De ‘Allá en el Rancho Grande’ hasta ‘Salón México’ (o de cómo transitó la mujer la pantalla grande)
Son recurrentes las comedias rancheras en el imaginario colectivo sobre la Época de Oro del cine mexicano: charros guapos y bien vestidos inmersos en una bella fotografía de paisajes vírgenes y campiranos, mujeres tímidas, bellas y cuyo honor queda siempre expuesto al escrutinio social, chuscas situaciones y finales felices , acompañados de alguna canción ranchera.
Allá en el rancho grande(1936), actuada por Esther Fernández, una de las primeras exponentes de la Época de Oro del cine mexicano, sólo se construye a través de la masculinidad que profesan Felipe y José Francisco (René Cardona y Tito Guízar), Dos tipos de cuidado (1953), con la participación de Yolanda Valera y Carmelita González, quienes dan vida a dos chicas (María y Rosario) que son el centro de atención de los enamorados Jorge Bueno y Pedro Malo (Jorge Negrete y Pedro Infante), que de no ser por los buenos sentimientos de los dos alegres rancheros, sufrirían el reproche social por su condición femenina reprobable, o Flor Silvestre (1943), Esperanza (Dolores del Río), una tímida campirana que sufre los designios de don Francisco (Miguel Ángel Ferriz) quien trata de preservar su condición social prerrevolucionaria en un México posrevolucionario.
A mediados de siglo, con el fin de la Segunda Guerra Mundial, la tendencia cinematográfica giraba en torno a retratar la vida urbana de incipientes y modernizadas urbes en transición. México como líder cinematográfico regional, competía contra Argentina por consolidar su influencia regional en América Latina: la batalla en “la diplomacia del celuloide”; como lo llamó Seth Fein.
La necesidad de nuevos enfoques y nuevas tramas, más allá de rancherismo campirano mexicano posrevolucionario se hizo evidente. Joyas cinematográficas como Nosotros los pobres (1947), Los Olvidados (1950) o Un rincón cerca del cielo (1952) irrumpen en la privacidad de las fotografías más marginadas de las urbes mexicanas.
Es así como llegó a la pantalla grande Salón México (1948) dirigida por Emilio “El Indio” Fernández. Una joya cinematográfica que conmueve tanto por su trama como por la naturaleza e historia de sus personajes. Una brava Mercedes (Marga López), quien trabaja como cabaretera vive las inclemencias del desamparo del Estado, la marginación laboral y el rechazo social por su condición socieconómica como por su oficio. El bueno y honesto policía Lupe López (Miguel Inclán) y el malo y perverso Paco (Adolfo Acosta), la dicotomía perfecta entre la cual Mercedes nos sumerge en un breve retrato de la Ciudad de México de mediados de siglo, desde los ojos de una cabaretera de centro nocturno.
En esta época de transición de enfoque en el cine mexicano es que la mujer empieza a dejar el papel relegado de bella acompañante del aventurero y galante ranchero (Allá en el rancho grande), de la sufrida y tierna abuela (Mi madrecita), de la bella pero indefensa indígena (María Candelaria) o la sumisa y abnegada madre (Macario). En Salón México, Mercedes es mujer pero proveedora, bella pero no indefensa, consciente de sus limitaciones socioculturales pero no por eso sufrida o abnegada.
Más allá de las escenas melodramáticas y el morbo y exoticidad -para su época- que resultaba Santa, la particularidad de Salón México reside esencialmente, que dentro del esquema de la Época de Oro del cine mexicano, es de las primeras películas que se atreve a retratar un enfoque alterno sobre los temas que versa el cine de los 50 y desde una perspectiva seria y concreta sobre la condición social, económica y cultural que vivían las mujeres trabajadoras de cabarets en el México de mediados de siglo. Mercedes es un personaje construido en sí mismo y no como una alteridad de las figuras masculinas que la acompañan en la cinta resulta entonces una innovación cinematográfica mexicana que empieza a poner en tela de juicio si el papel de la mujer se encontraba relegado al de bella amiga del enamorado ranchero.
La mujer gana protagonismo frente a la cámara. Aventurera (1949) y Sensualidad (1950) son muestras del cómo la mujer, esencialmente desde el género cabaretil se proyecta en el cine mexicano, como la mujer brava, revanchista e indomable. Surge Maria Félix y toda una iconografía frente a la femme fatale. Lo cual, inaugura una nueva forma de pensar a la mujer en el cine mexicano, pensamiento que progresivamente ha ido cambiando hasta el día de hoy, desde los eróticos 70 con La primavera de los escorpiones (1971), La viuda negra (1977) hasta cintas reivindicadoras como Espiral (2008) hasta la nueva agenda de la inclusión con Roma (2018), más recientemente.
La Época de Oro del cine mexicano, momento importante para la diplomacia cultural mexicana, expone los mayores atractivos de un México que hasta el día de hoy preserva elementos como la cultura, el paisaje e incluso en algunos momentos, la vestimenta.
Sin embargo, en el marco del Día Internacional de la Mujer cabe hacer, en primer lugar un reconocimiento al inicio de la mujer como centro del escenario fílmico mexicano y a la mujer de la Época de Oro del cine mexicano como motor de cambio en el enfoque tradicional artístico mexicano, en segundo lugar, un reconocimiento a la participación de las mujeres en la construcción de una de las épocas artísticas más ricas de las que podamos pensar y finalmente, a la mujer en el cine de Oro como legadoras de una herencia cultural que hasta el día de hoy nos da sentido e identidad como sociedad.