The End of The Fucking World: Los Bonnie y Clyde millennials
Dentro de un mundo tan caótico y surreal como el nuestro, en 2018 no queda de otra que una historia como esta. Ambientada en la época actual, en el Reino Unido, dos adolescentes se encuentran varados en la rutina de cualquier joven, bajo la piel de personas normales que a los 17 van a la escuela; eso hasta que la cotidianidad se rompe cuando se encuentran. Alyssa es la definición del teenage angst en una generación donde ya no queda esa angustia y James es un niño introvertido que piensa que es psicópata. Alienados de la sociedad y con muchos traumas, este par extraño se encuentra en su punto de ebullición en el lugar más aburrido del planeta; es el medio ambiente con las condiciones perfectas para crear esta chick-flick oscura.
Todo empezó cuando el director de la serie iba caminando en la calle y casualmente encontró en el piso una hoja del cómic original de The End of the Fucking World. Con un toque de Heathers y algunas películas de Tarantino, vemos lo que hace mucho no se veía ni en la pantalla grande ni en la pequeña: una comedia oscura de dos jóvenes rebeldes en contra del mundo. ¿Por qué digo que es algo nueva su rebeldía dentro de nuestra sociedad? Quizás por un pensamiento que ha rondado mucho por mi cabeza: ya no existen los rebeldes y por primera vez en mucho tiempo la imagen característica de los adolescentes ya no es su fuego interior ni la rebeldía; la característica principal que define a los millenials es la falta de interés y nuestras ataduras al celular y a un mundo que nos aburre. Alyssa y James son todo lo contrario, se rehúsan a pertenecer al mundo que los va a volver en personas dóciles y aunque ciertamente tienen actitudes que demuestran problemas serios de conducta y actitudes antisociales, muy probablemente lo único que sucede es que ellos son los únicos que se comprenden el uno al otro. Quizas son personajes frescos y sorprendentes porque aunque tienen sus propios dramas, no están envueltos en los deseos de la vida contemporánea, de hecho en una escena cuando Alyssa rompe su celular, uno que otro millenial nos sentimos incómodos. Podríamos decir que son la expresión más punk de nuestra generación.
La historia comienza y parece ser una serie más del estilo 13 Reasons Why o una película tipo Las ventajas de ser invisible, suena un poco inocente y cursi, y sí, puede llegar a ser inocente, pero capítulo tras capítulo vemos un desarrollo de personajes muy importante de parte de los dos principales y detrás de lo tragicómico se esconden verdades dolorosas. La serie está categorizada como comedia pero a la vez es desgarradora y conmovedora, nos muestra el poder de los problemas arraigados en nuestra infancia y ejemplifica el amor -o como James lo describe- “Por fin entiendo lo que alguien más le puede significar a una persona”, aún dándose en las condiciones más extrañas. Se trata de una historia que refleja todo lo que está podrido en nuestra sociedad y como eso sale a relucir en dos jóvenes de los cuales uno nunca sospechó nada.
Nuestros dos antihéroes dicen ser muy fuertes y aguantar todo, pero esta historia es una historia de dos inocentes creciendo a la par que su mundo se colapsa por donde se vea (aludiendo al título). Conforme avanza la historia y van haciendo más irreparable su destino, más asustados y más vulnerables se ven. Son la historia perfecta de los adolescentes que se creen muy duros, pero que por dentro sólo quieren solucionar sus problemas con sus padres.
Esta serie es oro, no solo vale la pena por su historia extraña y llamativa, verdaderamente está muy bien escrita. Tiene influencias de varias películas, historias y canciones. El soundtrack es de puras canciones vintage de los años 50, 60, 70 y una que otra contemporánea que le añaden a la vibra Bonnie & Clyde. La serie en sí es para adultos, pero desde la perspectiva de dos jóvenes. Dos jóvenes que dejaron atrás sus máscaras y su infancia, para huir a un camino de adultez, donde descubrirán mucho dolor, miedo y agregarán más traumas a su bagaje, pero sobretodo encontrarán por fin el amor y el tacto que nunca les habían dado sus padres.