‘El Circo’, 30 años de que Maldita Vecindad revolucionó el sonido del rock mexicano
“El asunto es trágico, mi ánimo festivo”. Son palabras de Fray Servando Teresa de Mier que conocí por primera vez en la voz de Pato, guitarrista de Maldita Vecindad. Banda que ha dotado de esa festividad a la tragedia que puede significar el vivir en Ciudad de México.
Esta idea de Fray Servando es definitiva para volver a poner oídos a un fenómeno llamado Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio. Los Malditos también fueron hijos de la tragedia llamada 19 septiembre de 1985. Calles violentas, aún polvosas por tantos edificios derrumbados e instituciones corrompidas fueron ese asunto terrible al que Maldita Vecindad logró dotar de festividad, echando mano de una excéntrica combinación de Mambo, Hip Hop, Danzón, Ska, Reggae, World Music, Funk, la energía del Punk y un largo etcétera de elementos literarios, discursivos y musicales.
Lejos de las intenciones de un álbum conceptual pero apegados a la idea del Piporro sobre los “discos novela”, Maldita se encaminó al estudio a grabar su segundo trabajo con un presupuesto reducido pero con la libertad creativa que les permitió crear su más grande obra que este 2021 está cumpliendo 30 años: El Circo y es nuestro Vintage 909 de la semana.
“Si se canta en español, el rock sonaría como a Tin Tan” se escuchaba con frecuencia y se suponía que debía ser un insulto, pero Maldita lo tomó como un halago y propósito. Mirando a sus propias raíces, encontraron como respuesta el sonido de la música popular mexicana contemporánea. El Circo significa rock mexicano.
Esta compilación de ficciones chilangas abre con un estruendoso “Ya llegó su Pachucote” seguido de una conversación entre dos generaciones “No sé cómo se atreven a vestirse de esa forma y salir así”….. “Hey Pa’, fuiste Pachuco, también te regañaban, es más bailabas Mambo, tienes que recordarlo...”
“Pachuco” abrió las puertas al Ska y el Two Tone con ese arreglo de Sax que a más de uno nos despertó a la vida en los nacientes años 90.
Con un “Poco de Sangre” nos regresan a nuestra dura realidad: la ciudad más grande del mundo también es de las más violentas y con un rap al centro de la pista demuestran lo eclécticos que pueden ser lírica y musicalmente, al crear una tensa narrativa sobre la roja sangre de un niño que limpia parabrisas, contrastando con el lujoso color blanco del auto nuevo que acaba de impactarlo.
Después las calles encuentran sonoridad con la trompeta de “Toño” y con su sombrero viejo recogiendo monedas también empieza ese juego de espejos cultural, en el que nos reflejamos y empatizamos al recordar a nuestros propios músicos callejeros, los de nuestros rumbos.
La complejidad de los personajes crece cuando el icónico “Solín” aparece en escena. Un “ex vendedor de amor” que después de que la justicia le cayera, su vida cambiaría al convertirse en un gran faquir… Soy el gran solín, leo cartas, veo el futuro, hipnotizo. Sólo diez palabras, una historia.
En Maldita Vecindad los personajes pueden ser colectivos y la noche una protagonista. “Kumbala”, su roja luz neón y el sudor sabor a sal encapsulan el momento y son capaces de erizar la piel.
El concepto de un “disco novela” ya está muy bien cimentada a estas alturas del álbum y la cereza del pastel es precisamente la que le da nombre a este álbum “Un Gran Circo”, una feroz crónica de la tensa calma que se vive cada vez que los tragafuegos, malabaristas y niños vestidos de payaso salen a escena mientras el semáforo permanece en rojo.
El ánimo festivo se impone a la tragedia en “Pata de Perro”, “Crudelia” y en el rap yucateco “Maré” en el que Carlos Monsiváis se revienta unas Bombas.
Después de una rareza llamada “Otra” pieza experimental, un chiste punk de 17 segundos, el broche de oro llega en “Querida” y aquí el primer homenaje consciente, respetuoso y directo a una de las más grandes figuras de la música popular mexicana, Juan Gabriel.
Unos solitarios aplausos finales suenan tras un descontrol en el escenario, Maldita Vecindad hizo este disco pensando que sería el trabajo final de un fugaz paso por la industria musical, pero esta combinación de Tin Tan, Piporro, Chava Flores, Pérez Prado, Botellita, Carlos Monsivais, el Cine de Oro, Faquires, Tragafuegos, Congales, Hip Hop, Funk, Ritmos Afrocaribeños, Música Árabe, Punk y Tacubaya, fue sólo el inicio de un fenómeno de identidad multigeneracional. Con el circo, llegó su pachucote.