¿André Bréton quién? El Bosco, primer surrealista
Más allá de si eres fanático del arte seguramente habrás escuchado hablar del surrealismo. Se trata de un movimiento literario y artístico que busca reflejar el subconsciente que trasciende lo real a partir del impulso psíquico, lo imaginario y lo irracional.
De esta manera, los escritos surrealistas se basan en la utilización de imágenes para la expresión de emociones. Uno de los artistas más reconocidos de esta corriente es Salvador Dalí, sin embargo, la expansión del surrealismo se atribuye enteramente al francés André Bréton.
Entre los grandes exponentes de este popular movimiento se encuentran René Magritte, Max Ernst, Remedios Varo, Leonora Carrington, Luis Buñuel, Joan Miró, Man Ray, Marcel Duchamp, Marc Chagall, entre otros. Incluso, el propio André Bréton catalogó a Frida Kahlo como surrealista, a lo que ella refutó en repetidas ocasiónes, pues ella no pintaba sueños, sino su especial forma de ver la realidad.
Sobre los precedentes de este movimiento, las teorías psicoanalíticas de Sigmund Freud sobre el sueño y el subconsciente fueron uno de los pilares en la creación del pensamiento surrealista. Por otro lado, en el aspecto pictórico es importante reconocer el antecedente surrealista que ya realizaba “El Bosco” cuatro siglos atrás.
Jheronimus van Aken (1450-1516), mejor conocido como “El Bosco” , de origen holandés, fue un pintor tradicionalmente perteneciente a la corriente de pintura flamenca. Sin embargo, sus obras se conformaban de aspectos burlones o satíricos, en ese entonces poco recurrentes dentro de la pintura propia de la época.
En medio de un clima artístico con tendencias del gótico tardío y el Renacimiento temprano, El Bosco constituyó una extraordinaria anomalía. Sus pinturas mostraban escenas grotescas protagonizadas por seres fantásticos en escenarios que hacían tributo a toda índole de fantasías, angustias y anhelos humanos.
Junto con los híbridos de hombre y bestia, como centauros, unicornios, diablos, dragones y grifos, encontramos también incontables monstruos salidos de su propia imaginación. Si bien el repertorio de su obra no es muy grande, debido a la imposibilidad de corroborar su autenticidad, una pintura que ejemplifica perfectamente el carácter surrealista de El Bosco es el tríptico El Jardín de las delicias.
Se trata de un retablo dividido en tres partes, donde cada una representa un momento diferente durante la creación del mundo, temática central de la obra. Se desconoce quién comisionó originalmente esta pieza, pero se sabe que el Rey Felipe II la adquirió en una subasta y la llevó al monasterio El Escorial. El tríptico permaneció ahí desde finales del siglo XVI hasta el advenimiento de la guerra civil española, cuando fue trasladado al Museo del Prado en el año 1939, donde permanece hasta la fecha.
El paraíso (panel izquierdo)
El panel izquierdo corresponde al Paraíso. En él se puede observar a Dios creador con los rasgos de Jesús. Este sostiene a Eva de la muñeca, como símbolo de que se la entrega a Adán, quien yace en el suelo con los pies superpuestos en sus extremos.
El jardín de las delicias (panel central)
El panel central es el que da título a la obra. Corresponde a la representación del mundo terrenal, al que simbólicamente se le refiere en la actualidad como "el jardín de las delicias". Llaman la atención, en primera instancia, los desnudos frontales, representados alegremente en un contexto histórico donde el desnudo estaba reservado –por no decir, permitido– solamente para criaturas mitológicas o para Adán y Eva, con fines aleccionadores.
Se observan frutas y animales, tanto comunes como exóticos, pero sus tamaños contrastan con la realidad. Vemos aves y peces gigantes; mamíferos de escalas variadas repartidos en un escenario onírico que pareciera hoy en día propio de una creación surrealista.
El Infierno (panel derecho)
En esta sección las personas reciben su merecido por los pecados cometidos en el jardín de las delicias. Son torturados con los mismos elementos de los que disfrutaron en dicho jardín. El Bosco condena aquí el juego, la música profana, la lujuria, la codicia y avaricia, la hipocresía, el alcoholismo, etc.
De acuerdo con los expertos, el aporte novedoso de El Bosco en la pintura flamenca del Renacimiento sería haber elevado la iconografía fantástica, propia de las artes menores, a la importancia de la pintura al óleo sobre tabla, normalmente reservada a la liturgia o a la devoción piadosa.
La imaginación del artista juega un papel protagónico al hilar estas imágenes que parecen ser sacadas de sueños (o pesadillas) de una manera satírica. En efecto, se puede decir que El Bosco sienta las bases de elementos creativos que, cuatrocientos años después, André Bréton acuñaría como surrealistas.