'V' de The Horrors: colores sobre oscuro
A lo largo de la trayectoria musical de una banda es común notar un cambio paulatino en su sonido... o no. En la mayoría de los casos, entre más discos en su haber, más sutil es la curva de dicha transición. Algo similar ha sucedido con The Horrors y su quinta producción titulada solamente V (2017, Wolf Tone).Si bien es cierto que el sonido post-rock en paletas blanco y negro de The Horrors ha ido adquiriendo un tono colorido y con tintes de shoegaze al transcurrir los años, los liderados por Faris Badwan conservan cierta oscuridad en sus canciones y se vuelve inconfundible a primera escucha. Claro que la voz ayuda, pero así también las guitarras estridentes que se difuminan mientras viajan entre capas y capas de sonidos que se tornan envolventes, solo que ahora con más añadidos sintéticos.
¿Hasta qué punto es aceptable que una banda busque modificar su sonido a partir de los cambios generacionales de la música?. Quizá por un tema de adaptación, con el único fin de perseguir las tendencias del momento, como Coldplay —que hasta Calvin Harris ha tenido participación con ellos— o simplemente por querer experimentar con “nuevos” recursos como lo ha hecho Radiohead en sus discos, cada uno con un toque particular que se distingue entre sí. Cambios notorios que van desde lo estridente a lo contemplativo, de lo orgánico a lo digital, pero sin importar estos, existe un elemento básico que debe prevalecer y es lo que hace a una agrupación sólida en todo aspecto: la esencia, ese dejo de “algo” que la distingue en todo momento.
V en particular tiene más recursos digitales con incansables loops que bien podrían ser interpretados por Empire of the Sun o Miami Horror, pero en esencia no deja de ser The Horrors. La primer canción es “Hologram”, un corte que cumple el objetivo de introducir al contraste claro-oscuro del álbum de 10 cortes —que en su mayoría sobrepasan los 5 minutos— pero esta no funcionaría sin sus consecutivas.
Llegados al cuarto track, “Ghost”, se percibe la dominancia por lo electrónico que le da aires a aquél industrial Depeche Mode del Violator (1990, Mute Records) y con el que mantiene ese espíritu espeso y nebuloso, pero no así con “Something To Remember Me By”, un corte teñido de colores, amigable y llevadero, algo poco escuchado en el quinteto.
“Machine”, el primer sencillo que le conocimos, presentó una portada diseñada por Erik Ferguson con un arte que causó controversia, pues fue puesta a juicio por plagiar a Jesse Kanda —autor intelectual de perturbadoras imágenes diseñadas para ARCA y Björk— quien a su vez señalaron por la similitud de su trabajo con el de Chris Cunningham. Al poco tiempo, Kandra defendió el arte de Ferguson hablando sobre la territorialidad y originalidad con un comunicado en el que dijo que “de no haber descubierto su trabajo (Cunningham) en la adolescencia, no podría haber realizado alguno de sus artes”.
El título podría hacer referencia al quinto trabajo de estudio de los de Southend escrito en número romano, pero Faris, con su humor su ácido, resalta que el título debe entenderse como la seña obscena en su forma inglesa que significa “fock you”, comúnmente conocido como “flicking the V’s”.
Algo así como las dos caras de Pink Floyd desde sus inicios con Syd Barrett y posterior a su salida, cuya esencia psicodélica está inmersa a lo largo de sus quince producciones, es posible entender la concepción de V. Que la comparación valga únicamente en el sentido de lo esencial, para que pueda escucharse sin enjuiciar el cambio que podría decirse drástico, desde una perspectiva de un sonido más amable y hasta digerible, de un “Horrors” en una nueva faceta.