Happee Birthdae Harry! Harry Potter llega a los 40
Hay quien asegura que la multimillonaria autora británica J. K. Rowling escribió uno de los personajes de su imaginario fantástico, Rita Skeeter —la intrusiva y amarillista reportera del Daily Prophet y seudo-biógrafa de grandes personalidades del mundo mágico— inspirada en ella misma y su vida pasada como escritora en el “verdadero” mundo de los magos. Esta imaginativa y extravagante teoría que ha rondado por decenas de blogs y publicaciones de Potterheads alrededor del mundo plantea la posibilidad de que, tras la Batalla de Hogwarts de 1998, Skeeter fue desterrada del mundo mágico a la cotidianidad muggle, asumiendo así el nombre de J.K. Rowling y ejerciendo su talento como “maestra del chisme” al develar los secretos del mundo mágico en supuestos libros de ficción que en realidad serían reportajes muy bien escritos de un mundo paralelo al nuestro.
Ambas rubias y con lentes, ambas capaces de escribir mamotretos en plazos cortos y ambas fanáticas de revelar datos controversiales y escandalosos de los personajes sobre los que escriben, las similitudes entre Skeeter y Rowling abundan, sin mencionar que la cronología de los libros publicados de Harry Potter encaja casi a la perfección con la historiografía mágica presentada en la saga.
Claro que esta disparatada teoría también puede tratarse de no más que uno de los tantos intentos desesperados por hallar cualquier indicio posible que sugiera la existencia de ese otro mundo extraordinario al que la inglesa nos ha transportado, por más de dos décadas, a través de su cautivante y descriptiva prosa. Esa otra dimensión de calderos chorreantes, hipogrifos y escaleras movedizas, de retratos que hablan y libros que tienen dientes, de juegos deportivos que se practican volando en escoba con torneos mundiales. Aquel mundo que comenzó a decantarse sobre las hojas con el vaivén de su pluma (¿o quizás a vuelapluma?) motivada por un asalto de inspiración que tuvo en un tren de Manchester a Londres, donde por primera vez se le reveló, como una visión digna de Sybill Trelawney, la imagen de un niño mago con capa y bufanda merodeando en el vagón. Desde ese momento, no pudo detener el torrente de ideas y escenarios que acudieron a su mente y que intentó guardar en servilletas de papel para no olvidarlos.
¿Cómo no dejarse seducir, entonces, aunque sea por un instante y con incauta ingenuidad, por la sola idea de que ese mundo repleto de pócimas de transfiguración, y fantasmas (casi) decapitados, y sombreros parlantes y bóvedas secretas con artefactos mágicos que ofrecen la inmortalidad pudiera ser real? Después de todo, nadie que leyera los libros de Harry Potter en los noventa siendo un niño, no esperó con ansia y cierto hálito de ilusión la llegada, algún día, de su carta de aceptación a Hogwarts vía lechuza. Al fin y al cabo, si algo nos inculcó Albus Dumbledore fue que, si algo existe en tu mente, “no necesariamente quiere decir que no sea real” (aunque también advirtió que “no hace bien vivir de sueños y olvidarse de vivir”). Cada quien ve lo que anhela verdaderamente en el Espejo de Oesed y Rowling nos colocó frente al reflejo cuando nos introdujo las primeras hojas de su Piedra filosofal.
La también conocida como Robert Galbraith —por su seudónimo alternativo bajo el cual escribe sus novelas detectivescas post-Potter—, ha forjado, por más de veinte años, un emporio de fantasía, encantamientos y estupefacción gracias a la audacia de su escritura y su incontenible creatividad, famosa por cautivar a niños y adultos por igual con laberintos enigmáticos dignos de cualquier thriller de espías. Historias coloridas y repletas de sortilegios, neologismos, referencias mitológicas de antaño y, sobre todo, seres entrañables que nos permitieron crecer a la par de sus propios conflictos, descubrimientos y temores, como reflejo de nuestra transición personal a la adultez y la confrontación con nuestros propios dementores.
