A 82 años de la expropiación petrolera, todo ha cambiado
“En la época actual, los países pueden dividirse entre los que tienen y los que no tienen petróleo. Nosotros lo tenemos, nuestro reto es la administración de la abundancia”.
José López Portillo
Este 18 de marzo se conmemora el 82 aniversario de la expropiación petrolera realizada por el entonces presidente Lázaro Cárdenas como consecuencia de la negativa de empresas petroleras a acatar el laudo de fecha 18 de diciembre de 1937 del grupo número 7 de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje.
Se trata de una de las decisiones políticas más importantes de la historia de nuestro país y se originó principalmente por dos causas: la actitud insumisa de las empresas extranjeras a no acatar nuestra normativa jurídica y una posible paralización de la industria petrolera como una forma de presión de las compañías extranjeras hacia el Estado mexicano y que podría dejar sin combustible al país.
¿Debe seguir siendo vista la expropiación petrolera como un hecho revestido de sacralidad?
¿Debemos seguir viéndola con añoranza o nostalgia?
¿Debemos, en el imaginario social, seguir pensando que el petróleo es y será la palanca del desarrollo nacional?
Considero que no, por la sencilla razón de que a casi un siglo de distancia, el mundo ha cambiado totalmente. La importancia histórica y política la tendrá por siempre, el México de las décadas posteriores a 1938 no se entendería sin la expropiación petrolera y el consecuente progreso que se originó. Etapa en la que el petróleo fue verdadera palanca del desarrollo nacional, sin embargo, la era del petróleo cada vez está más cerca y ante los descomunales avances científicos y tecnológicos de los cuales somos testigos, se le debe apostar a las energías renovables.
La historia una y otra vez nos ha mostrado las perniciosas consecuencias de contar con una economía petrolizada. México durante décadas le ha apostado a ello y la realidad —el único y verdadero contrapeso de cualquier político—, nos ha dejado enormes lecciones que no hemos logrado asimilar. Es necesario recordar la crisis petrolera en nuestro país de 1982, ese año los impuestos petroleros representaron el 44% de los ingresos ordinarios del Gobierno Federal, con relación al PIB, esa cantidad significaba el 6.5%, porcentaje que se elevó al 8% en 1983.
Otro ejemplo se dio el día de ayer, el petróleo mexicano se vendió en “18.78 dólares, el precio más bajo en los últimos 18 años, desde el 4 de marzo de 2002…El petróleo nacional arrastra un desplome de 68.4% o 40.57 dólares con respecto a su cotización máxima alcanzada en 2020”.
Decía López Portillo en su tercer informe de gobierno el 1º de septiembre de 1979: “Para los albores del año 2000, se estima que el único sustituto importante del petróleo de hoy, será encontrar más petróleo mañana”. La terca realidad nos demuestro que no es así, el futuro ya no es el petróleo, dejó de serlo desde hace mucho, y también petróleo ya no es sinónimo de administración de la abundancia. Si es que algún día lo fue...
El futuro está en no poner “todos los huevos en la misma canasta”, en diversificarse, en invertir en I+D, ciencia, tecnología, en apostar a las energías renovables. México, por su ubicación geográfica tiene un gran potencial en cuanto a generación de energía solar se refiere, ello, más la energía eólica y la marina, nos pondrían a la vanguardia. Tan sólo cerca del 90% del “territorio nacional presenta irradiación solar que al día fluctúa entre 5 y 6 KWh por metro cuadrado. Dichas cifras posicionan a México como una de las zonas con mejores niveles presentados a nivel mundial”.
El año pasado el Secretario del Medio Ambiente, Víctor Toledo, dijo que México será una potencia en la producción de energía solar al igual que en litio, por el bien de todos, que así sea.
* Los puntos de vista planteados en este texto representan la postura de su autor y no la institucional de Ibero 90.9.