A 10 años de ‘Lungs’, el primer encantamiento en la mitología de Florence Welch

A 10 años de ‘Lungs’, el primer encantamiento en la mitología de Florence Welch

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Impala/Vintage909 por los 10 años de Lungs aquí:

En una era que vio el renacimiento de la teatralidad en la música gracias a una norteamericana de vestuarios excéntricos con el apodo de una canción de Queen, la escena pop de hace 10 años era fecunda para recibir a un nuevo linaje de voces femeninas definidas por contundentes y exorbitantes personalidades, más allá de la envoltura sensual que definió a los noventa.

En la esfera británica femenil, la primera década del milenio estuvo marcada por el surgimiento de la crudeza lírica de Amy Winehouse, el blue-eyed soul de Duffy o el desenfado edulcorado de Lily Allen. Una incipiente Adele ganaba terreno con su melancólico 19, La Roux hacía lo suyo desde su synth-pop y Dido ofrecía su retrato discográfico más íntimo en Safe Trip Home antes de desaparecer por cinco años.

En medio de esa vorágine de lanzamientos y estilos, y con una nueva década a la vuelta de la esquina, una pelirroja capaz de transitar de la calma al frenetismo en un instante tomó por asalto las latitudes del entretenimiento musical en 2009, coqueteando con formas tan diversas como el garage rock o el barroco, estableciendo su inclinación por el drama y los romances destructivos. Esa pelirroja de rimas astutas y siniestras, ataviada de vestidos largos vaporosos, era Florence Welch de 23.

Antes de que la inglesa se obsesionara con el agua y los fantasmas en su volumen de ritos paganos, Ceremonials, y David LaChapelle le dirigiera sus proezas fílmicas, Florence y su ensamble de instrumentos que han pasado a conformar aquella inseparable “máquina” de sonidos, tomarían su primer aliento con Lungs, un álbum debut que más bien parece el segundo o tercer hijo de una arrolladora dinastía y que definió la mística alrededor de la identidad audiovisual de su autora.

En Lungs, Florence parece cantar desde un pedestal colocado al centro de un torbellino, desde donde contempla, con asombro y horror, el fenómeno vertiginoso de sus pasiones. No por nada en 2011, la misma Welch definiría el disco como un álbum “grande de pop tribal gótico”, “un libro de recortes de los pasados cinco años acerca de la culpa, el miedo, el amor, la muerte, la violencia, las pesadillas y los sueños”. Calificativos y conceptos que encajan a la perfección con el aura que mantiene el disco de manera homogénea desde el comienzo, definido por la franqueza emocional de Welch, sus metáforas galopantes y esa sensación de llevarnos siempre al borde de la crisis existencial, pero sin perder nunca la sofisticación.

Parecen existir dos reinos dominantes en Lungs, ambos regidos por una misma monarca de corazón despechado e iracundo. Por un lado, está ese donde habitan sus influencias adolescentes de riffs rockeros, con una esencia más orgánica à la indie pop. Aquí, las teclas y percusiones de pronto pueden remitirnos a su contemporánea y compatriota Kate Nash en su Made Of Bricks. Temas como “Kiss With A Fist” o “Girl With One Eye” honran el espíritu rebelde que definió su tránsito por bares y tocadas londinenses, mientras que “Between Two Lungs” o “My Boy Builds Coffins” aluden más a esa esencia folk de sus exploraciones prematuras.

Luego, está ese otro reino donde Florence flota entre arpas y xilófonos, como una ninfa de otro tiempo enamorada de los crescendos. Aquí, se asemeja a las grandes sacerdotisas ochenteras Annie Lennox o Kate Bush en canciones como “Howl”, “Drumming Song” y las dos odas estentóreas que abren el disco. Además, se nota la mano de sus productores como James Ford (Arctic Monkeys), Paul Epworth y Charlie Hugall.

Florence inaugura el rito de Lungs con la canción más luminosa y eufórica de su repertorio, aquel himno que se convertiría en la piedra angular de su éxito y su popularidad global: “Dog Days Are Over” (que pareciera ser la antesala de lo que luego sonaría en “Shake It Out”). Inmediatamente después, Florence continúa con su renuencia por la simplicidad y nos ataca con una pieza aún más intrincada y desbordante en “Rabbit Heart (Raise It Up)”, donde capa tras capa, su voz se funde con las cuerdas y cascabeles —como en una eterna reverberación de sí misma—, mientras canta sobre los estragos de la fama y el glamour, con todo y alegorías a Alicia en el País de las Maravillas, el Rey Midas y sacrificios ocultistas.

En el punto medio de lo épico y lo subversivo, se encuentran “Cosmic Love” y “You’ve Got The Love”. La primera, un verdadero poema sideral a un amor oscuro y agotador; la segunda, un cover revitalizante a Candi Station de su sencillo de 1986 que cierra el disco en una nota relativamente positiva donde el amor lo puede todo.

En Lungs, Florence parece cantar desde un pedestal colocado al centro de un torbellino, desde donde contempla, con asombro y horror, el fenómeno vertiginoso de sus pasiones


La portada es igual de emblemática y simbólica que muchos de los versos enunciados por Welch. Un collage de corrientes plásticas y evocaciones a otras eras que parecieran colocar a la inglesa en una suerte de naturaleza muerta victoriana, con el espíritu de una pintura flamenca o prerrafaelita. Si consideramos que esta escuela pictórica apelaba por la autenticidad, el estudio de la naturaleza y la búsqueda por la precisión técnica, la portada diseñada por el fotógrafo Tom Beard y la directora de arte Tabitha Denholm no sólo es veraz, sino congruente en la exaltación de los valores e influencias que rigen el disco.

Lungs logró lo que muchos álbumes debut solo aspiran: fortuna crítica y fortuna comercial. Arrancó en número 2 en las listas del Reino Unido, antes de reclamar el primer puesto después de su monumental presentación en vivo de “Dog Days Are Over” en los MTV VMA del 2010. Con el décimo aniversario del disco, la banda lanzó un video que recapitula diversos fragmentos de presentaciones en vivo que definieron aquella época, además de dos demos inéditos, “My Best Dress” y “Donkey Kosh”, que continúan con el aire lúgubre y arcano de sus predecesoras. Y por si fuera poco para celebrar, a través de su tienda en línea, los coleccionistas y acólitos de Welch pueden adquirir un boxset conmemorativo que, por supuesto, es tan apoteósico como lo amerita.

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Considerando que las tácticas teatrales de Welch y su gusto por lo esotérico y espiritual continúan acentuándose en su lírica e imagen con cada lanzamiento, Lungs es, en retrospectiva, ese primer altar rodeado de cirios y relicarios que la autora dedicó a la memoria de sus dramas juveniles. Pero, sobre todo, Lungs definió el molde sobre el cual continua edificándose su manifiesto musical: no hay oscuridad demasiado profunda ni abismo tan insondable que no pueda ser iluminado por la voz de Florence Welch. Así lo dejó en claro desde el origen de su universo. No por nada cantaría dos años después en “Spectrum”: “Di mi nombre y todos los colores se iluminarán”.

florence welch dog days are over lungs

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