¿Por qué ganó Trump? La autopsia a las elecciones

Por Cristopher Echenique (@Echenique_Mx)

Trump fue el tercero. Una serie de votaciones en diferentes países que despertaron la atención del mundo entero, gracias a una cobertura mediática sin precedentes, terminaron con resultados inesperados. Un efecto colateral de esas grandes sorpresas fue el hacer evidente que los medios y encuestadores, no se manejan con certezas. Los hechos demostraron que sus juicios y datos son altamente cuestionables.

El 23 de junio pasado, el mundo se sorprendió cuando la mayoría de los ingleses votaron por separarse de la Unión Europea –el mayor bloque comercial y político del mundo– un fenómeno conocido como el Brexit. El 2 de octubre, en otro resultado inesperado, poco más de la mitad de los colombianos que acudieron a las urnas, le dijeron ‘No’ al plebiscito para refrendar los acuerdos de paz que había negociado el presidente Juan Manuel Santos con las Farc. Trump llegó a declarar antes de las elecciones, estar convencido en que las encuestas estaban equivocadas y que la sorpresa que daría sería tan grande que empañaría el Brexit. Tuvo razón.

En Estados Unidos, tienen su propia expresión para cuando las encuestas se equivocan: 'efecto Bradley'. Viene de las elecciones para gobernador de California de 1982, cuando el entonces alcalde de Los Ángeles Tom Bradley, perdió pese a haber aventajado en todas las encuestas, incluyendo las de salida. ¿La razón? Bradley era negro, pero la gente no quería parecer racista.

El efecto Bradley vuelve recargado, esta vez con Trump. El republicano tuvo una importante masa de lo que llamo ‘simpatizantes de clóset’, que al mentir en las encuestas o no contestar, algunas lo llegaban a colocar hasta doce puntos debajo de la candidata demócrata. A esto se suma la complejidad para calcular el ‘voto pesado’ por estado. Las encuestas terminaron teniendo la misma efectividad que las predicciones astrológicas. Ha quedado en entredicho, su efectividad como ejercicios demoscópicos.

Brexit

La carrera presidencial fue un reflejo de la profunda polarización del país. Trump representaba un movimiento, más que a un partido. Una especie de ‘levantamiento’ de aquellos estadounidenses olvidados por la clase política y desplazados por inmigrantes y minorías –los grandes actores de esta nueva sociedad diversa–. Quieren a un líder que les devuelva el país que temen haber perdido. Compitió contra el ‘establishment político’ personificado por Hillary Clinton, para quien su experiencia en cargos públicos terminó siendo el mayor obstáculo.

Hace 12 meses, Donald obtenía opiniones ‘aceptables’ en los sondeos que usaban metodologías tradicionales, pero en las realizadas mediante plataformas online, salía mucho mejor. En ese entonces Nate Silver –el gurú gringo de las encuestas– rechazó los sondeos online, que después resultaron ser más confiables que los realizados vía telefónica. La razón: las encuestas online son anónimas, así que el encuestado se siente con mayor libertad de expresar su verdadera opinión.

| Les dijo lo que querían escuchar.

Esto puede parecernos paradójico si vemos el apoyo y asistencia de simpatizantes que registraban sus rallies, en los que culpaba a las minorías de todos los problemas de Estados Unidos. Un discurso que legitima la violencia. Le dio tan poca importancia a las encuestas, que gastó casi el doble de recursos en gorras que en sondeos. Su estrategia fue movilizar a la gente que normalmente no vota, mismos que tienen a ser ignorados por los encuestadores.

Para Mireya Márquez, investigadora en medios de comunicación y periodismo, estos discursos mesiánicos tienden a florecer en contextos de crisis y guerra o donde un pueblo se siente abandonado y traicionado. El pensar que todos ejerceremos nuestra ciudadanía de forma respetuosa y racional, es uno de los mitos del liberalismo. Con estos casos, nos dimos cuenta que a la gente no le interesó ser racional ni distinguir la propaganda de la verdad.

Los medios, la opinión pública y las minorías educadas, hemos hecho mal en señalar con el dedo a quienes no piensan como nosotros. Nos equivocamos en creer que las campañas políticas son jugadas con base en la racionalidad. Las teorías de comunicación del siglo XX usadas para analizar la Segunda Guerra Mundial, daban cuenta de cómo operan las masas y cuál es la psicología social. El miedo al futuro es un importante combustible para votar por regímenes populistas. A los seguidores de Trump no les importó que fuera racista y misógino, estén o no de acuerdo con él. Lo que querían era recuperar su trabajo.

Los medios cubrieron la elección como si fuera una carrera de caballos, lo que la cultura anglosajona conoce como horse racing. Al enfocarse en la beligerancia de Trump, dejaron de lado el mensaje subyacente en su campaña: el tema de la economía global. Fue un promotor del odio que se tenía a las instituciones. Ante la crisis de migrantes y refugiados que hay en países como Francia, España, Alemania, la derecha se está fortaleciendo. No vayamos muy lejos. Existe una visible conexión entre estos fenómenos y algunos escenarios actuales en México. Cuando pensábamos que la Iglesia Católica había dejado de tener tanto peso. Estamos viendo resurgir a movimientos conservadores como el autodenominado ‘Frente Nacional por la Familia’. Esto nos dice que hay un miedo a lo diferente. Refleja la incertidumbre que siente una parte de la sociedad que se aferra a estructuras morales para regir su vida, que quizá de otra forma sería caótica.

