Adiós a esa voz de los olvidados y el medio ambiente: muere el escritor chileno Luis Sepúlveda por COVID-19
El novelista, cuentista, cineasta y cronista de origen chileno Luis Sepúlveda murió en Oviedo a causa de COVID-19, consigna la prensa internacional.
El interés de Sepúlveda por el daño al medio ambiente en la variedad temática de su obra, se manifiestó claramente en sus libros. Desde la depredación civilizadora en la selva hasta la matanza de ballenas en el sur de Chile, pasando por la denuncia de la contaminación petrolera en los mares. Fueron sus temas también: la represión de Pinochet, sin desconocer la aventura, los viajes, la novela negra, el género policial, la novela de intriga, el cuento infantil, la crónica de viajes y el compromiso ideológico.
Su narrativa, en general, fue calificada como “audaz en sus planteamientos y original en sus temas”. Gran contador de historias, a la manera de Emilio Salgari, Julio Verne y Francisco Coloane. La atmósfera de sus creaciones se inserta en una suerte de realismo, que no desconoce la magia, pero se distingue porque está aferrada realidades sociales y geográficas
El escritor nacido en Ovalle, Chile, en 1949, falleció en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), en la capital del principado, confirmó la familia, consigna el diario El País.
Sepúlveda fue uno de los primeros casos de positivo por coronavirus en España. Después de mes y medio de lucha contra la enfermedad, el novelista chileno ha muerto a los 70 años.
El autor de Un viejo que leía novelas de amor empezó a sentirse mal el pasado 25 de febrero y enseguida se le diagnosticó una neumonía aguda sin antecedentes. Una vez que se confirmó el positivo de covid-19 se activó el protocolo y el paciente fue trasladado al hospital universitario.
Autor de más de una veintena de novelas, libros de viaje, guiones y ensayos, Sepúlveda abandonó Chile en 1977 tras ser represaliado por la dictadura de Augusto Pinochet. Después de un largo periplo por América Latina que incluyó su participación en la revolución sandinista de Nicaragua (también estuvo en Argentina, Uruguay o Brasil), recaló en 1997 en Gijón.
Algunas de sus obras han sido adaptadas al cine, como Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, por el italiano Enzo D’Alò y en versión animada, o la propia novela Un viejo que leía novelas de amor, dirigida por el australiano Rolf de Herr.
Sepúlveda siempre dijo que había nacido “profundamente rojo”. Militó en varias formaciones comunistas y socialistas, pero casi siempre acabó desencantado. Fue un gran viajero: amaba investigar en las diferentes culturas y etnias, destaca El País. “El mayor tesoro de la especie humana”, decía sobre las idiosincrasias regionales. Con una gran conciencia ecologista, trabajó en uno de los barcos de Greenpeace durante varios años de la década de los años ochenta. Dedicó una de sus novelas, Historia de un perro llamado Leal, al pueblo mapuche. Uno de sus abuelos era mapuche: “El pueblo mapuche es constantemente hostigado. Sus reivindicaciones, que son bastante justas, son respondidas con represión y la aplicación de una absurda legislación antiterrorista”, señaló en la presentación de la novela, en 2016. Su última novela es Historia de una ballena blanca, de 2019.
Durante su larga carrera como escritor recibió una veintena de galardones, entre ellos el premio Pegaso de Oro, en Florencia, o el Premio de la Crítica, en Chile. Es, además, Caballero de Las Artes y las Letras de la República Francesa y doctor honoris causa por la Universidad de Urbino, Italia. En un encuentro con lectores de EL PAÍS, Sepúlveda definía así el tratamiento de los personajes de sus novelas: “La buena novela a lo largo de la historia ha sido la historia de los perdedores, porque a los ganadores les escribieron su propia historia. Nos toca a los escritores ser la voz de los olvidados”.
En otro momento de la charla explicó su técnica narrativa: “Me muevo enteramente por la historia que estoy contando y me gusta ser muy fiel a mis personajes, enamorarme de ellos, porque sé que el lector, al leer, va a sentir una emoción muy parecida a la que yo siento al escribir, y eso es lo más hermoso que tiene la literatura, poder compartir emociones y poder compartir sensaciones”.