Letras, delirio y milicia: 40 años de El General Constante de Jaime López
Durante la oscurantista etapa en la que el rock mexicano se encontraba aún proscrito, florecieron algunos ejercicios literarios-musicales sobresalientes como El General Constante de Jaime López, disco-objeto-joyita perdida que cumple 40 años de su publicación.
“Soy un fantasma de carne y hueso. Como la pose eterna en el retrato de mi padre, que vigila aún toda la casa. Pero de él me apasioné por los caballos hasta los diez años, cuando me caí de uno. Iba desbocado como yo montando a pelo, desde entonces no me acuerdo que sé montar. Una pata pasó rasurando mi memoria. Polvo eres”.
Así comienza el peculiar cuento que da título al libro, escrito inicialmente en 1976 y publicado en 1981. Un militar narra en primera persona su periplo personal, sus orígenes y relación con el lado paternal en el entonces planeta Plutón. Estaciones de ferrocarril, perros, lagartijas, libros, sangre y profundas heridas de guerra conforman su drama.
De la incipiente pluma de juventud de López surge otra excéntrica historia que secunda a la anterior: “La Bella Féferes”. Mujer con cabellera de papel, perdición de la horda de obsesivos plutonianos quienes con tal de poseerla -o al menos presenciarla en escena- los lleva a cometer una serie de actos maníacos. Siendo en un inicio una monja sentenciada a la decapitación, su verdugo prefiere ejecutarse, sus compañeras envidian su belleza; los admiradores amanecen enredados en alambres de púas; un imitador intenta falsificar su caligrafía durante años para vender un autógrafo suyo. Y en su anhelada faceta teatral, los boletos de entrada se disputan incluso en partes del cuerpo y órganos internos.
Éste combo de letras dementes son ilustradas por el artista Alberto Castro Leñero y el diseño gráfico de Germán Montalvo. Un disco de vinil de 4.5RPM funge a manera de soundtrack con “A’i me los saludas” y “La última vez que estuve en Plutón”. Benévolas canciones para acompañar antes y después de la lectura, son aderezadas por la guitarra del finado fotógrafo Eniac Martínez, los coros de la cantante Emilia Almazán y el bajo de Roberto González, integrante del Movimiento Rupestre y fallecido en mayo de éste 2021. Estos dos últimos como cómplices de López en esa aventura musical previa, llamada Sesiones con Emilia (1980), uno de los discos pioneros de rock mexicano de los 80 con la emblemática pieza El Huerto.
Es justo en esta especie de medievo musical -hasta antes del disco debut como solista- Primera Calle de la Soledad (1985) y la irrupción del “Rock en tu idioma”, que artistas de diferentes ramas unieron fuerzas para incursionar en osados proyectos colectivos y multidisciplinarios como éste, dignos de revalorarse hoy en día. Su creación individual de escritura y composición abarca desde 1973 hasta 1979 cuando finalmente fue lanzado, un par de años más tarde, en coproducción con el sello “Roquefón”.
Desbordante de extravagancia, El General Constante es testimonio de una época en que aún predominaba el arte netamente independiente, alejado de los corporativos y siguiendo la filosofía Do it yourself. Una pieza de la prolija y aún por explorar faceta literaria de López va más allá de su lírica musical, con un acervo de personajes estrafalarios, paisajes pintorescos, fuertes dosis de humor negro y una prosa conspicua.
Título: El General Constante
Año: 1981
México
Sello: Roquefón
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