¿Qué monstruo se llevó al miedo y cuándo lo va regresar?
Cine tipo metraje encontrado, de falso documental, paranormal, slasher, gore, naturalista, thrillers de suspenso, horror y un chingo más. La lista bien puede ser interminable, pero dentro del enorme y confuso catálogo de subgéneros, con todo y sus discrepancias, existe un argumento irrefutable; actualmente no podemos pensar en la industria del cine sin considerar al cine de terror y sus muchos representantes.
Desde quererse disfrazar del monstruo/asesino/zombie/alien ó híbrido raro más exótico y sanguinario, hasta sufrirlos en pesadillas: las películas de terror han estado presentes en distintas partes de nuestra vida, igual lo estuvieron antes y continuarán sin nosotros. Es inevitable pensar en los filmes de nuestra infancia (esos que nos pusieron nuestros primos) y decir que la calidad es cada vez más ruin. Pensamos como adultos y aseguramos que lo que nos daba miedo antes ya lo superamos; sostenemos que ya nada nos asusta, pero ¿cuántas veces hemos escuchado a nuestros padres y abuelos mencionar el impacto de El Exorcista? ¿ó traumas por escenas de la película Eso?
El cine de terror es contextual pero también evolutivo; es basado en los clásicos, apelando al miedo colectivo o enfocándose en un error “natural”, o al menos aquel que tuvo éxito en el pasado. Y es que no importa qué tan ficticia sea la historia, siempre debe tener una conexión con lo real, formando una mayor cercanía con el espectador. Actividad Paranormal, por ejemplo, se lo tomó a fondo. Un filme que parecía regresar al terror a sus épocas de gloria terminó en un saga donde solo destaca la primera. Esto ha sucedido con un sinfín de producciones que al final no son dignas del género. Quizá el espectador no se ha enfrentado a una película que cuente algo realmente horrible, ¿será que no ha visto la verdadera calidad y potencial del cine de terror?
Es el cansancio de ver una película predecible, sin profundidad, lo que llevó a la sobreproducción del terror. En películas como La Monja, Piranha 3DD, Halloween (2018), Slender Man, The Purge, Annabelle (una lista igual de interminable) donde, desde un principio, puedes saber quién vivirá y quién no, si tendrá final feliz o no, incluso descifrar cómo será una escena post-créditos, o cuando por fin parece tener un final justo pero deus ex machina llega a arreglar todo, el miedo real desaparece. El impacto es igual de “poderoso” a que un amigo te asuste a la vuelta de la esquina. Películas que desgastan la magia del género y tocan fondo, exigiendo el renacimiento del género, empezando así a engendrar la llamada “nueva ola” del cine de terror.
Hereditary, A Quiet place, The Neon Demon, Raw, It Comes At Night, The Witch, Babadook son solo algunos ejemplos de proyectos que se atrevieron a redefinir el concepto del miedo en el cine. Un tipo de terror que va más allá de lo superficial y se adentra en el suspenso inexplicable. Conectan con el espectador de una manera mucho más profunda, no solo apelando a sus emociones sino también a sus reflexiones y pensamientos más sublimes, explayando el miedo a campos psicológicos nunca antes alcanzados. Una película que de risa y miedo como Get Out o alguna otra que explique la perversidad de un asesino a través de la metáfora como The House That Jack Built. Redefinen el miedo y al mismo tiempo no se limitan al género, es como ver a Jimi Hendrix romper todas las reglas sobre como tocar la guitarra y simultáneamente hacerlo mejor que nadie.
El significado de ser un artista no es estar ligado con su arte como único, deslindarse de un paradigma, atreverse a crear frente a todo juicio y aún así hacer una obra de arte es lo que en verdad revoluciona y crea la constante incógnita sobre lo que es el arte. Esto sucede en el cine en sus distintos géneros y categorías; el cine de terror ha estado presente en distintas partes de nuestra vida, igual lo estuvo antes y continuará sin nosotros, cada vez de manera más sofisticada.