La madrugada del día en que Elena Garro murió

La madrugada del día en que Elena Garro murió

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Llovió como pocas veces aquella noche. Agosto 22 de 1998. El torrencial sonido del agua no dejaba lugar al conocido aroma floral en la llamada ciudad de la eterna primavera, Cuernavaca, en Morelos, a la que llegó a vivir la escritora mexicana Elena Garro a finales de 1991, después de 20 años de autoexilio.

A la funeraria donde su cuerpo fue llevado ese mismo día, tras morir a los 77 años de edad, debido a una insuficiencia respiratoria y cardiaca que motivó su ingreso a un hospital cinco días atrás, asistieron por la tarde noche pocos familiares o personajes públicos, entre ellos el entonces presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Rafael Tovar, hoy también fallecido.

Ahí estuvo, por supuesto, descompuesta, su hija, Helena Paz, a quien Garro procreó con el también escritor y poeta mexicano Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura –quien a su vez había muerto en abril del mismo año–, y con quien se había casado en 1937. Su divorcio se produjo en 1967, muy cerca de la salida de Garro del país.

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Pero al llegar la medianoche, todos se habían retirado, incluso su hija Helena. En aquella capilla de la funeraria no había nadie más frente a su féretro que una joven reportera (y su acompañante), que la había visto por última vez una semana antes de su muerte, en el “asfixiante” departamento que pasó sus últimos años, en la calle de Manantiales, de la colonia Chapultepec. Una reportera que fue en su busca al poco tiempo de su retorno –solía decir Elena Poniatowska que Garro era "mágica" y "adictiva", y tenía razón–, para proponerle armar un libro con su vida contada por ella misma, que comenzó a escribir pero nunca terminó y menos publicó, porque Garro se lo pidió casi al llegar al final de su vida. La promesa sigue viva.

No llegó nadie más esa madrugada sino hasta hasta la mañana siguiente, para concretar el sepelio en el cementerio Jardínes de la Paz de Cuernavaca.

Foto de la tumba donde fue depositado el cuerpo de la narradora mexicana, dos años después. Imagen: Eduardo Valdespino

Foto de la tumba donde fue depositado el cuerpo de la narradora mexicana, dos años después. Imagen: Eduardo Valdespino

Si la propia Elena ella hubiera podido verse a sí misma, ahí, casi sola, quizá hubiera recurrido a su característico humor negro y lo hubiera considerado simplemente como un recuerdo del porvenir... Hubiera reído con esa carcajada tan suya, irónica, tras una fumada a su infaltable cigarro y a la par de un trago de coca-cola. Ambas cosas eran lo único que pedía si alguien la acompañaba al súper.

En silencio, sin palabras, sin rumor, sin lágrimas, sin rezos, sin libros, sin máquina de escribir –a la que nunca aprendió a poner la cinta–, sin amigos, sin la sombra del 68, sin la de quien fue su compañero, sin la hipocresía que detestaba. Sin gatos, aunque quizá eso sí le habría gustado, que los llevaran a despedirse. Sin nada... Sin casi nadie. Así fue la madrugada de su muerte.

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Con el paso de los años, la obra literaria de Elena Garro, cobró mayor relevancia para la crítica y ya es considerada como una de las escritoras mexicanas más relevantes del siglo XX.

Tanto en los cuentos como en la novela, Elena Garro construyó personajes y situaciones narrativas que han causado la admiración de los lectores por su originalidad y su acierto estilístico. Los argumentos fluctúan entre el rescate  de los años del levantamiento cristero con un trasfondo vital desbordante, los amores no correspondidos, la infancia luminosa, la magia de las mentes infantiles, los recuerdos que se traen al presente de la enunciación. En esos relatos se va imbricando, con sabiduría y con alquimia, un registro autobiográfico que subyace en la narración”.

Luzelena Gutiérrez Velasco, investigadora de El Colegio de México,

A 20 años de su muerte, que se conmemoran este 22 de agosto, el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), a través de la Coordinación Nacional de Literatura, ha programado una serie de actividades a lo largo del mes, que inician este martes 21, a las 19:00 hrs. en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, donde su obra será abordada en una mesa redonda en la que participarán Marcela Magdaleno, Liliana Pedroza, Olga Martha Peña Doria y Guillermo Schmidhuber.

De perfil

Elena Delfina Garro Navarro fue su nombre completo. Nació en Puebla un 11 de diciembre de 1916, como fruto de una relación entre el español José Antonio Garro y la mexicana Esperanza Navarro. Llegó a la CDMX para realizar estudios desde la primaria, y años después ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria, cuando conoció al escritor Octavio Paz, con quien más tarde contrajo matrimonio.

“Ellos se conocieron en una fiesta que dio la familia de Elena. Octavio Paz, después de esa fiesta en la que bailaron, la buscaba, iba por ella a la Escuela Nacional Preparatoria, donde ella estudiaba. De esa manera comenzaron una relación”, comentó en entrevista con el INBA Liliana Pedroza, especialista en la vida y obra de Garro, a propósito de dicha mesa.

Existen 168 hojas de correspondencia de los dos años de relación entre Garro y Paz. Son cartas hermosas con poemas en los que se demuestran su amor y apasionamiento y, sobre todo, la admiración que tenía Octavio hacia Elena, que ya desde ese momento era una chica con un bagaje intelectual enorme.

“Si estudiáramos en conjunto a Octavio Paz y Elena Garro, desde el amor literario entre ellos, veríamos muchos intereses comunes y cómo se traspasan ideas de uno y de otro”, destacó Pedroza.   

Con su primera novela, Los recuerdos del porvenir, publicada en 1963, obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores. Con 21 años escribió Memorias de España 1937, publicado con posteridad, en el que describe las personalidades y actitudes de los intelectuales asistentes. Y a su regreso a México volvió a publicar algunos libros, entre los que se encuentra la novela corta Un corazón en un bote de basura.

"Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Sólo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variado espejo. La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga".

Los recuerdos del porvenir (fragmento), Elena Garro

 

Aquí puedes consultar otras actividades organizadas por el INBA a propósito de los 20 años de ausencia de Elena Garro:

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Sigue a María Luisa López en Twitter: @campociego

 

 

 

 

 

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