Perdón mexicano
El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador envió una carta al rey de España, Felipe VI y al Papa Francisco donde exhortaba a pedir disculpas y reconocer las graves faltas “que se cometieron en nombre de la espada y la cruz”; adhirió que por parte del gobierno mexicano, él mismo pedirá perdón a yaquis, mayas y chinos para hacer de 2021 el año de la reconciliación. ¿Basta?
Históricamente la cultura mexicana ha sido una construcción cargada de fuertes símbolos cohesionadores. Llega el mes de septiembre y ser mexicano difícilmente se piensa más allá de la esencia del mariachi, el tequila, la china poblana y la fiesta.
El mito fundacional del mexicano a través de la imagen del “mestizo” ha tendido a primar ciertas identidades por otras, como denuncian Mónica Moreno y Alicia Castellanos. Resulta preferible para el discurso oficial una imagen internacional de alegres rancheros, mezcla entre sangre española e indígena que visualizar un presente indígena gris y una desconocida realidad de otras minorías como las comunidades afromexicanas en la Costa Chica de Guerrero.
La exposición México: Esplendores de 30 siglos, obra insigne de la diplomacia cultural mexicana y que se realizó de cara a la firma del TLCAN a mediados de los noventa, llenó la ciudad de Nueva York de posters bajo la imagen de Frida Kahlo: una mezcla entre el pasado glorioso indígena y el presente civilizado, pero exótico y mítico a la vez. Todo escondido en la mirada de una extravagante y caucásica mujer que osaba vestirse como indígena. La convocatoria fue todo un éxito en los Estados Unidos.
Pensar en reconciliación, implica pensar, no únicamente en ofrecer una disculpa a aquellas minorías que durante años se han visto mermadas por el discurso oficial y el no reconocimiento de su identidad, también implica pensar su historia como un proceso de eterna resistencia, como el caso de la comunidad chicana en los Estados Unidos. Significa realizar un proceso de reconciliación, además de histórico, sostenido y con miras a realizar una justicia restaurativa (o justicia reparadora). Misma que significa un proceso de concilio social que busca trascender a una sociedad que ha vivido procesos políticos violentos hacia un clima de paz y estabilidad moral, institucional y social a través de cinco elementos primordiales: justicia para las víctimas, verdad histórica, memoria sobre lo sucedido, garantías de no repetición de lo vivido y reparación de daños a las víctimas.
Significa cuestionar el enaltecimiento de Frida Kahlo como bandera de los movimientos sociales: nada más alejado de su realidad, en su lugar, pensar a María Izquierdo desde el pincel o a Rosario Castellanos desde la literatura inmersas en el debate de la construcción de un feminismo mexicano; significa pensar que hemos ensalzado la dicotomía entre ricos y pobres a través del muralismo; hemos definido verdades históricas difuminadas y, finalmente, hemos participado en el gran concierto mexicano de la opinología y la opinocracia, como dijera Maruan Soto Antaki, sin lograr a través de ello cambios significativos en pro del concilio social.
Incongruentemente, siempre buscamos salir del estereotipo al que nosotros mismos nos hemos relegado: ¿Qué exportamos, culturalmente hablando? En los partidos de fútbol de la Selección mexicana en Estados Unidos, gran pantalla mundial para visualizar la identidad mexicana y rincón de la melancolía para la diáspora mexicana no faltan: la playera de la Selección nacional —fundamental para definirse como mexicano en el extranjero— los sombrerudos, los orgullos aztecas; las Fridas, los Santos y Blue Demon y una incontenible conducta a la fiesta.
Así pues, pensar en el concilio implica inmiscuir a la sociedad en el proceso; no es exclusivo —pero sí fundamental— la intervención del gobierno, pero corresponde a Sociedad Civil, impulsar el debate en pro de la justicia restaurativa.
Pensemos en países latinoamericanos como Chile o Argentina, que han buscado promover el concilio social tras los gobiernos dictatoriales de Pinochet y las Juntas Militares, respectivamente. Argentina, aunque con resultados divergentes, tuvo más éxito que Chile, sin embargo, el proceso continúa. Más recientemente, Colombia debate el proceso de implementación de la justicia reparadora, pues si bien, han cesado las hostilidades, la sociedad civil reciente los agravios vividos durante el conflicto político entre el gobierno colombiano y las FARC.
Sí, México debe ofrecer una disculpa a los pueblos yaqui, maya y chino, pero también visualizar más allá: pensar en los atropellos vividos durante la Guerra sucia en México, reconocer sustancialmente, hacer verdaderos espacios de memoria y dar una verdad histórica sobre los sucesos de 1968 y 1971. Significa reconocer y, al mismo tiempo, criticar duramente los atropellos cometidos por Hidalgo en Guadalajara y Guanajuato, la masacre de chinos en Coahuila por tropas maderistas o la matanza de indígenas en Acteal. Generar auténticas comisiones de la verdad con fiscales independientes sobre los atropellos cometidos por el Estado mexicano desde la Guerra sucia hasta los intestinos episodios vividos en México durante el conflicto contra el narcotráfico, más recientemente.
Si el gobierno mexicano desea hacer del 2021 el año del concilio, debe pensar en realizar una revisión holística de la historia nacional; significa identificar actores, deconstruir los símbolos nacionales, deconstruir héroes y volverlos terrenales, inclusive poniendo en tela de juicio la justificación del propio proyecto político.
*Los puntos de vista planteados en este texto no representan la postura institucional de Ibero 90.9
*Kevin Bravo, autor de este texto es alumno de la carrera de Relaciones Internacionales de la Ibero