“Si algo tengo por seguro es que la fuerza más poderosa es el amor. Más allá del miedo y la muerte”.
J.K. Rowling
Tras un escabroso y sombrío período de siete años que trajo consigo un divorcio, la muerte de su madre y su caída en bancarrota con una hija pequeña en su regazo, Rowling consiguió ensamblar su primer borrador de lo que se convertiría en la pieza culmen del renacimiento moderno de la literatura infantil gracias a una vieja máquina de escribir. Como no tenía computadora ni la posibilidad de imprimir cientos de copias, su fe y destino estuvieron puestos enteramente en ese primer manuscrito, el cual se originó en idas y vueltas por cafés de Edimburgo en hojas de papel con garabatos. Doce editoriales rechazarían rotundamente el libro antes de que Bloomsbury solicitara la impresión de quinientas copias, en gran parte, gracias al entusiasmo de la hija de ocho años del director de la casa editorial quien, tras leer el primer capítulo, demandó a su padre inmediatamente el siguiente.
Finalmente, en junio de 1997 y con una advertencia de su editor de que consiguiera un trabajo formal ya que no lograría vivir de escribir ficción adolescente, J.K. Rowling recibió la llamada de su agente con la noticia de la llegada de su libro a los estantes de las tiendas. Su primer impulso fue correr a su librería más cercana y tocar, en plena forma impresa y con ese olor distintivo de la tinta sobre el papel, uno de los ejemplares de Harry Potter y la Piedra Filosofal, obra de 200 y tantas páginas que serviría de pieza fundacional para la edificación de su cosmogonía fantástica, una que se extendería, con los años, más allá de la plataforma 9 ¾ en King’s Cross, pasando los tabiques móviles del Callejón Diagon y aún más lejos de los retratos vivientes de Hogwarts. Con el libro entre sus manos y viendo consolidado el sueño de todo novelista, en un arrebato entusiasta, Rowling tomó una pluma, lo autografió y lo devolvió al anaquel. El resto es historia.
Este 31 de julio, la inglesa que fue nombrada en 2017 como la autora mejor pagada del mundo con 72.3 millones de libras (más de 95 millones de dólares) en su cuenta, llega a los 55 años con una historia de éxito y salto a la fama casi imposible de creer, inmersa además en una serie de controversias enardecidas en los años recientes que la han tildado de transfóbica y feminista radical. Pero también, a lo largo de estas dos décadas de creciente fortuna y popularidad, ha sido acreedora de múltiples reconocimientos mundiales, incluyendo el distintivo Real como Oficial de la Orden del Imperio Británico por sus contribuciones a la literatura en Inglaterra. Las adaptaciones de su obra han trascendido ya la franquicia fílmica musicalizada por compositores de la talla de John Williams y Alexandre Desplat (considerada la tercera saga más rentable de la historia tras el universo de Marvel y Star Wars), para convertirse también en un montaje teatral en Broadway y Londres, y hasta parques de diversiones temáticos alrededor del mundo.
Además, la era digital le dio la oportunidad de llevar su inventiva brujeril a las plataformas multimedia, con la creación de la comunidad on-line Pottermore en 2012 y una aplicación móvil a la Pokemon Go en 2019 con Wizards Unite. Coincidentemente con su cumpleaños 54 el año pasado, uno de los raros primeros ejemplares de La Piedra Filosofal fue vendido por más de 28 mil libras en una subasta en Bishton Hall. El ejemplar contiene dos errores ortográficos que, curiosamente, aumentan su valor.
