¿Por qué no estamos hablando del nuevo disco de Alanis Morissette?
Existen personas que ponen atención a su voz interior y viven solo de lo que les dice. Esas personas tienen dos caminos: o se vuelven locas o se convierten en leyenda. Un día una compositora canadiense, guitarrista, cantante, productora y actriz puso atención a su voz interior y lo que encontró fue tan sublime que no tuvo otro remedio que responder a ella y emprender su camino para convertirse en leyenda. Esa mujer es Alanis Morissette.
En los noventa, hace exactamente 25 años, su Jagged Little Pill de 1995 llegó a los oídos del orbe entero y con más de 33 millones de discos vendidos, posicionó a su creadora como parte de los íconos culturales que influenciaron una de las décadas más entrañables de la música. Aunque es justo decir que aquel esplendor se ha ido apagando lentamente con el paso del tiempo y sus canciones se ocultan cada vez más entre la bruma de los recuerdos, Morissette sin duda es y será un referente que marcó a toda una generación de ídolos y escuchas.
Parece insólito pensar que Alanis tan solo tenía 21 años cuando reinventó el pop-rock femenino de su época. Ahora, en este 2020 y con 46 años, Morissette nos presenta su nuevo material luego de 8 años de silencio musical, Such Pretty Forks In The Road, su noveno álbum de estudio.
Ciertamente parece revelador que sus presentaciones en vivo, arruinadas por el coronavirus, fueran anunciadas como la gira para honrar el 25 aniversario de su primer disco; algo que nos hace suponer que su primer álbum en ocho años aparentemente no merecía tanto la pena como para ser girado. Sin embargo, la escucha de Such Pretty Forks In The Road nos dice completamente lo contrario.
Si bien su trabajo más innovador en Jagged Little Pill exploró el paisaje escarpado de la ira y la sexualidad femeninas —y probablemente obtuvo una gran cantidad de angustia devastadora—, en Such Pretty Forks in the Road, persisten las sombras de aquella rabia de Morissette, aunque notablemente suavizada por el tiempo, ¿o la madurez?
Es verdad que las canciones que aparecen en este álbum, co-escritas con su ex compañero Michael Farrell, son en su mayor parte baladas poderosamente infundidas con un rock suave sin complicaciones. Sin embargo, aunque no hay nada tan tremendamente furioso como “You Oughta Know” en el disco, sí nos presenta un set mucho más agradable que el Havoc and Bright Lights de 2012, al cual algunos calificaron incluso de insípido.
“Cuando te acerques, estaré aquí venga el infierno o los diluvios.
Este nido no se irá a ningún lado. Mi misión es mantener el fuego en tu mirada”.
“Ablaze”, Alanis Morissette.
Sin duda estamos frente a un trabajo profundamente personal que encuentra el estilo característico de su artista en su honestidad y su voz tan potente y distintiva. “Todo lo que estaba sintiendo está en las canciones”, declaró para Apple Music. Pareciera como si Morissette se hubiera puesto al descubierto para crearlo, abordando en él una diversa variedad de temas oscuros, desde la salud mental hasta la adicción, pasando por sus propias batallas recientemente reconocidas como la depresión posparto, misma que abordó en una sentida publicación en su sitio web oficial el año pasado, y que ahora toca en la que quizás sea la balada más convincente del álbum, “Diagnosis”.
Momentos como estos sirven como recordatorios de que la habilidad de Morissette para escribir canciones poderosamente directas no ha ido a ninguna parte, y el álbum no diluye su enfoque característico, el cual está plenamente marcado en temas como “Ablaze” y “Sandbox Love”.
El material contiene momentos álgidos como al que nos lleva “Losing the Plot”, una canción impulsada por una especie de tensión hirviente que nunca explota; las guitarras eléctricas distorsionadas pierden su fuerza mientras se ahogan en el fondo. Pero también hay momentos cálidos como el de la pista abridora “Smiling”, en donde se logra evocar un sonido mucho más completo sin eclipsar el canto de Morissette.
Si bien algunos de los tramos más evocadores del disco son aquellos donde la instrumentalización de corte sencillo actúa como columna vertebral de la asombrosamente expresiva voz de Morissette, como en la feminista “Her”, cuando la teatralidad de la composición coincide con su brillantez poética, un tipo diferente de magia emerge. Es casi al final de los altibajos cuando aparece “Nemesis”, que con su imponente arreglo y su propulsora sección rítmica, logra el tipo de liberación emocional que el álbum tanto necesitaba, solo para cerrar de forma excelsa con “Pedestal”.
Para muchos, Such Pretty Forks in the Road podría ser poco más que una reafirmación de las muchas fortalezas de Morissette, pero a pesar de sus deficiencias, también es un testimonio de su evolución como compositora al tratarse de un álbum reflexivo en donde examina sus demonios, pasados y presentes, y les da sentido con su incansable rendición vocal, lo que impulsa a los temas a través de una amplia gama de emociones.
En muchos sentidos, se siente como una progresión lógica de discos como Jagged Little Pill, una sensación de que es una cantante más madura que aborda las cosas que la vida le ha puesto enfrente desde su tierna juventud. Pero es también, en ese sentido, en que el álbum se siente ya como un clásico instantáneo de Morissette, uno tan diferente, pero tan bueno como el primero.
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