El futbol no tiene género... ¿o sí?
A tres días de la Marcha del Orgullo LGBT+, cuando por todos lados nos bombardean los colores del arcoíris, se vuelve tendencia la foto de un beso entre Magdalena Eriksson y Pernille Harder, seleccionadas de futbol para Suecia y Dinamarca, respectivamente. ¿Por qué una foto así causa revuelo? ¿Qué diferencia habría si la imagen fuera de jugadores de selecciones varoniles? ¿Por qué habría diferencia en todo caso?
¿Por qué hablamos más del beso de Pernille Harder con su novia que de su premio a la mejor jugadora del mundo?
El futbol femenil ha tenido un crecimiento exponencial en los últimos años, no sólo en cuanto a su comercialización y proyección internacional, sino también en cuanto a la lucha por los derechos de las jugadoras. Apenas en abril pasado, justo en el Día Internacional de la Mujer, las jugadoras de la selección de Estados Unidos levantaron una demanda en contra de su federación exigiendo que sus salarios fueran a la par del equipo masculino y más de 30 participantes del Mundial de Francia 2019 se han declarado lesbianas o bisexuales con, aparentemente, bastante apertura y sin sufrir ninguna represalia.
En el caso de México, aún cuando se trata de una liga que ha tenido un crecimiento importante en sus primeros años, existe el debate sobre la diferencia de salarios entre los equipos varonil y femenil, las cuales son abismales. En cuanto al tema de hacer públicas sus preferencias sexuales, “la instrucción es callarse”, según declaró de forma anónima una jugadora de la liga a La Jornada. Por otro lado, podemos mencionar el sonado caso de las mexicanas Bianca Sierra y Stephany Mayor quienes declararon que tuvieron que mudarse a Islandia para sentirse aceptadas y poder disfrutar de su relación de pareja sin prejuicios.
Retomemos las preguntas del principio y hagámonos otras, ¿es tal el machismo que envuelve al futbol que es imposible para un jugador declararse homosexual sin poner en riesgo su carrera? ¿El apoyo que reciben las jugadoras lesbianas sólo se queda en las redes sociales? ¿Recibiría un apoyo similar una pareja de jugadores homosexuales que tuvieran el mismo gesto afectivo?
Tan sólo hay que recordar el grito que se popularizó en los estadios mexicanos cada que un portero hacía un despeje. También pensemos en algunos de los cantos que se escuchan en las gradas: “¡Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver! ¡Que ese no es un portero es una pu** de cabaret!”. También está el de la porra de los Pumas de la UNAM: “el puma no tiene mujer, el puma no tiene marido, pero tiene un hijo pu** que se viste de amarillo”.