Rowling no ha sido inmune a la crítica y la desaprobación, no solo por sus polémicas y divisivas declaraciones en Twitter. Ciertas decisiones o “revelaciones”, en apariencia arbitrarias, que ha hecho sobre algunos de sus personajes, así como la enmarañada narrativa que definió su incursión como guionista para las precuelas fílmicas de Harry Potter, han cuestionado la solidez y valía de la evolución de su legado literario. El caso más sonado, la revelación en 2011 de que Dumbledore siempre fue gay, declaración que fue aplaudida por miles de fans, quienes reconocieron el intento de brindar diversidad e inclusión al mundo fantástico, pero que también fue señalada de injustificada por algunos críticos, dada la nula evidencia literaria de este hecho a lo largo de las novelas.
Señalamientos similares seguirían años después sobre otras declaraciones de Rowling, como la supuesta existencia de personajes pluriculturales en el mundo mágico, sin evidencia real sustentada en las novelas, lo que fue percibido como un intento aceptable, pero forzado de infundir diversidad y “corrección política” en una obra que no fue concebida como tal y que no sustenta en la evidencia su propósito inclusivo. Además, en plena era del #MeToo, recibió contundentes reclamos sobre su apoyo al actor Johnny Depp y su participación en la serie de Fantastic Beasts, a pesar de la denuncia pública de la relación abusiva que llevaba con su ex-esposa Amber Heard.
Pese a todo ello, el impacto de Rowling continúa siendo determinante en la literatura del siglo XX. La autora convirtió la publicación de un libro en un suceso global. Cada uno de los títulos finales de la saga de Harry Potter batieron récords de venta en librerías alrededor del mundo en menos de 24 horas, uno superando al otro, con filas kilométricas de ávidos lectores formados desde la madrugada. Además, es reconocida por contribuir al desarrollo de la afición por la lectura en los niños —particularmente en la década pasada, antes del despunte de los e-books—, atrayéndolos a libros no ilustrados de cierta complejidad narrativa. Es responsable también de despertar un nuevo interés por la literatura fantástica y desatar una oleada de nuevos autores que desarrollaron historias de corte similar sobre mundos alternos y seres mágicos, dirigidos a un público joven. (Dato curioso: Stephen King, fanático de la autora, alguna vez diría que la única diferencia entre Stephenie Meyer, creadora de la saga vampírica Crepúsculo, y J.K. Rowling, es que la segunda es una escritora estupenda).
Pero no sólo J.K. Rowling celebra su aniversario hoy. En 1980, en Godric’s Hollow, Inglaterra, a mediados de la Primera Guerra Mágica, nacería el niño destinado a convertirse en leyenda, ensombrecido y condenado por la profecía de Sybill Trelawney, quien lo señaló desde entonces como el posible vencedor de la tiranía del Señor Oscuro, Voldemort, desatando la furia del mago tenebroso. Años después y tras la trágica muerte de sus padres a manos del alguna vez conocido como Tom Riddle, Harry Potter, el célebre “niño que vivió”, gracias al hechizo protector cernido por el sacrifico de amor de su madre al interceder en el ataque mortal de Voldemort, enfrentaría durante los últimos años de su adolescencia toda clase de riesgos, odiseas, batallas e inclemencias que lo conducirían finalmente a consumar su destino en la salvación del Mundo Mágico y el cumplimiento de la profecía al derrotar al Señor Oscuro.
Hoy, Harry Potter cumple 40 años, al lado de su esposa Ginny Weasley y sus tres hijos. Es considerado pieza clave en la reformación del Ministerio de Magia y reconocido por ser, virtualmente, el único Maestro de la Muerte que se conozca, al haber reunido con éxito las tres Reliquias de la Muerte.
Quizás Rita Skeeter A.K.A. Joanne Rowling entrará esta noche en un armario evanescente o se transportará por polvos flu hasta la Madriguera de los Weasley para celebrar, junto a Harry, su llegada al mundo el mismo día. Ambos tienen la inmortalidad asegurada, no por una piedra violácea que otorga la vida eterna o una varita de sauca indefectible, sino por otro medio aún más fantástico y entrañable: la literatura. Happee Birthdae Harry!
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