cuerpo bien capaz de pedir más alegría por el encuentro del Trío Juan Perro con la Ciudad de México —¿dejar la terraza del Centro Cultural España?, ¿perderse por allí, hacia la plaza de Santo Domingo?—, aunque la cabeza recordaba que mejor apurar las copas e ir a dormir al hotel Gillow, pues al día siguiente tocaba avión tempranero y todavía faltaban Guadalajara, Tijuana y ¡La Habana! en el itinerario.
Lo dicho, era una hora como de limbo, esa del 24 de noviembre del 2016. Los otros miembros de trío, Joan Vinyals, “el dimoni de Gracia”, guitarrista prodigioso con toda la música de frontera en sus dedos y Gabriel Amargant, “el pájaro del Maresme”, clarinetista y saxofonista jovencísimo pero sabio, repartían sonrisas, pequeñas confidencias, algo de cansancio. Estaban entre amigos y gente del negocio. Incluso Pato, de la Maldita Vecindad, se animó a leer unos versos: “¡Reciba usted, don Santiago, saludos de un pachuco pata de perro que le dedica su admiración! ¡Valgan sus canciones y mi palabra, reuniones de brebajes, ingredientes de un conjuro, especias y condimentos de un especial potaje, para encontrarnos si la suerte quiere en otra ocasión, querido caballero español, Santiago Auserón”!
No es que se estuviera compensando una larga ausencia del trovador viajero; hace apenas tres años que Auserón y Vinyals pisaron las playas de Tijuana para encontrar el ánimo de escribir y grabar “En la frontera”. Lo que ocurre es que entre México y Juan Perro actúa un “germen contagioso no identificado, que cambia mi manera de componer”, como nos dijo el propio Perro unos segundos antes de que pasara por sus ojos una sombra de preocupación. ¿O era agotamiento? Más bien algo más, él también confesó. En pocos días presentaría una especie de examen, y sentía la ansiedad del estudiante. En La Habana Auserón daría un concierto y demostraría los tesoros acumulados en la maleta tras su visita a la isla en los años 90, ya con los ropajes de Juan Perro, cuando fue a beber de las fuentes del ritmo afrohispano. Los viejos soneros de Oriente ya no lo verían, pero ni hablar: el aplauso cosechado en Cuba tiene otro valor.
(Lo que Auserón no podía presentir, ni con todos sus superpoderes de palabra e imaginación, es que a esa misma hora rara Fidel Castro estaba agonizando. Que su concierto se cancelaría a causa del luto oficial cubano, que Vinyals y Amargant partirían a España y que él iría de todos modos a La Habana… aunque esa es otra historia —que ojalá contemos algún día.)
Ligero como la brisa
Eso sí: el aplauso en la Ciudad de México para el trío fue, quizás, el más arrebatado. Sorprende la sólida naturalidad con la que se planta el ensamble. Vinyals es el sideman perfecto; podría en cualquier segundo hacer alarde de su musicalidad y velocidad, pero se contiene admirablemente y trabaja nomás para el storytelling de Juan Perro. Y Amargant, podría uno jurar, con nadie se lo pasa tan bomba como con estos dos viejos lobos de escenario. En el camerino, ante los tres músicos, expresamos admiración por este equilibrio; casi, casi nos parece que esta música, hecha para poner en evidencia la forma afro-árabe-caribeña-mediterránea-delta-del-mississippi de nuestros gozos, encuentra su vía perfecta en el trío. Auserón, Vinyals y Amargant coinciden en poner cara de “¿Pero tú de qué vas, tío?” ante nuestro juicio contundente. No, no, no. Aquí no hay nada definitivo. El ensamble es producto de una decisión tomada on the road. Una adaptación flexible. Una lección de precariedad en el mejor de los sentidos —antídoto contra la pesadez e inamovilidad del rockstarismo. Podría ser un quinteto, un dúo o, qué cojones, Juan Perro solo con su guitarra acústica, que es como se grabó El viaje, nuevo disco, contenedor de algunas de las canciones que se interpretaron en el Centro Cultural España.
Pero ese 24 de noviembre todavía ignorábamos la apuesta particular del disco. Escuchamos versiones de gira, de embrujo, de broma, festivaleras, desorbitadas. Adoramos la versión lenta de la vieja “Obstinado en mi error” y los ecos de Compay Segundo en “Ámbar”. Nos recreamos con las narraciones de ensoñación un poco crooner que Auserón regala a modo de presentación de las canciones, capaces de demostrar el erotismo profundo del fósforo en los huesos o la relación entre los electrones y el amor. O algo así entendimos.
Hay un monumento: “Los inadaptados”. La canción está inspirada en Marilyn Monroe; más específicamente, en The Misfits, la película de 1961; más específicamente, en la manera en que Marilyn, Clark Gable, Montgomery Clift y el director John Huston brillan con decadencia en esa película, que para Auserón es el “sistema de signos del siglo XX entero”. Sí, estamos ante el Juan Perro más lúcido y más nostálgico.
Fue un conciertazo, pues. Había mucho que celebrar en la terraza del Centro Cultural España, pero a alguien se le ocurrió poner sobre la mesa, ahí nomás al lado del gazpacho, el triunfo de Trump en las elecciones presidenciales de EU. Y ahí tienen que Auserón salió de lo que interpretamos como preocupaciones habaneras para vestirse de pies a cabeza de Juan Perro y hacer un alegato contundente. En cortas frases subió los ánimos generales, reclamó entusiasmo, y señaló que el racismo anglosajón que parece instaurarse es en realidad una oportunidad de oro para reafirmar “el milagro divino de la cultura hispanoamericana”. La historia nos ha dado el pretexto idóneo para mandar al diablo de una vez a los que no nos comprenden y para construir el futuro de nuestras personas, nuestra lengua, nuestra música. Amén, Juan Perro.
Lo que queremos decir aquí es que 2016 concluyó musicalmente a finales de noviembre con más alegría de lo esperado, y le dio buenos motivos a 2017. Llegó la hora (extraña) de escuchar El viaje.