Ilustración vía Washington Post. Desde el inicio de su campaña, el republicano Donald Trump dejó claras sus tendencias proteccionistas. Bajo la premisa de recuperar los empleos americanos que, según él, se perdieron con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el empresario americano amenazó con la creación de un muro económico construido con altos aranceles.
Los efectos de dicha amenaza surtieron efecto incluso antes del inicio de su administración. El pasado 3 de enero de 2017, la automotriz americana Ford anunció la cancelación de una planta en San Luis Potosí, con una inversión de 1,600 millones de dólares. Los administrativos de la compañía declararon que la decisión es atribuida a un ámbito empresarial, más que político. Sin embargo, el mismo Trump asegura que se debe a sus planes de establecer aranceles de 35% a los productos mexicanos de exportación.
Si bien esta medida llevada a cabo por Ford representa una significativa pérdida de inversión extranjera en nuestro país, y por lo tanto una merma en la creación de nuevos empleos, lo que significa un gran riesgo para México son las posibles acciones a futuro. Como Trump expresó en Twitter: “Esto es sólo el comienzo”. Las declaraciones sobre los planes del mandatario estadounidense, parecen ignorar el estado del modelo económico actual y el funcionamiento de cadenas productivas entre empresas de distintos países; por lo que simboliza un peligro tanto para la economía mexicana como la estadounidense.
En el plan de los primeros 100 días de su administración, resulta evidente que Trump buscará renegociar el TLCAN desde el primer día de su mandato. En caso de no llegar a un acuerdo, el mandatario expresó que Estados Unidos se retiraría del tratado bajo el artículo Nº 2205 del mismo. Ante esas circunstancias, México podría acudir a la Organización Mundial del Comercio (OMC), ya que ambas naciones forman parte de ésta. La OMC establece sus propias políticas arancelarias, las cuales tienen que ser cumplidas por todos sus miembros.
Como se menciona en un artículo del diario Excélsior, los aranceles establecidos por la OMC entre Estados Unidos y México son de 2.5% para autos ligeros, 25% para pickups, un promedio de 3.3% para el sector industrial y 4.8% en el sector agropecuario. Si Trump excede esos porcentajes, violaría las regulaciones a las que está sujeto Estados Unidos como miembro, por lo que se vería forzado a retirarse, dejando al país en una situación vulnerable en la economía mundial.
En caso de salir de la OMC, Trump cedería el paso para que China (también miembro de la OMC) establezca más acuerdos económicos internacionales y multilaterales, lo que representaría, en un marco global, una amenaza para la economía de los Estados Unidos. Adicionalmente, los miembros de la organización podrían establecer libremente aranceles para los productos de exportación estadounidenses.
Las amenazas de Trump ante el TLCAN y el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) pueden significar para México la oportunidad de buscar nuevas rutas de diversificación del mercado. Actualmente, el principal aliado económico de nuestro país es Estados Unidos, al cual se exporta alrededor del 77.5% de los productos nacionales, de acuerdo al INEGI. Según un artículo de Forbes, ambos países intercambian 1,400 millones de dólares diarios.
Entonces, ¿es ahora el momento para que México se mantenga firme y presione a su vez al vecino del norte? A lo largo de su campaña, el discurso dominante del republicano, posiciona a México como el verdadero ganador en torno al TLCAN. Sin embargo, como refiere el New York Times, los más beneficiados por el acuerdo son las grandes compañías estadounidenses. Lo anterior se puede notar principalmente en el sector agropecuario, en el que las empresas norteamericanas exportaron 11.9 millones de toneladas de maíz a México en 2015. Esto, combinado con una disminución de los subsidios en el campo, llevó a la pérdida de alrededor de 1.3 millones de empleos nacionales, según El Economista.
Al intentar golpear a la economía Mexicana para proteger los empleos estadounidenses, Trump corre el riesgo de dañar más a su propio país. Las empresas nacionales y americanas dependen de cadenas de producción bilaterales para llevar a cabo su función económica; en este sentido, una guerra comercial entre ambos países sería igual de perjudicial para los dos, ya que México es el segundo mercado más importante para los norteamericanos con 236,377 millones de dólares importados el año pasado, según el Banco Mundial. El riesgo en los planes de Trump recae en ver a su vecino del sur como enemigo y no como aliado. Si entendemos que la relación bilateral entre ambos países es vital para un crecimiento mutuo, es importante que ante las amenazas de la nueva administración norteamericana, México permanezca firme y reconozca su propio valor. Las acciones de Donald Trump presentan las posibilidades de perder a uno de sus principales socios comerciales, romper relaciones con la comunidad económica global y ceder el paso a su competencia; una jugada que podría dejarlo en jaque.