Por: Sofia V. (@sofiavim)
Calacas Jazz Band, Bien Bonito (2013).
El trompeteo provoca un movimiento en el interior del cuerpo, haciendo que el esqueleto comience a zarandearse sin oportunidad (ni deseos) de detenerlo. Ésta música transporta esos huesitos bailadores a un ballroom en los años 20, llena el cuarto de calacas jazzeras con sombreros y plumas, labios rojos y cigarros con boquilla sostenidos por unas hermosas catrinas, e incita el swing de caderita y hombro al ritmo del Dixieland mexicanizado de las Calacas Jazz Band. Si no son sus métricas nueva-orleansescas con cadencia sabrosa y picosona, son las baladas ricas que antojan una pareja para moverse pegaditos, mientras se sienten las entrañas enamoradizas y calientitas del otro, y si se susurran las letras al oído, ¡mejor!
Juntos desde el 2006, esta banda de chilangos ha logrado una reformulación de la música mexicana con todo el sello de los Squirrel Nut Zippers y la influencia de la Preservation Hall Jazz Band. Sus seis integrantes, Alejandro Hernández en la batería, Gary Anzures en la tuba, Ángel Leal en la trompeta, Jazmín Luna con el saxofón, Cristian Merino el bajo, y la importantísima María Arellano al cargo de la voz —remitente a una atinada combinación entre la perspicacia de Katharine Whalen y la sensualidad sureña de Bessie Smith— entregan 15 canciones en su más reciente álbum Bien Bonito, que sí que lo está.
Su iniciación en este estilo llegó por casualidades académicas cuando, mientras estudiaban en la escuela de música DIM, tuvieron que hacer un ensamble musical y alguien llevó las partituras de "Sweet Substitute", composición de Jelly Roll Morton, uno de los grandes del jazz de principios del siglo XX, que ejecutaron con sabor y talento.
Su clara facilidad con éste género los encaminó a la creación de música que puede embarcar a una cena a la luz de velas en un barco de vapor que va sobre el Río Mississippi con “I’ll See You In My Dreams”, o a un bar lleno faldas de olanes revoloteando por todas partes al ritmo del banjo y el saxofón, con vocales ricos y veloces al ritmo de “I Can’t Dance Got Ants In My Pants”. Sin importar si es para echar el buen bailongo o para romancearle, la música del sexteto mexicano tiene la cualidad de transportar a otro tiempo y espacio muy sabrosón.
La quincena de piezas oscila entre el blues romanticón y el swing para romper caderas, comenzando con “It Don't Mean A Thing (If It Ain't Got That Swing)”, originalmente de Duke Ellington. Dando un giro, la única canción que tiene letra en español, pero que llega a las entrañas como si Louis Armstrong ronroneara al oído, “Todo Lo Que Puedo Es Darte Amor”; una serenata digna de suspiros, provocadora de miradas perdidas en sueños guajiros de amor.
http://youtu.be/K__vzMmUtPc
Luego, unas cuantas rolas después, se puede topar un sonido mucho más swingero, rozando muy de lejitos el rockabilly, que antoja baile de falda con mucha crinolina al compás de “Everybody loves my baby”. Mientras tanto, “Egyptian Ella” tiene un dejo teatral cómico, muy a la onda minstrel, y junto con “The Sheik of Araby”, se percibe un sonido casi Klezmer.
http://youtu.be/SOwEUm6ieVc
En la Fonoteca (y los corazones) del Pocajú, este álbum ya tiene un lugar especial en la estantería de música para echar el swing en crinolina al lado de unas calaquitas en noviembre. Aquí va para que le escuchen, le opinen, le suspiren y le bailen.
https://play.spotify.com/album/1nKWJPzzuboXqkeG8jntbR