La investigadora también dijo que esta serie de eventos pueden explicarse en una economía global que hace ricos extremamente ricos y pobres extremamente pobres. El neoliberalismo ha vuelto pobres a familias que antes eran clase media.

Más allá de tacharlos de ‘racistas’ o ‘xenófobos’, habría que entender que la clase política ha fracasado en comprender su realidad. De igual forma los medios, que al percibir el peligro que representaba Trump para sus intereses, se dedicaron a señalarlo como ‘un peligro para la democracia’, al mismo tiempo que quizá, sin querer, lo terminaron llevando a la Casa Blanca. La televisión volvió al fenómeno Trump más grande de lo que era. Confiaron en que la gente iba a valerse en la racionalidad para emitir su voto. Sin embargo, vimos la mayoría de las encuestas, sesgadas por ‘el espiral del silencio’, un fenómeno que se da cuando el encuestado percibe una opinión mayoritaria, contraria a la suya y decide no admitir abiertamente su preferencia. El fenómeno se intensifica cuando las dos opciones son tan polarizadas como en estos casos.

Las encuestadoras y los medios de comunicación, olvidaron que la gente no solo vive en San Francisco, Nueva York y Miami. Al final solo ellos compraron la ‘realidad’ que intentaron vender. Esa poca o nula representación del verdadero Estados Unidos en las encuestas, se da más aún si se carece de incentivos para salir a votar –la gran diferencia entre los simpatizantes de Trump y los de Clinton–. Pusieron en la balanza la misoginia y racismo del candidato contra no tener empleo. Trump puso a pobres de un país contra pobres de otro país, ambos excluidos de sus propias sociedades. Lo mismo pasó en Inglaterra. Una gran parte de la población sentía que su opinión iba a ser escuchada por primera vez. Era la oportunidad de deshacerse de aquel vecino polaco que toma mucho vodka.

Estos fenómenos también pueden explicarse en la ‘Teoría de los efectos limitados, que dice que tendemos a exponernos a opiniones concordantes con la nuestra. Esto se intensifica en la era de las redes sociales.

| La moraleja: Get off your white horse and smell the coffee.

La clase media educada no es la mayoría de la población. Lo único que hacemos al señalar al otro de intolerante y racista, es empoderarlo y darle un incentivo para ir a votar por la opción más radical. Es alguien que ya ha perdido el trabajo. No tiene nada más que perder y tiene todo que ganar, y de paso, fastidian a la clase que sí se ha visto beneficiada por las políticas de los gobiernos en turno. No sería extraño ver este fenómeno repitiéndose en otros países como Francia, donde François Hollande se ha mostrado débil frente a los ataques terroristas.

| La gran cara fea del capitalismo.

"No puedes como país tener solo las cosas positivas del capitalismo: Explotar los recursos de otros países, y negar los efectos negativos que eso conlleva, como pobreza y migración. Los pobres de sus propios países se las están empezando a cobrar al no verse beneficiados por ese sistema.

Hay una crisis dentro de los partidos. La representatividad del electorado en estos, está en duda. Vendemos a la democracia como una utopía, pero mucha gente no es democrática. Quieren ver a una persona poniendo orden. Pensar que el voto de las masas será apelando a la racionalidad, va en contra de lo que la historia nos ha enseñado, donde en tiempos difíciles preferimos ser regidos por mano de hierro. Por eso Álvaro Uribe, fue visto en Colombia como el presidente que puso a las Farc en su lugar, y ven como débiles a presidentes que prefieren negociar, como Santos y Obama"

"Estamos ante un pueblo que está harto y la democracia no le convence. Cómo exigirle a esa población que se encuentra en un entorno de pobreza, violencia sistemática, drogas y violaciones, que emita un voto basado en la racionalidad", dijo.

| ¿Qué debe cambiar en los medios de comunicación?

Los medios están acostumbrados a cubrir la noticia desde un falso debate. Es decir, desde las perspectivas más divididas, las que no comparten la mayoría de la audiencia. Tendrán que empezar a reportear desde la complejidad y profundidad de la noticia. Los medios pasan por un problema de especialización. Se enfocan en la nota que vende. Donde está la declaración beligerante que les da entradas y no en el trasfondo de la noticia.

Para el periodista Sergio Rodríguez Blanco, los medios tradicionales privilegian sus intereses económicos al ejercicio ético de la comunicación. "Habrá que buscar plataformas viables para ejercer un periodismo profesional, que le proporcione al ciudadano las herramientas para reflexionar de manera crítica sobre lo que acontece a su alrededor. Fue más fuerte la retórica que apelaba a los sentimientos y emociones, que las reflexiones generadas en los medios, dedicados a evidenciar los comportamientos antidemocráticos de Trump. Estamos viviendo la banalización del periodismo en aras de la comercialización. Aunque estos intereses siempre han existido, antes era posible encontrar un contenido que generaba una reflexión, coincidieras o no con esta", concluyó.

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