Caddy Adzuba o cómo romper el silencio

Caddy Adzuba o cómo romper el silencio

Caddy Adzuba por Luis Malibran

Caddy Adzuba por Luis Malibran

Han pasado ya veinte años de que se inició el conflicto armado en la República Democrática del Congo (RDC). Estalló en 1996, como consecuencia del genocidio ruandés perpetuado por grupos militares. Dos décadas después, pareciera que la guerra no tiene un fin próximo, sino que se recrudece y se vuelve más sanguinaria. Las torturas, los secuestros y los asesinatos aumentan. El número de desplazamientos de civiles que huyen del país se robustece, y lo que prometía ser de inicio un combate genuino por la democracia, cada vez más hace evidentes los intereses políticos de países que ni siquiera pertenecen al continente africano. Caddy Adzuba tiene la determinación de denunciar esto, sin importar las consecuencias que esto pudiera traer sobre su propia vida.

Se graduó de la licenciatura en abogacía de la Universidad Oficial de Bukavu, pero ha dirigido su vida profesional a los medios de comunicación en términos de la denuncia política y social. La pobreza y el autoritarismo de la República Democrática del Congo han sido dos ejes temáticos de su crítica constante a la situación de su país natal, pues ponen un peso más sobre la crisis humanitaria que el territorio sufre: los niños se quedan sin escuela y las mujeres son abusadas sexualmente por las fuerzas armadas.

Los minerales preciosos se explotan aún, y pareciera que la tierra congoleña no puede proteger más a sus hijos, o no por su cuenta. Es por esto que esta mujer ha dedicado el trabajo de su vida al activismo social, con un énfasis particular en la defensa de los derechos de las mujeres congoleñas. La violencia permea a tal nivel en distintos ámbitos de la vida cotidiana que, a fuerza de violaciones, se creó una epidemia de SIDA entre las mujeres. Más aún, debido a la precariedad laboral que azota al país como consecuencia de la guerra, muchas deciden prostituirse para llevar algo de pan a sus casas. Para pasar el día con un poco menos de hambre. La marginación social que viven en consecuencia es indecible.

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Una de las preocupaciones principales Adzuba ha sido siempre el abuso sexual hacia las mujeres en su país. Si no es a través del comercio sexual, las mujeres han de trabajar jornadas extenuantes en las minas extrayendo los minerales preciosos que no están destinados para la economía nacional. No existe ningún tipo de seguridad laboral ni ley que las ampare, por lo que la Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) categoriza las condiciones laborales de la RDC como de semiesclavitud. No interesa la edad que la mujer tenga: si puede trabajar, que lo haga todo el día. Lo mismo aplica para las niñas que son enlistadas contra su voluntad en la armada, para ser mandadas como carne de cañón a un conflicto que no vieron comenzar, y que seguramente no vivirán lo suficiente para ver terminado.

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Es por esto que el trabajo periodístico de Caddy Adzuba destaca. No faltaba menos: denuncia abiertamente en todos los medios que tiene a la mano las cuarenta violaciones diarias que las mujeres sufren en su país. Ha sido amenazada de muerte más de una vez por su activismo social y político. No le teme a las fuerzas armadas que tienen tomado el territorio, y continúa con su labor periodística a pesar de sobrevivir dos atentados de homicidio contra su persona. El Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, con el cual fue galardonada en 2014, le queda corto. Nada puede premiar suficiente el hecho de llevar a la práctica lo que en tinta se imprime, y, ciertamente, Caddy Adzuba lleva esto a extremos que pocos seres humanos han podido alcanzar. De esto viene a hablar a la Universidad Iberoamericana el jueves 3 de mayo: de valentía, de voz, de presencia.


Encuentra a Andrea Fischer en Twitter como @andreafis.

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