Stanley Kubrick: maestro de luz
Kubrick.
Este apellido es asociado inevitablemente con una mente maestra del cine. Polémico y rígido son sólo algunas de las palabras que resuenan más fuerte a lo largo de sus 16 obras como director, las cuales, en su mayoría, están afianzadas en la cultura popular.
Es normal ver a alguien disfrazado del excéntrico Alex DeLarge o el macabro Jack Torrance en cualquier fiesta de Halloween. Citas de los diálogos de sus películas son el pan de cada día de un cinéfilo común y es que la precisión del trabajo de Kubrick es lo que lo llevó a ser posiblemente el director de cine más reconocido dentro del mainstream.
Pero debemos recordar que toda grande leyenda inicia su trabajo en el punto más básico de la vida. Hasta el gran Stanley Kubrick tuvo que aprender muchas cosas antes de llegar a hablar de sociedades secretas.
Si bien es cierto que la delicada construcción de sus historias son lo que nos atrapa instantáneamente, éstas no tendrían el mismo impacto de no ser por el meticuloso cuidado estético que Kubrick les dedicaba. Las imágenes perfectamente fotografiadas son las que han inmortalizado muchas de las escenas de la filmografía. ¿Cuántos no hemos tenido como wallpaper a las gemelas de The Shining? ¿O los planos abiertos de Barry Lyndon? Y es que para Kubrick, la fotografía no sólo era uno de los departamentos más importantes de su producción cinematográfica, era su pasión.
Desde niño, Stanley desarrolló un amor por la fotografía, disciplina que practicaba con una pequeña cámara Reflex, regalo de sus padres. Con ella se dedicaba a capturar las calles de NY y su población, hasta que a los 17 años, tomó una fotografía de un hombre mirando el anuncio de la muerte del presidente Roosevelt. Aquí vemos la velocidad de pensamiento de Kubrick para capturar una imagen. Este retrato lo vendió a la revista Look y se convertiría en su primera portada, consiguiendo trabajo así en la publicación. Aquí, perfeccionó su ojo, lo que lo llevó incluso a ser el fotógrafo de sus primeros proyectos cinematográficos. El resto, como él y su legado fílmico, es historia.