La importancia de llamarse Dev Hynes
¿Cuáles son los problemas a los que nos enfrentamos hoy? El creciente calentamiento global, el ascenso al poder de políticos fascistas y déspotas son tan sólo algunos de ellos; pero en un ámbito más existencialista, algo a lo que nos confrontamos a diario es la dificultad de ser uno mismo. Somos constantemente bombardeados de imágenes, ideales y estándares que el mundo de hoy nos exige ser de manera egoísta. La importancia de recordar de dónde venimos, de estar en contacto con nuestras emociones y de la de las personas más cercanas a nosotros, es crucial hoy más que nunca; darnos cuenta de que el mundo nos da significado pero que nosotros igualmente podemos resignificar al mismo. Hay artistas que se dan cuenta de esto y que, en vez de caer en un pozo de repetición y música aburrida, deciden crear algo sincero y personal, un producto tanto personal como humano. Dev Hynes, bajo el nombre de Blood Orange, es alguien que entendió esto en su totalidad, y que nos ayuda a nosotros a comprenderlo.
Dev Hynes es el epítome de un artista contemporáneo. Si bien no se le puede señalar como totalmente transmediático (aunque se sabe que está inmerso en otros ámbitos artísticos, como la fotografía y la danza), “polifacético” es la definición que mejor le queda a su persona. Nació en Ilford, en el este de Londres, y en el 2004 se une a su primer proyecto musical, la ahora difunta banda de dance-punk Test Icicles, hasta el 2006 que los miembros toman caminos diferentes. En el 2007 graba un álbum en el sello Saddle Creek (Bright Eyes, Cursive) bajo el nombre de Lightspeed Champion, su proyecto más Folk suavecito. Pero no fue hasta el 2010 que Lightspeed Champion entra en hiato que nace su proyecto actual: Blood Orange, más enfocado en el R&B y sonidos más electrónicos. Tras mudarse a Nueva York, su álbum debut, Costal Grooves, es lanzado en Domino Records en el 2011; pero fue su segundo álbum, Cupid Deluxe (2013) el que acentuó el esfuerzo de Hynes como músico y donde se empezó a gestar una voz más propia, retomando elementos de sus previos trabajos e integrándolos con visiones más novedosas. En el 2016, su tercer álbum Freetown Sound toma un giro más personal y político, donde Hynes nos habla acerca de Freetown, Sierra Leona (la ciudad natal de su padre) y su visión sobre la cultura negra.
Pero ¿qué decir sobre Negro Swan? El cuarto álbum de Blood Orange recién salió el veinticuatro de agosto pasado bajo el sello de Domino Records y ha causado bastante euforia. En una entrevista con Pitchfork, Dev Hynes relata como mucho de lo que vemos en el nuevo álbum eran, en un principio, rayones, fotografías y pensamientos, contenidos en un cuaderno que tenía las palabras “Negro Swan” grabadas en el frente. Entonces, no es nada descabellado decir que Negro Swan funciona como una especie de diario, un reflejo de los sentimientos más profundos de Hynes; un bosquejo de la manera en que él interpreta y le da valor al mundo. Es un preguntarse constante por lo que significa ser negro, ser parte de una comunidad y de una familia, sobre la importancia de mirar hacia nuestra infancia y nuestra adolescencia, y, a grandes rasgos, sobre la importancia de explorarse a uno mismo y perder el miedo de conocerse y quererse. Una frase de “Charcoal Baby”, uno de los primeros sencillos que salieron del álbum, retrata perfectamente bien de lo que se trata este: “No one wants to be the negro swan”. Hynes admite que nadie quiere ser la minoría, el rechazado, pero al mismo tiempo atesora la misma, y añora la comunidad que se puede llegar a formar gracias a esta.
Negro Swan nos demuestra una de las muchas funciones de la música: ser una especie de bitácora en la cual el artista plasma sus vivencias, emociones y cosmovisiones. Hynes no se cohíbe al hablarnos sobre su adolescencia en Essex, canciones como “Orlando” (la primera del álbum) y “Dagenham Dream” que pintan una imagen viva del bullying que sufrió cuando era más joven; frases como “first kiss was the floor” (mi primer beso fue con el suelo) se nos presentan como pequeñas imágenes que Hynes nos obsequia para que podamos, aunque sea por tan solo unos segundos, experimentar lo que vivió y vive. Otras canciones funcionan de la misma manera, como “Nappy Wonder”, en la cual Hynes explica sobre el escapismo que encontraba (y sigue encontrando) en el skateboarding. Otras canciones, como “Take Your Time”, “Hope”, “Jewelry” y “Holly Will” funcionan menos como fotografías de momentos y más como radiografías donde se nos muestran las inseguridades, inquietudes sobre temas como la identidad negra, la religiosidad y la experiencia.
Y Dev Hynes no deja registro de su ser tan solo por medio de sus letras y sus melodías, sino que en el álbum hay un abanico enorme de invitados que nos muestra las amistades de Hynes, sus conocidos e influencias como una especie de agenda donde se encuentran anotados. Personalidades como Aaron Maine de Porches, Steve Lacy de The Internet, A$AP Rocky y hasta Puff Daddy. Pero una voz muy importante a través de todo Negro Swan es Janet Mock, escritora, directora y activista. Hynes cuenta que la conoció en un concierto de Solange en Hollywood Bowl y desde ahí han mantenido contacto. La voz de Mock interviene en tres canciones del álbum, donde la escuchamos con un spoken word, y cuyas ideas complementan perfectamente a las letras de Hynes e hilas los motifs del álbum, evitando que las canciones no resaltan por separado, sino más bien sean parte de un todo unificado, un rompecabezas en el cual cada canción tiene su lugar y propósito.
Con Negro Swan, Dev Hynes no deja simplemente un álbum, sino más bien un registro de su ser, un pedazo de su persona. Un diario de lo que significa vivir en el siglo XXI siendo parte de una minoría. Pero más allá de que el álbum refleja un tiempo específico, los sentimientos que en este se plasman son atemporales: el dolor de no pertenecer, el deseo (que a veces carcome) de poder ser diferente a quién eres. Pero igualmente el valor de tu persona, la comunidad que se forma por la misma y la importancia de lo vivido (por más doloroso que haya sido).