Sor Juana, el mito incuestionable

Sor Juana, el mito incuestionable

Collage: Aleks Phoenix

El enigma de Sor Juana Inés de la Cruz es uno de los deleites más seductores y apasionantes de la literatura castellana del siglo XVII. No sólo son sus versos encendidos o su prosa sardónica los que hipnotizan a lectores y especialistas por igual. Su vida críptica y monjil ha desatado múltiples narrativas, dulces ficciones y arrebatadas teorías que buscan descifrarla y configurarla por doquier para hallar respuestas a sus secretos en la vigencia y necesidad de miradas contemporáneas. Prueba de ello es el deseo incansable de insertarla en el imaginario feminista o queer, ya sea para posarla como estandarte de protesta o, sencillamente, para referirse a ella como una mujer que se distinguió por superar las expectativas impuestas a su sexo en una época de limitaciones y desafíos intelectuales.

"Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido..."

Sor Juana Inés de la Cruz, soneto. Fragmento


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A pesar de lo anterior —que es muy digno y loable, porque todo intento de visibilizar sus hazañas lo es—, existe también otra corriente que acomoda a la inasible Juana de Asuaje en un perfil menos progresista y secular, y que incluso, niega rotundamente que su epíteto de “proto-feminista” sea digno de su ejemplaridad religiosa. Esta horda de “sorjuaninos” apasionados que defienden la cuasi-santidad de la monja son el contrapeso a las lecturas políticas de hace un siglo que han hecho de la Décima Musa la estampa de un feminismo primigenio y de una sexualidad desafiante y diversa tras los muros de un convento, para despojarla así de sus marbetes de “mártir” o “víctima del clero”.

Para este movimiento panegírico, el mito feminista de la monja jerónima representa un esfuerzo vano de convertir a una mujer ejemplar, sabia y erudita, pero, ante todo, católica y profesa, en algo que no fue. Por un lado, este acto les resulta ignorante; una descontextualización arbitraria de la vida y condición de una de las mentes más brillantes de la literatura, bajo aproximaciones actuales que nada tienen que ver con su momento histórico. Por otro, un intento sistémico de convertir a una mujer religiosa y devota en una rebelde libertina y bufona de su fe, para que sólo así pueda ser celebrada en parámetros actuales. Se antoja la reflexión: si Sor Juana fue lo que fue, una monja enclaustrada dedicada a Dios, ¿eso la hace menos progresista o revolucionaria?

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“El estado no puede admitir que una monja católica sea admirada”, leí en uno de los tantos comentarios que me he encontrado en grupos de novohispanistas y “decimusianos” que han creado comunidad para regresar a la madre Juana Inés a la glorificación del convento y sacarla de las hojas “grotescas” de Octavio Paz, quien “la despojó de su misticismo” allá por 1982 en su célebre libro y ensayo colosal de la monja Las Trampas de la Fe. Así lo manifestó por ejemplo su biógrafo Luis M. Villar en el 2011, mientras realizaba un análisis del testamento del padre José Lombeida, hallado de manera fortuita en el Archivo General de la Nación de México, en el cual aparentemente Sor Juana le da sus libros y renuncia de manera voluntaria a su riquísima e inmensa biblioteca y no forzada por la iglesia, como tantos textos biográficos han declarado.

“(…) y es que a la pobre sor Juana la han vulgarizado de una forma tan grotesca, la sacaron del convento y la desnudaron de su catolicismo. [Alejandro] Soriano se está encargando de demostrar que a sor Juana no la persiguieron como todos los seguidores de Octavio Paz han sostenido desde que publicó ‘Las trampas de la fe’, que para mí se debió llamar `Las trampas de una especulación'".

Luis M. Villar, 2011. Entrevista para El Universal

Precisamente Alejandro Soriano, poeta, editor y biógrafo mexicano, ha sido uno de los sorjuanistas que ha dedicado gran parte de sus estudios y publicaciones a desmitificar el velo profano que la contemporaneidad ha cernido sobre la monja mexicana. En 2015 presentó uno de sus libros más controversiales y emblemáticos de la movida sorjuanista Sor Filotea y sor Juana. Cartas del obispo de Puebla a Sor Juana Inés de la Cruz que parece resolver diversas conjeturas que se han hecho entorno a la relación entre Sor Juana y sus prelados masculinos. Para Soriano, la vida y obra de Sor Juana han sido sometidas a un academicismo anticlerical obsesionado con la idea de hacer “comerciable” a la erudita novohispana, a favor de una mirada más del Siglo XX que del XVII.

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Paz se proyectó sobre sor Juana y forzó todo para hacer que su ideología coincidiera con la suya. La usó como parte de su campo de batalla personal y, por eso, no podía admitir que ella creyera en algo que él no compartía. (…) No es coincidencia que quienes desean privatizar a sor Juana, insistan en ‘leer a Paz’”.

