Lynyrd Skynyrd: Sí a la música y no al racismo ¿se puede separar al arte del artista?
Recientemente se ha suscitado una polémica a nivel global: movimientos como el “Me Too” y el famoso documental de “Leaving Neverland”, han visibilizado a muchos artistas bajo otra óptica y nos han hecho cuestionarnos quiénes son en realidad. Aquí es donde nace la pregunta: ¿podemos escuchar a artistas polémicos o que hayan cometido delitos? ¿En dónde se dibuja la línea entre el arte y el artista?
Uno de los mejores ejemplos para hablar de este tema es la legendaria banda de southern rock, Lynyrd Skynyrd, conocidos por ser una de las mejores bandas de rock de la historia, y también por apoyar abiertamente a la causa confederada de Estados Unidos, una causa que a su vez, es abiertamente racista y fanatista.
La banda y muchos de sus integrantes son originarios de Jacksonville, Florida, una región de EU conocida por su apoyo histórico a los confederados. Varios de los miembros se pronunciaron abiertamente a favor de ésta ideología; en su trabajo abundaban las banderas de la Confederación, en conciertos e incluso en sus portadas ondeaba el polémico símbolo.
Sin ir más lejos, su más famosa canción, Sweet Home Alabama, es una respuesta al famoso cantante Neil Young por su canción “Southern Man”, donde critica con dureza las actitudes racistas y fanatistas de los sureños. La respuesta de la banda es clara: Estamos orgullosos de ser quienes somos.
¿Eso significaría que escuchar y disfrutar de la música de Lynyrd Skynyrd te convierte en un racista? Pues lógicamente no ¿O sí?.
El tema es que trazar esta línea se vuelve muy complicado cuando una banda y todos sus integrantes tienen una postura tan clara. Otros casos de este estilo podrían ser Pantera, también abiertamente confederados, o los Sex Pistols, que mostraban apoyo a la ideología nazi.
Si una canción habla de amor y el artista habla de odio, ¿qué pasa? El artista puede separarse del arte. A fin de cuentas, hablan de cosas diferentes. Si el artista dice una cosa y su música otra, entonces uno como espectador puede separarlas. Aunque el artista sea intolerante, si su música no habla de intolerancia, entonces por mucho que el artista lo sea, la música no lo será.
Lynyrd Skynyrd, por suerte, si se puede llamar de esa manera, a pesar de tener una postura clara, no llevan su ideología al arte: sus canciones (fuera del ejemplo de Sweet Home Alabama) no hablan sobre racismo o fanatismo, no hablan de la confederación. Separan su arte y su ideología.
El caso de Michael Jackson es parecido, aunque más complejo. Las cosas de las que se le acusan son bastante graves, pero su arte, su habilidad como artista, no tienen nada que ver con ellas. Se separa una vez más la ideología y al artista del propio arte que produce. Se puede disfrutar la música de Michael Jackson, al igual que la música de Lynyrd Skynyrd, sin tener que disfrutarlos a ellos.
Ahí es, desde el punto de vista de este autor, donde se dibuja la línea entre el arte y el artista. Se puede disfrutar la música de alguien, por mucho que se le pueda odiar, siempre y cuando la música no trate el tema específico que genera el odio. Lo que un artista hace o piensa no debería de manchar la música al grado de que no deba escucharse: se puede castigar al artista, sí, pero eso no es impedimento para escuchar y disfrutar el arte.
Siempre seguiremos con las polémicas: la lista de artistas controversiales seguirá en aumento con el paso de los años y siempre nos seguiremos cuestionando qué tan correcto es escuchar su música y cómo nos sentimos nosotros mismo al escucharla. Pero el arte sigue siendo arte, y mientras este arte no esté hecho para odiar, nosotros podremos seguir disfrutándolo, venga de quien venga: se puede odiar al artista y amar su arte.