23 de agosto de 2021. 13 muertos. La tele no habla. Los colonos (exmilitares nicaragüenses) siguen invadiendo y atacando territorios indígenas y el grito de la justicia es mudo; el de la impunidad, estruendoso.
En Kiwakumbaih, una comunidad de Nicaragua, han pasado unos cuantos días desde que un grupo de personas indígenas vieran cómo sus parejas eran abusadas sexualmente y desmembradas; a sus amigos asesinados; y los ojos apagados de un menor que jamás conocerá la adultez.
Desde 2018, mayangnas y miskitos, indígenas habitantes de una codiciada área con potencial minero, han sido víctimas de la violencia de los colonos, quienes, movidos por intereses económicos, han dejado tras de sí 49 muertos, 49 heridos y 50 desaparecidos. Pero cuando los grupos indígenas alzan la voz para denunciar sus actos, la respuesta nunca llega a tiempo.
El Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) han dictado la condena de los colonos perpetradores de la masacre.
Ha pasado más de una semana desde el ataque y la policía, a quien recurrieron anteriormente esas 13 personas asesinadas, permanece en silencio.