Reseña: Miscelánea El Deseo. Ensayos y confesiones

Lo mucho se vuelve poco con sólo desear otro poco más

Francisco de Quevedo

Prohibir algo es despertar el deseo

 Michel de Montaigne

Muchas veces leer es retomar una charla que se inició hace miles de años. Al levantar la tapa de un libro de un autor posterior a nuestro siglo, entramos en comunicación con los muertos, escuchamos con los ojos a los difuntos, como el gran Quevedo sentenció. Leer es mantener viva la llama del diálogo milenario.

En tiempos del reinado de lo efímero, la inmediatez y la sociedad del espectáculo, a veces, se coarta la conversación, ya que el mercado editorial exige siempre nuevos best-sellers. Las mesas de novedades editoriales se renuevan con un ritmo vertiginoso. Navegar entre la inmensa mar de opciones que ofrecen los monopolios editoriales es una misión difícil y a veces suicida. No obstante, la conversación continúa.

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¿Habrá novedad literaria? Bien lo dice el Eclesiastés en su capítulo uno, versículo nueve: “¡no hay nada nuevo bajo el sol!”. La literatura es un oficio que a lo mucho tiene cuatro grandes temas recurrentes a lo largo de toda su historia (la vida, el amor, la muerte y el viaje), la originalidad de un autor radica en el tratamiento que emplee para presentar su obra, los parámetros son muy difusos. Muchos autores naufragan en su audaz o ingenuo intento.

Atto Attie (CDMX, 1972) presenta en Miscelánea El Deseo. Ensayos y Confesiones, editado por Textofilia, una serie de escritos que evocan la noción clásica de los essays de Michel Montaigne, es decir son un puro ejercicio de la curiosidad:

De cien carices que cada una ofrece, escojo uno, ya para acariciarlo solamente, ya para desflorarlo, a veces para penetrar hasta la médula; reflexiono sobre las cosas, no con amplitud, sino con toda la profundidad de que soy capaz, y las más de las veces tiendo a examinarlas por el lado más inusitado que ofrecen.

Aventuraríame a tratar a fondo de alguna materia si me conociera menos y tuviera una idea errónea de mi valer. Desparramando aquí una frase, allá otra, como partes separadas del conjunto, desviadas, sin designio ni plan, no estoy obligado a ser perfecto ni a concentrarme en una sola materia; varío cuando bien me place, entregándome a la duda y a la incertidumbre, y a mi manera habitual, que es la ignorancia. (Capítulo L, “De Demócrito y Heráclito”)

El leitmotiv que recorre las 105 páginas del libro es la persecución del deseo por parte del ser humano y su consecuente sensación de desarraigo y no plenitud al nunca sentirse satisfecho. Entre el ensayo y la confesión a flor de piel, se presenta el deseo como motor de la humanidad y del propio autor. Metafísica, arte, filosofía, rock, pop, cine y religión, todo reforzado con el amplio bagaje cultural de Attie.

Las sombras de Freud, Milton, Leonard Cohen, Sartre, Unamuno, Eco, Benjamin, Paz, Cobain, Elliot Smith y muchos más, campean en las disertaciones del escritor. Eros y Tánatos (vida-muerte) las dos grandes pulsiones de la vida, el sentimiento de orfandad, el gran vacío que permea a las sociedades del siglo XXI (el sentimiento trágico de la vida, Unamuno dixit) son los ejes centrales por donde transitan las reflexiones de Atto.

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¿Cómo paliar la soledad?, ¿cómo lidiar con la desesperación de vivir en la hiper-modernidad líquida?, ¿cómo sobrevivir a la pandemia del siglo XXI: la depresión? Attie, propone que el acercamiento al mundo del arte podría ofrecer una posible salvación. La monótona y alienada cotidianeidad se combatiría con la incansable búsqueda de la esencia de las cosas. Esencia que el arte, emanado del creador (tocado por la divinidad o producto del genio, la constancia y la racionalidad), revela y conduce a una redención por medio de la catarsis espiritual. O tal vez no, la fuerza creadora a veces termina devorando al artista o es incomprendida por el público.

Atto, como muchos otros, escribe (porque la escritura no cura, pero sí acompaña), se deleita con el cine, con una sonrisa, con un amanecer, trasciende el mundanal ruido por medio de la música. A veces la redención de un ser humano se encuentra en un poema, en una canción, en una película o en un simple beso. Uno nunca sabe.

Lejos de proporcionar respuestas, Attie deja a sus lectores con un manojo de preguntas, despierta la curiosidad que incita directamente a continuar la conversación, no para encontrar posibles soluciones, sino para andar (“la acción purifica”), para buscar sin la certeza de nada. Porque la vida es un viaje en paracaídas, una búsqueda incesante en donde importa más el camino que se recorrió, las aventuras e infortunios que se vivieron, y no el destino, como bien lo dejó plasmado Cavafis en su hermoso poema Ítaca

En palabras del propio Atto:

Mi absolución consiste en saber que nunca confiaré en los resultados de las filosofías, sino que seguiré preguntando, indagando. Ésa es justo la respuesta que le puedo dar a mi vida: justificarla como una búsqueda infinita.

Attie, Atto. (2015). Miscelánea El Deseo. Ensayos y Confesiones. México, DF: Textofilia.

Miscelánea El Deseo

 

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