El sismo no le arrebató la vida a mi hijo. Lo mató la corrupción
“El sismo no le arrebató la vida a mi hijo. Lo mató la corrupción”.
Así inició Araceli Ramírez Cruz, madre de Juan Pablo Irigoyen Ramírez quien perdió la vida a los 19 años, justo un 19 de septiembre de 2017.
La tristeza reflejada en los ojos de Araceli no impidió que la indignación brotara de su pecho y que sus palabras conmovieran a estudiantes, amigas y profesoras de la Ibero por igual el pasado 20 de septiembre.
“Hace un año Juan Pablo decidió seguir sus estudios en la Universidad Iberoamericana, quería estudiar comunicación o psicología, deseaba trabajar en el Club español de futbol soccer, Real Madrid. Su sueño conocer a Cristiano Ronaldo”. Ideales que le fueron arrebatados a esta joven promesa. Juanpi, como le decían de cariño, familiares, parientes y amigos, quienes a unos minutos del sismo, salieron del Centro Universitario México, comunidad educativa marista, e hicieron enormes filas para rescatar de los escombros a su amado amigo.
Con un nudo en la garganta y a punto de soltar las lágrimas de compasión por Araceli, los asistentes nos contuvimos. Continuó: “Bastaron nueve minutos para que los sueños de Juan Pablo se apagaran para siempre, y ocho días para encontrarlo”. Desde que el edificio se colapsó, Araceli no se despegó de ahí ni un momento, día y noche; comiendo sólo lo mínimo para sobrevivir. Hasta llegó a exponer su vida al detener la grúa de cuatro toneladas que pretendía demoler el edificio ubicado en Escocia número 4, esquina Gabriel Mancera, en la colonia Del Valle.
“Un segundo es eterno. Primero sentí el jalón de la tierra. Le grité a Juan Pablo. Él estaba a unos pasos de la salida de la puerta de servicio en la cocina. No podíamos usar el elevador aunque estuviéramos en el primer piso. De pronto sentí que el techo de la cocina se caía sobre mí; me abracé del pilar. De repente me vi rodeada de una espesa nube de polvo. Tenía la boca llena de tierra; escupí. Repentinamente, ya todo estaba derrumbado. Le grité a Juan Pablo; no me pudo responder, pues se había caído toda la loseta de un edificio de ocho pisos. Pedí ayuda; ya había mucha gente para socorrernos. Le pregunté a una vecina que fue rescatada en el momento que si había visto a Juan Pablo, ella me dijo que estaba bien. No me quiso lastimar. Mi hijo ya había perdido la vida inmediatamente. No sufrió”.
Araceli Ramírez Cruz es egresada de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México. Tuve el honor de ser su profesora en el Diplomado La Perspectiva de Género como Herramienta para el Derecho, único en su modalidad, si estamos hablando de una facultad que se ha caracterizado por ser conservadora, misógina y machista. Ante las diferentes violencias que estamos padeciendo en las universidades tanto públicas, como privadas, dicha facultad ha abierto sus puertas al pensamiento crítico, plural e incluyente y en contra de la discriminación y violencia de género y por la defensa de los derechos humanos.
¿Por qué fue que a Juan Pablo lo mató la corrupción? Ara, como le decimos de cariño, lleva 34 años litigando. En los últimos años, se ha ocupado como secretaria general en la Coordinadora Metropolitana de Vivienda A.C., donde se gestionan casas de interés social. Ironías de la vida, pues justo con su esposo rentaba un departamento en el primer piso de un edificio que, en su inicio, fue diseñado para tener cuatro pisos. Con la pericial colegiada, que requirió para hacer la evaluación de los daños, días después del sismo, Araceli se percató que dicho inmueble ubicado en la calle de Escocia número 4, no tenía licencia de construcción para ocho pisos. Representa una clara evidencia de negligencia, corrupción y enriquecimiento ilícito por parte del dueño de la edificación, Víctor Francisco Jiménez Sainz; así como de las autoridades correspondientes para expedir las licencias y permisos de construcción, además de los proyectos y planos para la cimentación de edificaciones.
