Un súbito descenso de la mano de Chalamet

Un súbito descenso de la mano de Chalamet

Foto vía: IMDb

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El súbito descenso. La nueva obra del belga Felix Van Groeningen, Beautiful Boy (2018), retrata la vida de Nic Sheff, un adolescente de dieciocho años que se encuentra inmerso en una atmósfera conflictiva debido a su consumo de drogas. Aunque el tratamiento a veces puede suponer una visión simplista sobre este problema, el largometraje se esmera en afrontar la realidad. 

En un principio, el largometraje buscaba retratar y denunciar uno de los mayores problemas que azotan la realidad de los Estados Unidos: la drogadicción como una respuesta instintiva ante el creciente desinterés y escasez de bienes y recursos para sobrevivir principalmente de las minorías del país. Cabe destacar que, dentro de la película, ningún afroamericano o persona de tez relativamente oscura, aparece en pantalla; un aspecto en el que flaquea la propuesta.

En la actualidad, David y Nic Sheff son conferencistas que recorren el país en busca de llevar su mensaje a todas partes: las drogas son una pesadilla en la cual el ser humano puede caer. Dentro de la cinta, parecería que la marihuana es la llave maestra para desencadenar todo el consumo de drogas más pesadas, como LSD o metanfetaminas, un tema que tampoco se aclara del todo y en donde únicamente permea la continuidad repetitiva del protagonista que no añade una narrativa.

Foto vía: El diario.

Foto vía: El diario.

Protagonizada por Steve Carell y Timothée Chalamet, la biografía de la familia Sheff es una constante histórica que busca desenterrar el mito y el tabú para sumar al debate del uso recreativo de las drogas y su legalización, sin dejar de lado el continuo empeño por hacer notar el lado más desagradable de las mismas. Las actuaciones son tajantes y los arcos de los personajes permiten que estos dos pesos pesados de la actuación logren conmover hasta el borde de su asiento a todo espectador.

Groeningen utiliza principalmente el recurso de flashbacks para ordenar la historia (y la vida) de Nic. Dentro de este vórtice de locura al cual es arrastrado con todas las facilidades (recibe dinero cada cierta fecha de su papá, no trabaja ni tiene obligaciones extracurriculares y su familia está acomodada dentro del sistema democrático) el personaje interpretado por Chalamet no permite una recreación o incluso una afinidad más personal con él. Todos los círculos se cierran y tienen una explicación. En cierto punto la historia puede llegar a ser repetitiva y no aporta más que un sentimiento de claustrofobia dentro de la misma narrativa.

Las historias del padre e hijo se tergiversan pero nunca se unen. El largometraje podría seguir por un lado la historia del adolescente problemático y confundido y por otra parte la del padre que cuestiona y busca una mejor realidad. La dificultad dentro de este anillo de historias radica en el hecho de unirlas. En ese sello sobre el cual se busca encontrar un balance entre ambas, permanece, intacto, un constante uso de aleccionadores momentos que nunca funcionan para el protagonista. La denuncia horrorizada y en cierto punto manipuladora y demagógica puede cansar a más de un espectador.

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