Si alguna vez alguien dudó que Metric fuera rock, tiene que verlos en vivo
Si uno surca los canales digitales en busca de alguna sesión en vivo de la banda canadiense Metric, que alcanzaría su estrellato en la escena indie por allá de 2009 con su cuarto álbum Fantasies, probablemente nos toparemos con una Emily Haines (la rubia vocalista de la banda) emanando un aura clara de estamina sobre el escenario, pero con cierta restricción o incluso, inmadurez. Para entonces, Haines tenía 36 años. Hoy tiene 45, la edad que muchos consideran “los nuevos 30” y anoche, durante su presentación incendiaria en El Plaza de la Ciudad de México, la intérprete demostró que su brío de rockstar está más fuerte que nunca y con una evolución escénico que vale la pena admirar.
“You’re gonna make mistakes,
you’re young”
“Gimme Sympathy”, Metric
La encargada de abrir el escenario del Plaza fue la mexicana Andrea Franz, que presentó una selección de temas en inglés y español bajo un estilo que ella define como “sad pop rock” y que suena a lo mismo que ha venido sonando en el indie-pop mexicano desde hace diez años, época en la que justamente Metric cobró relevancia en los flujos comerciales gracias a Fantasies. El público fue receptivo y generoso con la mexicana, pero tampoco sobre-entusiasta.
Media hora después de terminado el acto de Franz, el escenario se iluminó de nuevo y ahora sí los originarios de Toronto aparecieron bajo los cegadores reflectores blancos que cortaban el espacio como lasers. La entrada a cuadro de la agrupación —conformada también por James Shaw, Joshua Winstead y Joules Scott-Key— fue austera, sin grandes redobles ni fanfarrias, más que los gritos obligados de la audiencia. No hubo pantallas, ni gráficos, ni estandartes de ningún tipo. Solo Metric.
De inmediato, tomaron sus posiciones frente a los instrumentos. Emily agitó su mano saludando al público con una sonrisa y en pocos segundos, comenzaron a sonar los riffs iniciales de “Black Sheep”, su sencillo más escuchado en Apple Music y Spotify, y que ganó popularidad gracias al cover que hizo Brie Larson en el filme de culto Scott Pilgrim vs. the World. El tema llevó de cero a cien los ánimos de un público que se había mantenido un tanto templado durante la noche.
Desde el inicio, Emily fue la estrella del show. Vestida con unos skinny jeans, una chamarra de cuero a la cintura, un bustier de lentejuelas y el cabello recogido, la vocalista se entregó con inmensa pasión y energía a la personalidad de cada tema, con una precisión tal que nunca dejó que su voz se sofocara entre el estruendo de la batería o las cuerdas eléctricas. Lo mismo bailó que saltó o rugió. “Black Sheep” dio paso a “Twilight Galaxy” y luego a “Synthetica”, que retumbó como un verdadero powertrack, mucho más vertiginoso que la versión de estudio del álbum homónimo. Luego, “Risk”, el último sencillo de su álbum más reciente Art Of Doubt, sirvió de transición perfecta para una interpretación más sentimental de “Breathing Underwater”, que terminó con el imprescindible acto de todo concierto, donde la audiencia canta a coro y a capella el estribillo de la canción.
Los cortes de Art Of Doubt sin duda cobraron una personalidad mucho más intensa y estridente en vivo. Finalmente, ha sido considerado como “un disco para las arenas”. Y así se sintió con los temas “Underline The Black”, “Dark Saturday” y el homónimo del álbum. Su séptima producción es, en sí misma, un experimento mucho más rockero y galvánico que sus etéreos y luminosos esfuerzos de Fantasies o Synthetica y, claro, mucho más lejano del inescrutable synthpop de Pagans In Vegas, del cual sólo tocaron “Cascades”, en una interpretación mucho más digerible y diáfana que la empalagosa versión de estudio casi vaporwave.