La agencia de información, Huffpost México, publicó los reportes emitidos por la iniciativa ciudadana Verificado19S, donde la delegación Benito Juárez tuvo 233 casas con daños severos. De estas, 47 están situadas en la colonia Del Valle, una de las zonas con más plusvalía de la ciudad. Y el colmo, el edificio de Escocia 4 no apareció en el reporte pericial de protección civil de la CDMX:
“Cuando lo perdimos todo, todo, ustedes saben qué es perder todo. En unos segundos, no tienes casa, ropa, comida. No tienes donde dormir, ni bañarte, ni hacer tus necesidades, ni una cuchara ni vasos. Nada... nada”.
“Estoy muy agradecida y bendecida por Dios, pues soy afortunada de haber y seguir recibiendo ayuda de mi familia, de los parientes, de las amistades. Pero me pongo a pensar qué está pasando con aquellas familias que aún están viviendo en campamentos, en la calle. Ahora el gobierno nos quiere dar préstamos a pagar en 20 años, cuando en la colonia Del Valle, hay muchas personas de la tercera edad, jubiladas o pensionadas que construyeron su patrimonio en los años cuarenta. Les hablo de casas viejas, aunque algunas siguen en pie. Pero hay otros casos, como en la Portales, donde a menos de un año de haber sido construidos modernos edificios de más de ocho pisos, se desplomaron con el terremoto.
En el rostro de Ara, se dejaron ver algunas manchas rojas encendidas por la rabia e impotencia que invadió su cuerpo. Con las manos depositadas en todos los documentos periciales, añadió: “A un año del sismo, la Comisión para la Reconstrucción de la CDMX, reconoció que aún no se tiene un censo para conocer el número real de damnificados. Esperemos que César Cravioto, que estuvo presente en la calle de Escocia, cumpla con lo prometido: hacer un censo real de los damnificados y hacer operativa la Ley de Reconstrucción. Además, que se transparente el ejercicio de los recursos económicos para la reconstrucción, que fueron donados por muchos países y connacionales. Ahora resulta que nosotros tenemos que pagar por nuestras propias casas, cuando existe el Fondo de Atención a los Desastres en la Ciudad de México (FONDEN)”. Cabe señalar que de los 6,800 millones de pesos que se aprobaron para ejercer dicho fin, sólo 600 millones de pesos se destinaron durante el gobierno de Miguel Ángel Mancera. En tanto que José Ramón Amieva, decidió utilizar 2,500 millones de pesos. Y, ¿el resto del dinero, dónde está, en tanto que los censos de damnificados y de los inmuebles dañados brillan por su ausencia?
Con tensa calma, Araceli, continuó: “Hubo dos etapas en las que las autoridades repartieron 3,000 pesos por familia, para pagar una renta al mes. Y obvio, como el edificio donde rentábamos no estaba registrado como colapsado, no nos dieron esa ayuda. ¿Qué puedes pagar con 3,000 pesos, cuando tienes hijos, gastos para los servicios, colegiaturas además de tus necesidades básicas como lo es la alimentación, entre otras cosas?”.
Con respiración profunda y actitud serena, Ara remató: “Yo les invito a que aprendan a valorar todo lo que tienen. Todo: familia, casa, amigos, objetos, propiedades, todo lo que nos da bienestar. La ética, los principios y la moral no pasan de moda. Mañana ustedes serán los futuros ingenieros, arquitectos, empresarios de la construcción, otros ocuparán cargos en la administración pública. De hoy en adelante, además de ser madre, esposa, hija, voy a seguir luchando para que se nos haga justicia. No debemos normalizar la corrupción y querer ganarnos unos pesos de más expidiendo permisos y licencias ilícitas. La vida no tiene precio. Voy a iniciar una lucha para crear un padrón de arrendatarios, el cual nos indique cuáles son las condiciones para adquirir o rentar una vivienda. Que reúna todos los requisitos de seguridad, con materiales de buena calidad, planificación y proyectos que cumplan con las normas de construcción. En fin, la naturaleza te crea, la naturaleza te lleva.
A Juan Pablo lo mató la corrupción.