El manifiesto bisexual
Texto por Fernanda Amézquita
El pasado miércoles 23 de septiembre se celebró el Día Internacional de la Bisexualidad y los integrantes de la comunidad no perdieron la oportunidad para recordar la importancia de visibilizar la identidad bisexual y la necesidad de reivindicar el término dentro del espectro de la diversidad sexual.
A principios de los noventa comenzaron a establecerse organizaciones de activistas bisexuales, especialmente en Estados Unidos. Sin embargo, no existía un Día Internacional como tal hasta 1999, hasta que en la conferencia anual de la Asociación Internacional de lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex (ILGA), se presentó como iniciativa de tres activistas bisex estadounidenses: Wendy Curry, ex presidenta la Organización Nacional Estadounidense de Derechos Civiles Bisexuales BiNet USA; Michael Page, diseñador de la bandera bisexual y Gigi Raven Wilbur, ganadora del premio del Instituto Americano de la Bisexualidad. El Día Internacional de la Bisexualidad surge como una respuesta a los prejuicios y la marginación de las personas bisexuales que sufren a causa de la heteronormativa que rige a la sociedad, así como una manera de visibilizar las problemáticas bisex dentro del colectivo LGBTQ+.
Formando parte del espectro de diversidad sexual, la “B” continúa siendo olvidada y su inclusión social ha sido un proceso muy lento debido, en parte, al mal entendimiento del término. Ya en 1990 el Manifiesto Bisexual, publicado en la revista Anything That Moves declaraba lo siguiente:
“La bisexualidad es una identidad completa y fluida. No asuman que la bisexualidad es binaria o dual en su naturaleza: que tenemos dos lados o que debemos actuar simultáneamente con dos géneros para ser seres humanos completos. De hecho, no asuman que sólo hay dos géneros. No interpreten nuestra fluidez con confusión, irresponsabilidad o como una falta de compromiso. No equiparen la bisexualidad con promiscuidad, infidelidad o comportamientos sexuales poco seguros”.
La narrativa de la orientación sexual continúa siendo dominada por una visión monosexista y por una dicotomía androcentrista. Se ha vuelto una costumbre limitar la orientación sexual de una persona conforme a su performatividad o al sexo de su pareja. Las personas bisexuales han sido apartadas y reducidas a una suerte de mito, fantasía erótica, morbosidad sexual, fase o período confuso. Su existencia es constantemente cuestionada y, a veces, incluso negada, asegura la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Dentro de los mismos colectivos LGBTQ+ también existe cierta invisibilización de la discriminación y exclusión que viven los miembros de la comunidad bisexual, por ejemplo como cuando únicamente se habla de la homofobia y no se menciona la bifobia, o cuando son acusados injustamente de transfobia. Ya que se cree, equívocamente, que las personas bisexuales solo prefieren a las identidades cisgénero. La bisexualidad es un sentimiento de atracción sexual y/o romántica que no entiende de sexo ó género.
Las personas bisexuales conforman aproximadamente un 52% de la sigla LGBTQ+, pero son a menudo una mayoría silente. Algunos podrán decir que el ser asumidos como heterosexuales es una ventaja o incluso una forma de privilegio (Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales 2012). Sin embargo, esto no es así. Como establece Misty Gedlinske, fundadora y presidenta de la “Alianza del orgullo Fond du Lac”, cuando uno omite visibilizar su propia sexualidad por cuestiones ajenas a la privacidad, o se ve forzado a encajar dentro de un falso binario con tal de no sufrir tratos diferenciados, automáticamente su identidad se ve inmersa dentro de un secretismo, que implica miedo y vergüenza, lo cual tiende a conducir al autoodio.
Las personas bisexuales sufren las mismas cargas que el resto de las letras: violencias jurídicas, médicas, religiosas y sociales. La constante invisibilización y marginación de estas identidades de las políticas públicas y medios de comunicación ha generado que sean más propensas a padecer de depresión, ansiedad, abuso del alcohol y drogas, autolesiones, intentos de suicidio y otros problemas asociados (Lhomond y otros, 2013). Como establece el manifiesto, “la bisexualidad es real y debe ser reconocida y respetada, pues todas las identidades son legítimas”. La visibilidad de las identidades bisexuales en todos los ámbitos de nuestra vida es un instrumento de primer orden para dar respuesta a la bifobia y fomentar en la sociedad el respeto a la diversidad. La información y el conocimiento ciudadano de qué significan todas las siglas del colectivo LGBTQ+ es clave para la completa libertad de sus integrantes.