Hay momentos para recitar poesías y hay momentos para boxear Los detectives salvajes, Roberto Bolaño
El gris del cielo devoraba el horizonte citadino, el ajetreo cotidiano marcaba el ritmo de la bestia de asfalto. Sonido de motores, gritos de vendedores ambulantes, bullicio apabullante, un día cualquiera en la CDMX. La monocromía de un sábado ordinario se quebró cuando en las entrañas del bosque de Chapultepec se ofició una eucaristía especial, la sacerdotisa, imponente y vulnerable ofreció los sacramentos poéticos y melodiosos a su fiel congregación.
El blanco de su melena refleja el desgaste sufrido por un largo, sinuoso y desgarradoramente hermoso camino, Patti Smith (Chicago, 1946) empoderó a la palabra, la sonorizó y la hizo carne, la “madrina del punk” deslumbró con su talento, humanidad y sencillez a los cientos de personas que abarrotaron la Casa del Lago Juan José Arreola.
Alaridos, rechiflas y mucho barullo, rostros efebos con las pupilas dilatadas, niños sobre los hombros de sus padres, adultos mayores y una mezcla sui generis de estratos sociales y tribus urbanas se agazapaban a los alrededores del templete que sirvió de púlpito para que Smith regurgitara palabras llenas de magia, corazón y amor.
Sobria, con su característico saco, Patti salió al escenario junto al guitarrista Lenny Kaye, la sagrada misa dio inicio con la lectura de “People Have the Power”, la voz de una de las mujeres semillas del punk se erigió altiva y poderosa. Sonrisas, muchas sonrisas, caras de satisfacción o de franca epifanía, Smith penetró en las pupilas y oídos de sus ferviente correligionarios.
Vivir cuesta, vivir gasta, Smith lo sabe bien, desde joven decidió que su vida sería su mayor obra de arte, somos afortunados por compartir el tiempo y espacio con esta hechicera de la palabra.
Entre anécdotas sobre el gran Robert Mapplethorpe (leyó tiernamente un fragmento de Just Kids, libro que desmenuza la intensa relación que vivió con el fotógrafo), Yoko Ono y John Lennon, su paso por la Casa Azul que compartieron Frida y Diego, la venganza de Moctezuma y pequeños fallos de memoria, Patti Smith se mostró como un ser humano en toda la extensión de la palabra. Afable, serena y conversadora, intercaló su set entre la declamación de poesía y la interpretación de algunos de sus más grandes éxitos.
https://www.youtube.com/watch?v=PYv9n7jhQIM
Empática con la situación social del país, dedicó “Mothers of the Disappeared” (original de U2) a los 43 de Ayotzinapa y a todos los desaparecidos del globo, porque no hay peor condena que el olvido. Patti Smith lleva sus recitales fuera de lo estrictamente musical y transmuta su performance en un acto político social. A capela, a dos guitarras o con la simple voz, el dúo de músicos/escritores navegó por un repertorio exquisito: “Ghost Dance”, “Dancing Barefoot”, “Grateful” y muchas otras llenaron el alma de los incrédulos asistentes por más de una hora. Momentos de éxtasis y comunión se vivieron cuando la “madrina” recitó “I Dream of the Butterflies” (compuesta en el mismísimo lecho del matrimonio Kahlo-Rivera). Kaye, introspectivo y taciturno, exudó maestría sobre su instrumento, no obstante las miradas del respetable se posaron sobre la figura de la sibila de Chicago. “My Blakean Year” fue el pretexto perfecto para rememorar al inefable detective salvaje por excelencia: Roberto Bolaño.
https://www.youtube.com/watch?v=rVHEPueC_3M
Contrario a lo que el programa oficial manejaba, Smith no recitó Hecatomb, poema dedicado a Bolaño, en su lugar subió al estrado Juan Villoro, quien recordó al escritor chileno avecindado en México y, posteriormente, en Barcelona.
Como Smith, Bolaño tuvo la bravura y osadía de vivir, luchar a puño cerrado y hacer arte, porque sin valentía es difícil trascender, parafraseando a Rodrigo Fresán: “los libros de Bolaño están en guerra”.
https://www.youtube.com/watch?v=w1ddwPx1Voo&t=53s
Asimismo, una apesadumbrada y conmovida Patti homenajeó la memoria de su amigo, el recientemente fallecido actor y escritor Sam Shepard. En su honor interpretó “Southern Cross”, la cantante y poeta sabe a la perfección que la vida es una sucesión de pérdidas interminable, que somos los ríos que van a parar a la mar, excelsa, la señora Smith transmuta su dolor en arte y se retroalimenta con el cariño y el amor que el público le regala a raudales y sin condiciones:
He perdido a personas que amo; doy gracias a ustedes por ayudarme a recuperar mi alegría.
¡Pum! el hechizo surtió efecto, la epifanía fue colectiva. El frenesí creció y creció, de una manera visceral y tierna recordó a su gran amor Fred “Sonic” Smith con la interpretación del himno transgeneracional “Because the Night”.
https://www.youtube.com/watch?v=sSr-egl-WsQ&t=75s
Euforia, sensación de ingravidez, hasta arriba sin ningún tipo de psicotrópico, bueno, sólo uno y muy poderoso: el arte.
Ante la andanada de aplausos y gritos Smith y Kaye regresaron a culminar la mágica tarde con un breve encore compuesto por: "Can't help falling in love" (original del Rey) y "People have the power". Ceños conmovidos, extasiados, lágrimas y uno que otro suspiro, la liturgia había llegado a su fin, cientos de almas probaron un pedacito del edén, no cabe duda que el arte puede encauzar, cambiar y acompañar vidas.
https://www.youtube.com/watch?v=rVJewstwqQk
Patti Smith pregona un evangelio revolucionario: el amor, nada más y nada menos.
No lo olviden: los amo. Sean siempre libres
Gracias, muchas gracias, Patti Smith, no lo olvidaremos.