La audiencia, conformada principalmente por millenials adultos de entre 25 y 35 años, que sin duda vivieron sus 18 o veintantos regocijados en la era dorada del indie pop, se mantuvo animada, pero no a grados superlativos. En ocasiones, la vibración que emanaba la banda desde el escenario, intensificada por los estrobos y cambios drásticos de luz que fungían como únicos elementos visuales, parecía rebasar la energía del público. A excepción quizás, por supuesto, de las primeras filas. No por ello, la audiencia no parecía complacida. Más bien, contemplativa; en presencia de un acto definitivo que debían grabar en su celular o escuchar con los ojos cerrados.
Metric evocó en su espíritu rockero, bañados entre sables de luz convulsos, a otra banda new wave que bien podría ser su gemelo espiritual sueco: The Sounds. Ambos grupos cuentan con una frontwoman de voz tersa que, a pesar de ser dulzona, no diluye su adrenalina entre el estruendo de una producción que hace retumbar los muros. Y vaya que El Plaza se sacudió cuando la misma Haines hizo chillar su guitarra.
Ya adentrados en el último acto y después de unas cuantas palabras de agradecimiento por parte de la vocalista, finalmente entraron las primeras notas de “Gimme Sympathy”, aquel tema que nos lanzó la pregunta existencial: ¿Quién preferirías ser? ¿Los Beatles o Los Rolling Stones? La obvia influencia y relevancia de la canción, no solo para la banda y su proyección a nuevos territorios, sino para quienes los conocieron gracias a este tema de su cuarto disco, hizo que la euforia se sintiera inevitable. Prácticamente todos se sabían el coro y eso se demostró en el unísono del público con la voz de la cantante. Su gran sencillo del 2009 resonó con especial nostalgia. Su interpretación fue una de las más apacibles de la noche, sin las sacudidas de melena y contorsiones que Haines entregó en otros momentos del show. Más bien, cantó con una entereza y solemnidad que evidenciaron el lugar especial que guarda el tema en su repertorio y lo que significó para su carrera.
También hubo sorpresas, como la primera interpretación en vivo de la canción “Common Lives” que co-produjeron Haines y Shaw con el guitarrista de Zoé, Sergio Acosta, quien salió a escena como invitado sorpresa durante el encore para interpretar un acústico del tema. Acosta y Shaw rodearon a Emily con sus guitarras, como una coraza de intimidad, y ella se dejó ir en una interpretación sentimental y conmovedora. “Common Lives” es una colaboración en beneficio del maratón Monarch Ultra que pretende seguir la ruta de migración de las mariposas monarcas, de Canadá a la Sierra Madre de México, por 4,300 kilómetros. Lo recaudado por el sencillo será destinado al movimiento ambientalista.
El tema hizo que Emily derramara algunas lágrimas. Se confesó conmovida por la causa y también por el cierre de su gira en México. “No podemos pensar en un mejor lugar para terminar este viaje. Gracias chicos”, dijo y aún secándose las mejillas y claramente emocionada, comenzó a enunciar suavemente las primeras líneas de su emblemático y ecléctico tema “Help I’m Alive” (I tremble…), despertando una ola inmediata de gritos y aplausos. Finalmente, entraron los instrumentos a acompañarla y pronto se convirtió en aquel clásico de Metric que tanto se deja en replay.
Su sencillo de Art Of Doubt más bailable y similar a sus éxitos dosmileros, “Now Or Never Now”, dio un gran cierre a una sesión de hora y media que jamás decayó en vitalidad, y que dejó en claro que los años, las asperezas del tiempo y las puestas en escena han consolidado a Emily Haines como una potente y franca intérprete capaz de ir y venir por diversos géneros, dejando diez años atrás a esa chica delgada con ganas, pero cierto toque de inocencia.
Metric, como The Sounds, son bandas que, en vivo, hacen a un lado la influencia de los sintetizadores que definen sus producciones de estudio, en favor de honrar su raíces rockeras. Por eso sacudimos la cabeza y los puños al son de “Can you hear my heart beating like a hammer?”. Sí, Emily, podemos.