Sobre la Ciudad de México cae la tarde para dar paso al cielo obscuro. Es un viernes por la noche y en cada esquina de la colonia Condesa, se arremolinan ríos de gente enfrente de bares, centros nocturnos y restaurantes. Se oye el chasqueo de tacones sobre el pavimento y el tenue murmullo en el aire da un giro rítmico, e invita a sus habitantes a salir de fiesta. Mientras tanto en el Plaza Condesa se oficia la misa obscura; el servicio se preside por los brujos de Sonido Gallo Negro. La magia se hace presente ante los ojos de todos entre alebrijes de lengua larga y calaveras circulantes. El ambiente previamente estoico se derrite como cera.
Todo asistente se queda inmóvil por unos microsegundos hasta que la cumbia psicodélica se cierne a la carne. En ese momento inicia el baile de un chamán invisible que invita a todos a seguir su ritmo. La cumbia salvaje hace eco dentro dentro de los asistentes y un espectáculo de apertura se transforma en uno de una hora y cuarto, tiempo que pasa como arena entre los pies danzantes del público. La promesa de baile eterno se cumple, y ese era apenas el inicio del rito al cuerpo que acontecería ayer por la noche.
Sonido Gallo Negro se retira después de una despedida llena de coros; aparece sobre el escenario un set de gran variedad instrumental: tambores tradicionales, tarolas, tornamesas, sintetizadores...imagen profética de la música mestiza y de sangre candente. La pintura fosforescente y trajes estelares recuerdan al futurismo que resurgió en la década de los noventa, tanto que bien podrían ser extraterrestres de lo Power Rangers. Pero Systema Solar es mucho más que lo que capta el ojo.
Lo primero que distingue a Systema Solar de otras bandas es el histrionismo de sus integrantes. Acunar en los brazos al micrófono y los sintetizadores refleja el respeto que le tienen a su trabajo y a la música. El instrumento es una extensión de ellos y su pensar. Antes de que el cerebro pueda ejercer algún acto de protesta, el cuerpo se rinde ante el latir del tambor.
La velada se puede dividir en dos realidades posibles. En una se vive un baile sin cese alguno y lleno de un frenesí de carnaval posmoderno; o se puede vivir una proyección astral, en el que las letras son el sentido y la música es el vuelo de la mente. El espectáculo es mucho más que un hechizo de baile o pensamiento social. Es un momento de regreso a las raíces de la realidad latinoamericana, observarlas y saber que son también parte del público.
El sabor en la boca al terminar la noche es el de cerveza de barril; sudor y alegría de poder estar en un tiempo y espacio en el que la mente y el cuerpo se alinean con la música de los astros. Un cálido recibir del público significa la entrega total del músico; Systema Solar dejó proyectar en los oyentes su misión en la vida como músicos del mundo y para el mundo.
El tema central del concierto fue la unidad y la ruptura de barreras entre la gente. Por medio de ritmos cumbieros y electrónicos el público dejó de pensar en aquello que le distingue de los demás. En lo que tarda una reflexión social, dejaron de existir camisas con los dos últimos botones abrochados, faldas de algodón, lentes de pasta, etc. El público se fundió en el sistema musical. No había colombianos o mexicanos, o comunidad latina; había gente bailando.