Alejandro Soriano, 2015. Entrevista para Excélsior

Sumado a lo anterior, el novohispanista Jorge Traslosheros, especialista en la cultura jurídica de la época, al revisar el ya mencionado testamento de la criolla nacida en San Miguel Nepantla, mencionó:

"Ahora sabemos que, ante la situación de crisis social, ella tuvo que tomar una decisión: deshacerse de lo que más amaba. Quizá sea difícil de comprender para nosotros, porque no concebimos la idea del sacrificio. La donación responde a la lógica de un religioso de la época. Es muy claro que fue una monja consecuente con su vocación".

Sara Poot-Herrera

Sara Poot-Herrera

A su vez, y ahora en voz de una mujer estudiosa de la Fénix de América, Sara Poot-Herrera fue más neutral en su aproximación al tema:

"Es muy posible que las cosas hayan pasado como dicen (…), pero no podemos dejar de lado que hablamos de una mujer con libertad de pensamiento, que fue el genio de su época, que sí tuvo problemas porque es verdad que algunos se fueron contra ella después de publicar la Carta atenagórica; ¿por qué entregó sus libros? Imaginemos que ahora nos dicen que debemos renunciar a lo que amamos, pues lo hacemos, pero una razón habrá".

Ante estos sustentos y lecturas tan diversas que, por un lado, enriquecen el espectro sorjuanino y por otro, aportan más nudos a la urdimbre barroca de quien escribiría en todas las métricas de la lengua española, queda la pregunta: ¿es válido entonces mirar o no a Sor Juana como efigie de revolución, de liberación femenina, de diversidad sexual, de desafío a las convenciones de género? Mejor aún, ¿es Sor Juana o no ejemplo de una lucha inconsciente, pero auténtica por la paridad de sexos en un contexto que la ciñó a un rol específico delimitado por su hábito y condición como mujer?

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Es aventurado sostener con firmeza cualquiera de las acepciones, porque el encanto de Sor Juana es justo ese: ella no revela su misterio barroco a nadie. Pero es digno preguntarse por qué una postura anula enteramente a la otra. Ya en su famosa autobiografía, Respuesta a Sor Filotea, en la que justamente muchos fundan su pensamiento de albores feministas, defendió sus estudios profanos sin desvincularse nunca de su hábito ni de su regla, sino al contrario, enriqueciendo su postura espiritual a través de la comprensión del mundo con la ciencia y la luz del conocimiento como medios.

“¿Cómo sin Lógica sabría yo los métodos generales y particulares con que está escrita la Sagrada Escritura? ¿Cómo sin Retórica entendería sus figuras, tropos y locuciones? ¿Cómo sin Física, tantas cuestiones naturales de las naturalezas de los animales de los sacrificios, donde se simbolizan tantas cosas ya declaradas, y otras muchas que hay? (…) ¿Cómo sin Geometría se podrán medir el Arca Santa del Testamento y la Ciudad Santa de Jerusalén? (…) ¿Cómo sin Arquitectura, el gran Templo de Salomón, donde fue el mismo Dios el artífice que dio la disposición y la traza (…)”

Sor Juana Inés de la Cruz, Respuesta a Sor Filotea, fragmento.

Ya lo diría Elena Poniatowska en su recepción del Premio Cervantes del 2014:

“Sor Juana Inés de la Cruz supo, desde el primer momento, que la única batalla que vale la pena es la del conocimiento. Su Respuesta (…) es el primer alegato de un intelectual sobre el que se ejerce la censura. (…) En la literatura no existe otra mujer que al observar el eclipse lunar del 22 de diciembre de 1684 haya ensayado una explicación del origen del Universo”, aludiendo a su silva de más de 900 versos Primero Sueño.

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El feminismo como lo entendemos hoy se puede concebir a partir de su detonación en el siglo XIX, dos centurias de distancia después de que Sor Juana alumbrara los muros de su convento con su ingenio e indomable curiosidad. Es anacrónico entonces nombrarla feminista, pero ¿son acaso su velo y medallón artificios que la alejan de ser una mujer que se opuso a las condiciones y expectativas de su rol como religiosa aún sin darse cuenta? ¿Es necesario que haya sido perseguida y asediada por el clero para erigirla como heroína desafiante de su contexto? ¿Acaso no atestiguan sus múltiples versos, la convicción de su pluma, su apasionante entrega al saber y su altísima figura que se trató de una reformadora cuyo gran deseo era dominar lo inasible? ¿Debe ser Sor Juana lesbiana, progresista o laica para gestar una hoguera de nuevas ideas? ¿Debe ser Juana Inés una monja esmerada e impecable antes que una mujer sensible, sedienta y desafiante? Preguntas retóricas a respuestas que conviene repensar.

Sor Juana es, en fin, por donde se le mire, un poliedro barroco. Un cuerpo espectacular y fornido de conocimiento que puede ser admirado desde múltiples ángulos, con la única certeza de que ninguna interpretación o documento histórico nos dará acceso a revelar el verdadero tesoro: su genialidad. Ya lo diría José Emilio Pacheco:

“Sor Juana es esa llama trémula en la noche de piedra del Virreinato”.


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