Fui a ver Correspondances de Patti Smith con The Soundwalk Collective y lloré toda la noche
Por Regina Vazquez
Eran las 8:20 cuando las luces del Teatro de la Ciudad se apagaron y en la sala se hizo un silencio largo. Más largo de lo que había esperado antes en un teatro. Ese espacio que traslada a la audiencia de su realidad, a la realidad del acto que vendrá. Ese viaje entre la tercera llamada y la ruptura del silencio. La oscuridad se inundó de sonidos de aves, de crujidos de ramas y hojas al viento que llenaron el espacio, mientras el productor Simone Merli y los músicos que se sumaron al Soundwalk Collective en esta ocasión tomaban sus posiciones. Minutos después, Patti Smith hizo su entrada al escenario enganchada del brazo de Stephan Crasneanscki, un viejo colaborador y artista fundador del Soundwalk Collective, proyecto electrónico que daría el show de la noche. El público se levantó de sus asientos y mi corazón empezó a latir rápidamente. La presencia de Patti Smith siempre sacude a quien sea que esté frente a ella. Smith es una de las pocas personalidades de culto que han construido una mística y una mitología gigantesca que provoca admiración y cercanía inmediata con su audiencia. En mi caso, esto sucedió desde que leí su novela autobiográfica Just Kids.
El teatro se transformó en un viaje audiovisual, con el despliegue de una gama de emociones a través de paisajes sonoros y visuales. Se proyectaron fotografías y videos de archivo tanto de Patti como de Stephan. La estructura del performance estaba anclada a cinco o seis poemas largos de la autoría de Patti, que ella misma recitó al frente del escenario, como si dirigiera una orquesta. Los músicos iban construyendo las atmósferas que te sumergían en la poética de Smith, que entre piezas tomaba un poco de agua de una botella para remojarse la cara, o dejar caer un escupitajo chorreado para combatir la resequedad de su boca. El colectivo imitaba sonidos de la naturaleza, de manera tan detallada, que cuando uno de los poemas habló sobre hielo, Crasneanscki descubrió un bloque de hielo gigantesco que golpeaba y raspaba rítmicamente mientras Patti recitaba un poema que nos hacía reflexionar sobre el calentamiento global. Lágrimas salían de mis ojos y a mi alrededor escuchaba a personas expresar emociones, ya sea felicidad, tristeza o una combinación de ambas. Patti dejaba caer las páginas que terminaba de leer con la presencia de una figura mítica del punk que es, las hojas caían al suelo y los sonidos iban en aumento.
Después de un recorrido de emociones, poemas e imágenes, el ritmo se aceleró, las percusiones comenzaron a ganar terreno en el espectro sonoro y una especie de canción de techno empezó a formarse gradualmente hasta convertirse en una pieza electrónica que podría sonar en el Yuyú. El escenario se llenó de colores y Patti se sacudió para llenar su cuerpo de casi ochenta años de la energía necesaria para alcanzar al techno moderno que estaba esperando su intervención. Ella recitó un poema con emoción en su voz y movimientos con sus manos. Se sumergió por completo en los sonidos y el público la siguió. Este momento fue creciendo y creciendo; mi piel se erizó, lágrimas rodaron por mis mejillas y traté de aferrar ese sentimiento dentro de mí.
De pronto el sonido acabó y aplausos reventaron como una lluvia en el teatro. Recibieron una ovación de pie a la reina del punk y al grupo experimental con el que ha trabajado desde hace décadas. Patti salió del escenario pero minutos después regresó. Conmovida, relató que el primero de marzo es una fecha especial, pues ese día era el de su aniversario con Fred Smith. Después de 14 años de matrimonio y haber criado a dos hijos, Fred Smith falleció en 1994 a los 45 años. Ella lo recuerda todavía con amor. Patti continuó hablando y la gente seguía parada frente a sus asientos en completo silencio. Invitó a su viejo guitarrista Lenny Kaye al escenario y contó que "Because the Night" era muy importante para ella, pero sobre todo lo era para Fred. Solo con la guitarra y junto a las voces de todo el público, cantaron el himno clásico que alguna vez escribió con Bruce Springsteen. Al terminar, pidió que toda la gente del teatro, todos los que trabajan tras bambalinas, la gente de limpieza, los técnicos, los tramoyeros y todo el staff la acompañara en el escenario, y para ellos, cantó "People Have the Power". Todo el teatro comenzó a cantar y podías ver sonrisas y lágrimas en las personas.
Correspondances fue una obra de cine. A través de diferentes medios, la fusión entre Soundwalk Collective y Patti Smith logró transmitir un mensaje mediante una fusión audiovisual donde pudimos apreciar imágenes y videos de películas de directores como Andréi Tarkovski, director de cine ruso conocido por su construcción poética en sus películas. Las personas salieron con una sonrisa en la cara. Yo no dejaba de temblar y al salir me encontré con una amiga a la cual corrí a abrazar porque nuestra conexión fue gracias a Patti Smith. Ese es el poder del arte, todas las emociones que puede evocar en las personas. ¡Larga vida a Patti Smith, gracias por absolutamente todo!