Una noche en la CDMX

Una noche en la CDMX

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Las jornadas de trabajo en la Ciudad de México son desgastantes: para comenzar ―ya sea que te desplaces en tu propio vehículo o en transporte público―, los trayectos matutinos implican tener que lidiar con gente con la que ninguna persona con autoestima escogería lidiar: peatones irresponsables, conductores idiotas, usuarios de metro maleducados, más la depresión de imaginar que esto mismo se repetirá en tu camino de regreso a casa. De cualquier manera, en medio del caos, planeas en tu mente la organización que requieres para terminar tus tareas del día con éxito… organización que se desdibuja cuando al llegar a tu oficina te convocan a una junta "urgente", que dura dos horas. Durante la junta, miras a la distancia, jugueteas con tu pluma, y maldices tu suerte por vivir en el país con las jornadas de trabajo más largas del planeta. Necesitas salir y olvidarte de todo esto. Ya.

Las vacaciones son una práctica cada vez menos frecuente entre las prestaciones que reciben los trabajadores, pero salir en la noche a emborracharte con tus amigos se ha convertido casi en un derecho… claro, no necesariamente tiene que haber alcohol; los diferentes ambientes y géneros musicales se asocian al consumo de diversas sustancias: LSD y psicodelia, marihuana y reggae, tachas y rave… no obstante, el alcohol y el tabaco siguen siendo los más populares.

El primer reto consiste en ponerse de acuerdo con los amigos para ver a dónde van: qué sirven, qué música tocan, qué ambiente hay, qué clase de antro es. ¿Quieren platicar?, ¿quieren bailar?, ¿quieren intoxicarse? Te imaginas a ti mismo como una persona popular, siendo el alma de la fiesta: a tu mente acude la imagen del afiche de John Travolta en su clásica pose de Fiebre de sábado por la noche, señalando la bola de cristal en el techo de una discoteca de los años setenta, vestido con su sexy traje blanco, admirado por una actriz desconocida en un vestido rojo y rodeado por consumidores de cocaína sentados en sus mesas.

Bueno ya. Estás en un antro con tus amigos. Enciendes un cigarro, y mientras dejas salir el humo, imaginas que te ves como Keith Richards con su clásica expresión detrás de una cortina de humo. Pides un vodka con jugo de arándano y recuerdas cuando Metallica se cambió el nombre a Alcoholica. Consumir drogas te hace sentir una celebridad. Claro, habría que hacer el recuento de las celebridades muertas por abuso de sustancias, pero ahora es momento para divertirse, no para sufrir.

En el grupo de tus amigos hay una señora y entablas conversación con ella. Te platica con nostalgia de aquellos tiempos en los que se podía fumar dentro de las oficinas (e incluso dentro de los salones de clase), de cuando sus compañeros de trabajo metían botellas escondidas a la agencia de publicidad, o de cómo se iba a fumar marihuana con sus amigos al fondo de las canchas en la secundaria. Por alguna razón, las pláticas sobre drogas y sexo siempre son populares.

Finalmente decides irte a casa a dormir. La maldición de los trayectos en la CDMX reaparece: taxistas deshonestos que te quieren cobrar con tarifa fija sin usar el taxímetro; lo que gastaste en el antro te dejó sin efectivo; el Periférico cerrado a las 3:00 am por obras; cambiaron la chapa de la puerta de tu condominio y aún no tienes copia de la llave; tienes ganas de vomitar y sabes que al otro día sentirás que la cabeza te va a explotar. Te preguntas si no hubiera sido mejor invitar a tus amigos a ver alguna película en casa.


Encuentra a Juanito en Twitter como @eldeldemo.

¡Un grupo de gente tiene el superpoder de controlar la tasa de interés!

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Otra frase falsa atribuida a Gael García Bernal

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