"No tenemos más que canciones tranquilas": el estoicismo de Mark Lanegan
En un Plaza Condesa muy lejos del lleno total, los chicos de URSS Bajo el Árbol no dejaron que el poco quórum les pesara. Después de tres canciones, el cantante Mauricio Solo hizo una observación: “¡Qué chido, ya somos como cuarenta!”. El comentario sarcástico hizo reír al público, que aunque reducido, se lo pasaba bien. La gran combinación instrumental —destacó el saxofón de Jonathan Arellano— y la energía del vocalista ocuparon sin problemas el espacio vacío. Su esfuerzo se vio recompensado: su último par de canciones lo disfrutó prácticamente el mismo número de oídos que escucharían más tarde a Mark Lanegan.
El contraste entre la energía de un grupo y la del otro no pudo ser más evidente: como debe ser, la juventud del primer grupo provocaba brincar, correr e interactuar con el público, con el torso desnudo y las sensaciones despiertas. En cambio, el trío del Mark Lanegan Band, sin batería y con ritmos lentos, conectó desde un lugar distinto. Escuchar al vocalista de la alineación grunge Screaming Trees en su proyecto solista es una experiencia alejada de su época alternativa y rockera. Si en la banda cantaba con enojo y resentimiento, aquí las emociones son mucho más templadas, las de un hombre más maduro. “No tenemos más que canciones tranquilas”, nos advirtió.
No obstante, una y otra vez con canciones cortas, arpegios pausados y bajos profundos logró que el público guardara absoluto silencio. Mezclando canciones de distintos álbumes como Field Songs, Blues Funeral y Bubblegum comunicaba ternura, melancolía, nostalgia y arrepentimiento, pero lo más especial fue que lo conseguía a través de lenguaje corporal discreto que transmitía la sensación de encontrarse en estado de meditación. A lo más, dio un par de pasos hacia atrás para alejarse del micrófono mientras escuchamos los acordes de la tecladista o los solos taimados de la guitarra, pero con su rostro permaneció inmutable. El espectáculo de Mark Lanegan es el estoicismo.
En una sola frase de su voz rasposa, comunicó su estado de ánimo hacia el final de "One Way Street", cuando se refirió a la sintonía que consiguió con el público: “Hace que un hombre viejo se sienta muy bien”. Cuando volvió a cantar, su voz dejó de ser áspera y se convirtió en una hermosamente gastada. Con ese tenor, cerró un gran concierto con la transformación de "Halo of Ashes" de rock alternativo a una lenta poesía.
Fotos por Iñaki Mp