Alejo Carpentier, el habanero ficticio
Nací en La Habana, en la calle Maloja, en 1904.
Mi padre era francés, arquitecto y mi madre rusa que había hecho estudios de medicina en Suiza.
Vinieron a Cuba en 1902, por la única razón de que a mi padre le reventaba Europa.
(Autobiografía de urgencia, 1965)
Para Alejo Carpentier la literatura fue su vida y su vida se convirtió en parte de su mundo literario. Entre la invención de ese mundo entró también la de su lugar de origen. Siempre aseguró ser oriundo de La Habana, Cuba, y siempre se presentó como tal, un habanero nacido en 1904. Eso quedó plasmado en varios de sus textos. Sin embargo, años después de su muerte el 24 de abril de 1980, se dio a conocer que el escritor en efecto había nacido un 26 de diciembre de 1904, pero en Lausana, Suiza.
Fue su coterráneo, el escritor Guillermo Cabrera Infante quien dio a conocer que la verdadera acta de nacimiento de Carpentier lo señalaba como suizo. Aseguró que el documento le había sido entregado de manera anónima a través de un fax dirigido desde París que, además, aseguraba que su nombre de pila fue en realidad, Alexis. Considerando la aversión que Cabrera siempre tuvo hacia Carpentier debido a sus ideologías políticas, resultó, en un primer momento, cuestionable la veracidad de la “acte de naissance”. Sin embargo, el investigador cubano-estadounidense Roberto González Echavarría, escritor de Alejo Carpentier: The Pilgrim at Home (1977), junto a otros conocedores del escritor, han asegurado que el documento, al menos en apariencia, no es falso, pero esto sólo podría desmentirse presentando un certificado de nacimiento cubano y eso no ha ocurrido.
Al contrario, el debate en torno al lugar de origen de uno de los escritores más prestigiosos de América Latina en el siglo XX sumó a lo que el propio Alejo Carpentier definió como lo real maravilloso, “esa inesperada alteración de la realidad”. El concepto nació con su libro El reino de este mundo (1949) marcó el resto de su obra. Incluso, antes de revelarse el documento de nacimiento en cuestión, los datos biográficos de Carpentier ya eran por sí solos, piezas complicadas de ensamblar. En ocasiones sus relatos no coincidían con el trazo del pasado y él mismo llegó a mezclar la información en sus declaraciones. No obstante, esto nunca fue un motivo de polémica, al contrario, fue un recurso que el escritor cubano/suizo supo muy bien cómo llevar a lo largo de 76 años.
El escritor Alejo Carpentier recibiendo el premio Cervantes 1977 / Rrte
La esencia habanera en la que dijo nacer estuvo presente en su discurso al recibir el premio Cervantes en 1977, cuando frente a los Reyes de España aseguró: “De niño yo jugaba al pie de una estatua de Cervantes en La Habana, donde nací”.
El escritor contó varias veces que sus padres habían llegado a Cuba en 1902 debido a una oportunidad laboral de su padre, pero también describió que su papá había decidido dejar Europa debido a una disputa familiar en torno al Caso Dreyfus, el cual derivó de una sentencia judicial en contra del capitán del Ejército Francés, Alfred Dreyfus, un ingeniero politécnico de origen judío-alsaciano, que fue acusado de haber entregado a los alemanes documentos secretos. La familia del padre de Alejo Carpentier, según aseguró el escritor, apoyaba el juicio, mientras que su padre decidió quedarse con la versión de Dreyfus y trasladarse a Cuba con su esposa.
Ya en la isla, el padre de Carpentier estuvo a cargo de la construcción de algunos edificios importantes de La Habana como el Country Club y la Gran Central Eléctrica de Tallapiedra. Sin embargo, son varios los estudiosos cubanos como Ana Cairo o Salvador Bueno que aseguran conocer el secreto de Carpentier desde hace tiempo. González Echavarría relató que en alguna ocasión en 1996 visitó a la viuda de Carpentier, Lilia Esteban, junto con el escritor Miguel Barnet, a este se le ocurrió la maravillosa idea de cuestionar a Lilia sobre el lugar de nacimiento de Alejo Carpentier. Ella recibió la pregunta notable disgusto, pero de acuerdo con el investigador no negó que naciera en Suiza y tampoco afirmó que hubiera sido en Cuba.
Jurados del premio Casa de las Américas en un estudio de televisión: Carlos Fuentes, Alejo Carpentier, Miguel Otero Silva, Benjamín Carrión, Roger Callois y Miguel Ángel Asturias.
Sin duda, Carpentier vivió en La Habana, hay prueba de que pasó ahí su niñez hasta terminar su educación primaria. De ahí voló a París y comenzó a estudiar música, otro de los pilares en la vida del escritor. Años más tarde regresó a Cuba en donde comenzó con la carrera de arquitectura pero terminó por abandonarla para dedicarse al periodismo. Fue en aquella época, principios de los años 20, cuando conoció a Julio Antonio Mella, líder estudiantil y fundador del Partido Comunista de Cuba y se incorporó al Grupo Minorista en donde conoció al núcleo de jóvenes de izquierda. México también estuvo entre sus travesías, visitó el país entre 1924 y 1928, cuando era jefe de la revista Carteles. Fue en esos años cuando conoció y quedó maravillado con el trabajo de muralistas como Diego Rivera y Orozco.
Como todo escritor, Carpentier imprimió un trozo de sí en cada una de sus obras:Viaje a la semilla (1944), El derecho de asilo (1972) y El arpa y la sombra (1979), podrían ser textos claves para comprender la duda existencial sobre el país de origen del autor. Es a través de estos textos, como en la mayoría de su obra, que Carpentier muestra a un hombre que sufre y al mismo tiempo ama un territorio plagado de penas, miseria y calamidades, Latinoamérica. Por otro lado, el escritor ofrece a través de la creación de su mundo literario, una ventana para escapar de la realidad tan cruel por la que atraviesa la región, aunque al final termina asumiéndola.
Edificio que alberga Casa de las Américas, institución cultural de la que Alejo Carpentier fue director ejecutivo / Wikimedia Commons.
Las nombradas obras aparecen en momentos cumbre de la vida y de la carrera de Carpentier. Son una especie de renacer con las que marca el siguiente paso. Sin embargo, si se trata de nombrar a la obra que por sí misma podría definir al escritor, esa es sin duda, “El reino de este mundo”. Fue su cuarta obra, el auge de su estilo con lo “real maravilloso”, un recurso literario que muchos señalan como un símil del “realismo mágico”, de Gabriel García Márquez, representante del boom latinoamericano. Y es que al final algo de relación tendrán los dos recursos, pues todos los representantes del boom fueron discípulos de Carpentier.
En el reino de este mundo, Carpentier afirma que lo maravilloso es una revelación privilegiada, una iluminación inhabitual, una fe creadora de cuanto necesitamos para vivir en libertad, una búsqueda, una tarea de otras dimensiones de la realidad, sueño y ejecución, ocurrencia y presencia. Incluso es a través del prólogo de aquel libro, en donde el escritor deja claro que para alcanzar la sensación de lo maravilloso se necesita fe. A la fecha no existe una razón clara que explique el motivo de Carpentier para sostener toda su vida que nació en La Habana, lo que sí es claro es que a través de lo real maravilloso tiene todo el sentido. Después de todo los escritores trascienden por su capacidad de inventar mundos.
*Este artículo fue publicado originalmente en Gatopardo y fue escrito por la periodista Samantta Hernández Escobar*