La segunda entrega de la tripleta canadiense es como una nueva oleada de zombies en Call Of Duty 4. Es considerablemente más espesa y reacia que la anterior -METZ (2012, Sub Pop)-, te pega más fuerte; sin embargo, tienes una ventaja: ya sabes más o menos cómo atacarla. O eso crees.
"Lo que sucede cuando una fuerza aparentemente incotenible se encuentra con un objeto inamovible" es una de las adecuadas metáforas con la que Sub Pop Records, sello que cobija a los de Ontario, caracteriza a este disco cuya nomenclatura sigue una tradición Zeppelinesca. Posiblemente sea sólo su título la comparación valida con los de Page, ya que las aspiraciones de esta banda van más hacia arrojarte un plato de carne tártara en la cara, pero que justo antes de impactar tu rostro, es destruido por una guitarra en forma de sierra -o una sierra en forma de guitarra-.
Alex Edkins, frontman de la banda, explica que para la producción de este segundo disco fue muy importante para ellos no ceder a la presión real o imaginaria que surge cuando una banda, creada sólo por placer y por amor al arte, comienza a recibir atención. Esta obra fue escrita y grabada en 2014, después de un par de años de tourear constantemente con su primer álbum hómonimo. Esos dos años representaron un cambio en la vida de los músicos, ya que dejaron en el asiento trasero sus trabajos del mundo real. El resultado es METZ en su forma más pura: la banda encerrada en casa para escribir canciones pesimistas pero que valoran la suerte que han tenido.
El primer anticipo de esta enorme aglomeración de energía potencial fue "Acetate", un grito que clama por estabilidad mental a través de su lírica. Un esqueleto hecho de alambre de cobre muy gordo forjado por el bajo de Chris Slorach. El relleno de la escultura imaginaria lo ponen los apretados tambores de Hayden Menzies. La guitarra y voz de Edkins se apilan con las capas de engrudo del fuzz y el overdrive que terminan de cuajar el noise y el primer sencillo.
https://www.youtube.com/watch?v=RrYH-TQCn9U
El dolor que produce una infatigable búsqueda de la felicidad y otras temas existenciales son la reflexión de un hombre que en su vida fuera de la música es un investigador y recopilador de información para la industria cinematográfica. La sensibilidad exacerbada del canadiense que se desborda en sus letras y sus acordes corrosivos parece ser el resultado de analizar prolongadamente aspectos de la realidad que otros simplemente ignoramos.
Los 30 minutos y 2 segundos de subordinación a los que te somete II (2015, Sub Pop) son distribuidos por el sello de Seattle que firmó a otros maestros del ruido organizado como Nirvana, Sonic Youth o The Jesus And Mary Chain. Y es que la comparación con los grandes ya no le queda tan grande a esta banda que cada vez se pule más dentro de la suciedad de su sonido.
Está claro que para el trío de Toronto no existe algo correcto o incorrecto dentro de la música, por lo menos dentro de la suya, a la que consideran una salida para reaccionar ante la realidad de todos los días los vuelve locos. Han sido llamados el bebé que tendrían The Melvins y Nirvana. Juzgue, usted mismo si después de las diez canciones puede mantener su cerebro en donde debe estar.
https://www.youtube.com/watch?v=MNoIKQCVfyY